Situada a unas ocho horas desde Madrid y unas tres horas y media desde Barcelona, puede ser un destino ideal para dos o tres de días de vacaciones o un punto de pernocta para un viaje más largo. La salida de la autopista A61 que lleva a La Cité es la 24 (Est), que nos deja primero en el Aire Mirador de Carcassone, una parada casi imprescindible para contemplar toda La Cité en la distancia. Desde allí, siguiendo las indicaciones y tras unas cuantas rotondas, se llega al Aparcamiento de Autocaravanas de La Cité (10€ / 24 h, gratuito de 20:00 a 8:00), en el Parking Gambetta. El recinto está vetado a la circulación, así que también puedes utilizar este parking si vas con automóvil, al igual que el Parking André Chénier o el Parking des Jacobins.
La Cité de Carcassona (esta es la forma en occitano, en francés se escribe Carcassonne), fue un enclave de gran importancia estratégico-militar durante más de 2000 años, cobrando excepcional protagonismo durante la cruzada católica contra la herejía cátara.
Está rodeada de una doble muralla de fortificaciones salpicadas de 53 inmensas torres, que hacen un total de 3 km. de recinto amurallado. En el siglo XIX, no obstante, estaba en tal estado de decadencia que se hacía necesaria una reconstrucción o un derribo. Gracias al historiador y erudito local Jean-Pierre Cros-Mayrevieille (1810-1876), que cuenta con su monumento en el interior de La Cité, se logró que el Estado impulsase su restauración, encargando las obras al célebre arquitecto, arqueólogo y escritor francés Eugène-Emmanuel Viollet-le-Duc (1814-1879).
En un principio su trabajo no parecía tener mucha aceptación, pero en 1997 Carcassonne fue inscrita por la UNESCO en su lista de lugares Patrimonio Mundial de la Humanidad y su silueta y edificios han aparecido varias veces en el cine: Robin Hood, príncipe de los ladrones (Kevin Reynolds, 1991), Los visitantes (Jean-Marie Poiré, 1993), El Mosquetero (Peter Hyams, 2001) y una película de 1964, El Hombre del Cadillac (Gerad Houry), con Louis de Funès y Bourvil, que fue rodada en parte en La Cité fortificada
Nada más llegar nos recibe el monumento a la Dama Carcas, quien se dice salvó la ciudad de las tropas de Carlomagno. Entramos por la Puerta Narbona, flanqueada por dos torres gemelas que salvan las lices, el espacio defensivo entre las dos murallas y en el que antiguamente se combatía. Una vez dentro de la ciudadela encontramos un laberinto de calles, callejas y plazoletas muy animadas con tiendas, restaurantes y toda clase de servicios turísticos (pueden encontrarse ventajas con la City Pass). Porque, sí... Carcassona es un recinto muy turístico, y a veces resulta agobiante pasear entre tanta gente, pero es parte de su encanto y es lo que ha hecho que este bastión medieval sea uno de los lugares más visitados de Francia.
Y es que el medioevo asoma en cada uno de sus rincones: atalayas, almenas, torres (la de San Nazaire, la de la Vade, la Trésau, la Torre Cuadrada…), puentes, poternas, pasadizos… hasta un Museo de la Inquisición. Todo se ofrece a nuestros ojos y a nuestras cámaras, con toda su magnificencia.
El Castillo Condal (único recinto que no es de libre acceso) y la Basílica de Saint-Nazaire-et-Saint-Celse (con una bellísima vidriera restaurada por Viollet-le-Duc), cierran un recorrido que puede terminarse en la Puerta del Aude, en la parte baja de la escarpadura de la ciudadela, con una muralla del siglo XII que impedía que el enemigo permaneciese entre el Aude y La Cité porque estaba situada a tiro de piedra de las torres.
No dudes en contar con La Cité de Carcassona para una próxima escapada y, si tienes oportunidad, no te pierdas la iluminación nocturna de la ciudadela. Más información sobre posibilidades de alojamiento y restauración en la Oficina de Turismo de Carcassona.