A ‘la voz del Tibet’ más conocida un monje budista le puso por nombre Yungchen Lhamo, cuyo significado -como no podía ser de otra manera- es Diosa de la melodía y la canción. Nacida en un campo de trabajo en las cercanías de Lhasa -como no podía ser de otra manera- comenzó a trabajar a la edad de cinco años en una fábrica de alfombras. Su infancia por tanto prácticamente no existió como tal, de hecho fue testigo de cómo se vulneraban impunemente los derechos humanos. Aunque no por ello Yungchen renunció a la felicidad y gran parte de culpa la tuvo su abuela, que le transmitió su amor por la música y las melodías y canciones tradicionales de su pueblo.
Y a través de ella encontró la forma de romper las cadenas, de cantar a la libertad y contar la realidad del Tibet: “Mi infancia estuvo llena de desesperación y pobreza. Parte de la razón fundamental de China para la ocupación del Tíbet es que el pueblo tibetano es retrasado e inferior. Forjando un camino para artistas tibetanos, estoy demostrando lo que realmente podemos hacer si tenemos la libertad”.
La voz del viento y las montañas
La historia de Yungchen y su familia constituye un ejemplo claro del vergonzoso sometimiento que sufre el pueblo tibetano. A la edad de 23 años decidió huir y exiliarse atravesando junto a su hijo el Himalaya a pie, para una vez en la India ser recibida por otros compatriotas exiliados, que la acogieron y la animaron a enviar un mensaje al mundo con su voz. Particularmente el Dalai Lama la impulsó a viajar por el mundo y ofrecer su don al resto, que en buena parte era el don de su pueblo.
Gracias a todo ello por fin se vio liberada de aquellas cadenas que le impidieron demostrar lo que los tibetanos pueden llegar a hacer. En su caso mucho más, puesto que Lhamo nació para hacer magia con su voz, esa de largas notas sostenidas que recuerdan al viento y rememoran los paisajes montañosos de la que procede. En su garganta reside la voz de los pájaros, pues es espiritualidad en estado puro. Residió durante un tiempo en Australia y luego se estableció en los Estados Unidos. Lhamo no sabe muy bien cuando cumple años pues nunca supo la fecha exacta de su nacimiento, pero cumplió su sueño de cantar junto a grandes de la música como Annie Lennox, Peter Gabriel o Paul McCartney. Y lo hizo con esa voz de miles de años y publicar álbumes en los que volcó la personalidad y las raíces de las que procede.
El mantra hecho canción
Con su primer disco Tibetan Prayer publicado en 1995 para Real World, con el sello de Peter Gabriel, ganó un ARIA, pero logró fundamentalmente el objetivo que se marcó cuando lo creó: llevar a cabo el deseo de los Bodhisattvhas de dar felicidad a todos los seres del mundo. Y es que ese es en esencia el objetivo de Yungchen cuando canta, transmitir serenidad, paz y felicidad. Muy especial sin duda el tema Ari-Lo que le enseñó su abuela y en el que desarrolla la historia de la dificultad de entrar en una tierra desconocida y hacer de ella un hogar.
Lhamo es un mantra hecho música en la voz de una mujer, su segundo álbum fue Tibet, Tibet, y en él interpretó a capela canciones y rezos tibetanos originales en muchos de los casos en idioma sánscrito. Quizás lo más relevante referente a la voz de esta mujer es que ha convertido en un templo todos sus discos, transportando rezos desconocidos de monjes budistas, de su cultura, a prácticamente todos los puntos del planeta, pero muy especialmente a los corazones de todos aquellos que han tenido el placer de poderla escuchar. Yungchen es trance, calma, tranquilidad, la cima, la altitud, quizá también la dificultad, una dura historia y las formas y mecanismos existentes para poderla superar.
Es un grito de paz que eleva hacia el cielo y transmite desde 2004 a través de su fundación, la Yungchen Lhamo Charitable Foundation, con la que apoya a madres solteras, niños y enfermos mentales. La voz del Tíbet ha sonado en el Louvre, en París; en el Carnegie Hall de Nueva York, pero fundamentalmente ha llevado esa melodía de las montañas al medio comercial en el que pese a lo complejo que resulta instalarse en el citado mercado, ha calado su mensaje.
El verdadero sentido de la existencia a través de la música
Esencialmente Lhamo concibe la música y la canción como una ofrenda, con esa melena que le llega a los pies, parece como un ser llegado de otro tiempo que sin ninguna duda logra con su voz, a la vez que denunciar los quebrantos que sufren los tibetanos, hacer reflexionar a los demás sobre el concepto de eternidad. En la actualidad con cinco discos en el mercado -publicó en 1998 Coming Home, en 2006 Ama y en 2013 Tayatha- prosigue en el camino de la enseñanza que le transmitió su abuela. Hacer uso de su don como parte de la práctica espiritual, para beneficio de otros seres humanos. Ofrecer y bendecir su montañoso viento musical a los seres vivos, haciendo uso de lo complejo de la lírica un elevado instrumento cuya sutileza permite imprimir la fortaleza necesaria para comprender el sentido de la existencia y la importancia de hacer a la gente feliz.
Por todo ello, porque Yungchen es ese viento tibetano que jamás ocupará los primeros puestos de las grandes listas de éxitos, merece tanto la pena detenerse y congelar el tiempo aunque sea solo cinco minutos, para viajar con su voz a aquellos estados de conciencia en los que tanto la música como la vida cobran su verdadero sentido.