Carla Simón convierte el relato de su vida en una película hermosa. “Verano 1993” es una de las óperas primas más redondas que se han hecho. Relata un film sobre la dura infancia desde una perspectiva en la que no se cae en lo melodramático y contada desde una inocencia brillante.
“Verano 1993” cuenta la historia de Frida, interpretada magistralmente por Laia Artigas, que afronta el primer verano de su vida con su nueva familia adoptiva tras la muerte de su madre. La directora podría haber caído en el sensiblerío más profundo pero, en su lugar, intenta recurrir a la comedia gracias al carisma de sus dos protagonistas más pequeñas.
El largometraje logra remover conciencias y despliega sus emociones de una forma verdadera y cautivadora. En sus 100 minutos, no decae en su ritmo en ningún momento. No es una historia perfecta, pero sabe sacarle mucho provecho a los recursos que tiene, combinando el drama con la comedia y las nuevas experiencias con lo ya vivido anteriormente.
Todo su trabajo consiste en dar sentido a la ausencia, explicar el por qué de la pérdida e intentar reflexionar sobre una de las experiencias más traumáticas que se pueden tener. La cámara no busca más que seguir a una niña que, de pronto, se ve lejos de su ciudad.
“Verano 1993” busca que el espectador reflexione e interprete la película de la forma en la que se sienta más identificada con ella. Las jóvenes actrices del film construyen un universo ficticio y totalmente creíble que logran como resultado una cinta con muchos imperfectos pero con una verdad y emoción que cose todos sus rotos.
Valoración: 3,5/5
Lo mejor: La potente interpretación de Laia Artigas, que consigue manejar a su antojo las emociones del espectador
Lo peor: Algunas escenas son un poco largas y se nota demasiado su improvisación