El 7 de octubre rompieron sus barreras, sus límites y se dieron a conocer a todo los electores con un mitin masivo en el Palacio de Vistalegre de Madrid. La fuerza política a la derecha del PP congregó a más de 9.000 personas. Algo nunca visto. Ningún partido político de la derecha española que no fuera el Partido Popular había aglutinado a tanta gente en la democracia. Fue un punto de inflexión. Creyeron que podían ser influyentes y comenzaron a entrar en los hogares de todos los españoles acudiendo a casi la totalidad de los programas de actualidad política. Utilizaron la misma técnica que empleó Podemos para irrumpir en el tablero: Estar presentes en los medios de comunicación y utilizar unos comicios de circunscripción única, para entrar en las instituciones. Fue en las elecciones al Parlamento de Andalucía. Bajo el conflicto catalán y el siempre problemático problema de la inmigración como ejes de su discurso, Vox obtuvo el 11% de los votos, obteniendo 12 escaños. Algo histórico que sirvió para sacar al Partido Socialista de San Telmo tras 36 años gobernando. 

Su éxito cambió el panorama político. Optaron por combatir el problema catalán con nacionalismo español. Sacaron a la calle las banderas españolas para proponer una suerte de lucha indentitaria vacía de contenido y soluciones. Por miedo a perder apoyos y no descolgarse, el PP captó el mensaje y se lanzó a la competición. Normalizó los ejes discursivos de Vox y su líder, Pablo Casado, comenzó a hacer suyos los temas estrellas del partido nacionalista español. Cuestionar el aborto, la ley de violencia de género, la ley de extranjería... Asuntos que el PP ya había aceptado pese a haber votado en contra (Rajoy no los derogó pese a tener mayoría absoluta) volvían a cuestionarse. 

El PP ha hecho suyos los mensajes clasistas de Vox y la izquierda no ha podido dejar de pasar la oportunidad de alentar al sentido común de los ciudadanos para evitar que "el fascismo vuelva a gobernar España". Pero no. Vox no es un partido fascista. Ni a grandes rasgos. El partido que rige y manda Abascal es una organización  fundamentada en el liberalismo económico. Algo contra lo que siempre han luchado los regímenes fascistas. Siempre han optado por una economía donde el Estado es intervencionista, donde todas las propiedades privadas están supeditadas al servicio del país. Apostando por las nacionalizaciones, y no por la privatización de empresas y de bienes, algo característico de los estados con una economía liberal. De esta forma, Vox dista mucho de lo que fueron y son los partidos fascistas.

Vox es una organización nacionalista. Cuya premisa es la defensa a ultranza de la nación española, entendida como una unión indivisible, homogénea. Sin espacio para las particularidades que cada región que la conforma tiene. Vox es una organización nacionalista neoliberal. Quiere el progreso de unos pocos a costa de la mayoría. Por ello, está en contra de la subida de impuestos a las rentas más altas, rechaza los recursos destinado a los servicios públicos. Vox no es un partido fascista, pero sí un partido que rechaza las particularidades de cada región de España, que aboga por el individualismo y que defiende un sistema económico que no defiende a los más débiles. Vox no quiere corregir las desigualdades económicas, Vox quiere defender a los privilegiados con una enorme bandera que sirva para tapar las desigualdades. En un país en el que 1 de cada 3 niños sufre pobreza infantil y en el que el 12% de los trabajadores percibe menos del salario mínimo. Esto es Vox.