Todos los ojos están pendientes en Marine Le Pen. La candidata del Frente Nacional puede provocar un cambio radical en la política, no solo a nivel francés, sino europeo. Una hipotética victoria podría provocar el fin de la Unión Europea. Por tanto, tanto euroescépticos como europeístas están muy pendientes de los resultados de los comicios en Francia. La segunda economía europea sin contar a Reino Unido es un baluarte fundamental de la institución supranacional, por lo que su posible deserción se mira con preocupación.
Un partido histórico en su culmen
A Le Pen le viene de familia su afición por la política. Es hija de Jean-Marie Le Pen, el fundador y máximo dirigente durante cuatro décadas del partido que Marine dirige hoy. La formación fue fundada en 1972, cuando solo tenía cuatro años. Licenciada en Derecho por la Universidad Panthéon-Assas de París, fue poco escalando en el partido. Afiliada desde su juventud, pasó a trabajar en 1998 en su departamento legal, que llegó a dirigir. En 2003, pasó a ser la vicepresidenta.
En 2011, una vez su padre se echó a un lado, logró acceder a la dirección tras vencer en las elecciones internas y desde entonces no ha parado de crecer. Aunque el partido ultraderechista siempre había tenido cierto peso en la política francesa - desde 1984 siempre ha obtenido más de un millón de votos en cualquier elección -, nunca había alcanzado cotas tan altas. Desde que tomase el control del partido, este ha obtenido alguno de sus mejores resultados históricos. En 2012, en sus primeras presidenciales, obtuvo más de seis millones de votos para finalizar en tercera posición. Dos años después, en las elecciones europeas de 2014, fue la formación más votada, con casi un cuarto de los votos. A finales de 2015, volvió a repetir en la primera vuelta de las elecciones regionales. Solo el cordón sanitario que sufrió por parte de Los Republicanos y el Partido Socialista los privó de dirigir alguna región.
Le Pen lleva meses siendo la candidata con más respaldo en las encuestas. No obstante, sus opciones para llegar al Elíseo parecen ser bastantes reducidas. El motivo: el sistema electoral francés. Al ser a dos rondas, la segunda de ellas, en la que se enfrentaría a un único rival, parece ser insalvable para la candidata del Frente Nacional. Aunque consiga ser la opción más votada de primeras, parece que sus principales rivales la derrotarían sin excesivos apuros en el duelo directo contra el otro clasificado. Contra ella juega también el derechismo de Fillon, más alejado del centro que los otros aspirantes a liderar a Los Republicanos. Ello puede hacer que algunos votantes de derecha indecisos den la espalda a Le Pen.
De igual modo, su partido puede sufrir también para obtener un gran número de escaños en la Asamblea Nacional. La existencia igualmente de segunda vuelta probablemente condene al Frente Nacional a la hora de lograr representación parlamentaria. Aunque Le Pen llegue a la Presidencia, su labor se puede ver complicada por la negativa del legislativo a sus medidas.
Un plan marcado por el antieuropeísmo
Algunas de las medidas estrella de Le Pen en su programa son bien conocidas por todos los que hayan seguido ligeramente la política francesa. De llegar al poder, asegura que convocará un referéndum de salida de la Unión Europea, como hizo Reino Unido y, sacará al país galo del Euro. Pero el contenido de sus propuestas va más allá. En su discurso imperan las ideas que defienden que Francia es lo primero. Su programa se divide en siete puntos claves: Una Francia libre; Una Francia más segura; Una Francia próspera, Una Francia justa, Una Francia orgullosa, Una Francia poderosa y Una Francia duradera.
Es de destacar el cambio de imagen que ha buscado Le Pen desde que llegó a la dirección del FN. Para evitar ser catalogado como un partido excesivamente extremista, incluso ha llegado a expulsar a su propio padre del mismo cuando este realizó algunos comentarios calificados como inaceptables incluso para la extrema derecha, como que el Holocausto fue un pequeño detalle en la Segunda Guerra Mundial. Su lenguaje también es mucho más cuidadoso para no ser tachado de racista.
En lo económico, Le Pen apuesta por el proteccionismo. Una vez recuperado el control sobre la moneda y otros aspectos, la ultraderechista estaría dispuesta a subir los aranceles para dificultar las importaciones y favorecer el producto nacional francés. Además, también promete otras medidas como reducir la edad de jubilación a los 60, permitiendo la pensión máxima con 40 años cotizados; o la protección a las empresas francesas para evitar el control extranjero de los sectores clave.
Un punto muy comentado es la inmigración. Para empezar, Francia saldría de la zona Schengen, acabando con la libre circulación de personas y bienes en este espacio. Además, pretende acabar con el derecho de suelo por el que es posible que todos los nacidos en Francia consigan la nacionalidad independientemente de su condición, limitar los casos de asilo y reducir la inmigración legal a una cifra muy reducida, de unas 10.000 personas al año. Por último, los inmigrantes ilegales no podrán regularizar su situación, simplificando los procedimientos de expulsión.
Le Pen también pretende dejar la OTAN. La salida de la principal organización militar occidental conllevaría, por otro lado, el aumento del gasto militar para lograr una posible autodefensa de Francia. Además, se reforzará la seguridad con la contratación de más policía y control de fronteras. De hecho, la lucha contra el terrorismo permitiría la expulsión y retirada de la nacionalidad de los franceses que posean otra y tengan vínculos yihadistas, así como la deportación de los extranjeros fundamentalistas fichados por la policía.
Asuntos abiertos con la justicia
Si Fillon está imputado por el empleo ficticio de su mujer y sus hijos en la Asamblea Nacional, Le Pen no tiene problemas muy distintos. De hecho, está siendo investigada por la contratación en el Parlamento Europeo de un guardaespaldas y una ayudante como asesores. La institución europea ya le está embargando la mitad de su salario ante la negativa de la política de devolver el dinero. No obstante, ello no parece haber tenido consecuencias electorales.