En un momento político marcado por la situación catalana, apenas han tenido protagonismo durante las últimas semanas otros procesos políticos. Exceptuando las elecciones generales en Alemania, donde el gran bombazo ha sido la vuelta de la extrema derecha al parlamento alemán, el referéndum del 1 de octubre ha ocupado las portadas de los grandes periódicos del país, eclipsando el resultado dado en otro de los referéndums convocados para esta misma semana, el del Kurdistán iraquí.
Prácticamente por unanimidad, los ciudadanos, con la gran presión internacional de países como Turquía o Irán, han dado el sí a la independencia en las urnas. Más del 70% de los 5,3 millones de kurdos llamados a votar han participado en una consulta que, si bien dará oficialmente los resultados en tres días, ha transcurrido con “total normalidad”, según los observadores internacionales. Entre esos observadores se encontraban Jon Iñarritu, senador por EH Bildu, y Mikel Urbazo, responsable de Relaciones Exteriores del PNV. Ambos afirmaron que además del ambiente “festivo” y “democrático” que se vivió durante el proceso, el referéndum kurdo y catalán son “diferentes”.
La consulta ha provocado tensiones entre Erbil, la capital kurda, y Bagdag. Masud Barzani, el presidente kurdo, ha asegurado que a pesar de que la independencia no se vaya a declarar “inmediatamente”, negociaría con Bagdag “uno, dos o más años”, pero que no volvería a la “fallida” Constitución del 2005 que le daba la autonomía a la región kurdoiraquí. Desde el Gobierno central iraquí nunca han escondido su rechazo al plebiscito, advirtiendo asimismo del "conflicto armado" que podría crear la independencia en días anteriores a la votación. A este rechazo, habría que sumarle el repudio internacional a esta votación, con la única excepción del estado israelí.
Entre esos países, los vecinos Irán y Turquía han sido los que con más vehemencia han mostrado su postura. No es para menos, ya que el pueblo de Kurdistán, además de estar dentro del estado iraquí, también se divide entre los territorios de Turquía, Irán, Siria y un pequeño enclave de Armenia. Por lo tanto, a una hipotética independencia del Kurdistán iraquí le seguiría posteriormente, al menos, el intento de emancipación en los territorios ocupados, algo que ni en Ankara ni en Teherán contemplan.
Tensión militar creciente
Las amenazas tanto del gobierno de Erdogan como el de Rouhaní durante los días previos a la consulta no han cesado, pero eso no ha impedido que el 93% de los kurdoiraquíes hayan votado por la independencia. Tras el cierre de los centros de votación, las llamadas entre Teherán y Ankara fueron constantes, declarando poco después, desde el gobierno iraní, que cerró el tráfico aéreo entre Irán y el Kurdistán iraquí, un cierre de fronteras entre el estado presidido por Rouhianí y Kurdistán. El jefe de las fuerzas armadas iraquíes, por su parte, se apresuró tras la finalización de las votaciones a movilizar a las tropas a territorio kurdo, más concretamente en Kirkuk, un territorio rico en petróleo, declarando un toque de queda "hasta nuevo aviso".
Por otra parte, Erdogan, con la excusa de “evitar la creación de estados terroristas”, ya declaró que no descarta una intervención militar. "Podríamos llegar de repente por la noche. Lo hicimos con la Operación Escudo del Éufrates (en Siria). Allí limpiamos 2.000 kilómetros cuadrados del Estado Islámico y daremos nuevos pasos con ese objetivo. Si hiciera falta, tampoco vacilaríamos en dar pasos similares en Irak", espetó hace unos días. Desde Erbil aseguraron, en un intento de apaciguar los humos de Turquía: "No somos ni seremos nunca una amenaza para la seguridad nacional de Turquía".