Es tiempo de resucitar mitos y leyendas: La Momia, Frankenstein, Godzilla, entre otros. Los grandes iconos que el cine clásico, con sus limitaciones técnicas, supo guardar a fuego en el imaginario colectivo están cobrando una nueva vida en la gran pantalla. La razón principal: la superación de dichas limitaciones, teniendo la capacidad de mostrar a estas leyendas en todo su esplendor. Grandes estudios, actores y efectos especiales están respaldando estas nuevas versiones, y Warner Bros ha probado ahora con sus recién adquiridos derechos de King Kong. Esta es su nueva propuesta del más grande y poderoso rey de la selva.
La sombra del King Kong de Peter Jackson está aún bastante reciente por lo que, con la intención de no caer en un re-hacer otra vez la historia clásica, Kong: La Isla Calavera presenta una historia en forma de precuela. Como suele ser habitual, hay varios puntos que se han mantenido como guiños/homenajes en la construcción de la trama: los empresarios obcecados por el viaje, la pareja protagonista con especial conexión con el monstruo, el carácter villano-héroe de Kong… Sin embargo, en el fondo, todo ello está reformulado (el oscuro secreto de los empresarios y su destino, Brie Larson no desempeña el papel de Naomi Watts y es más activa…). Renuncian a tratar de aspirar a esa poesía argumental de las anteriores versiones, y el guión es bastante honesto consigo mismo: se trata de una expedición, en la que se habrá varios grupos que pasarán por distintas y trepidantes fases en una carrera de obstáculos contra el tiempo y suficientes giros para sorprender y no caer en la monotonía. La historia en sí ni quiere ni puede ir más allá, no es nada novedoso. Eso se puede pasar, aunque lo que sí se le puede reprochar es el escaso desarrollo e interés de personajes (la manera de deshacerse de algunos es bastante gratuita), más aun contando con un espectacular reparto encabezado por los premiados Tom Hiddleston y Brie Larson. Al final, estos incluso acaban cediendo el protagonismo a los veteranos y más que efectivos John Goodman y Samuel L. Jackson, que ofrecen las mejores interpretaciones de la película. Particularmente, este último se alza como el personaje (humano) de mayor interés del film, en un papel que viene a ser como la versión buena de su rol en La Leyenda de Tarzán (David Yates, 2016).
Esa honestidad en el guión que daña en cierta manera a los personajes humanos se puede perdonar por el objetivo final que logra (y de qué manera): ensalzar los personajes no humanos. Kong es el auténtico protagonista, el mayor reclamo y, al fin y al cabo, es la razón por la que la gente va a ir al cine a ver la película (todos conocemos ya la clásica historia de la actriz y el gorila). La parte argumental y técnica coloca al espectador precisamente en esa posición, la de un mero espectador ante el espectáculo visual tan aterrador como impactante. La manera de presentar al gorila fragmentadamente, con ese halo de misterio y culto a la vez, desemboca en una escena de presentación de todo su esplendor tan mágica y estremecedora que te quita el aliento. La caída del helicóptero con la cámara fija, sin poder escapar de ese plano ni poder hacer nada ante las continuas muertes, la banda sonora que no hace más que rodearte de amenaza y peligro… La película hace gala de todo un despliegue audiovisual para, tras apenas media hora de film, justificar su propia existencia: esto es para lo que hemos pagado y esperado el estreno, este es el espectáculo y la expedición que merece la pena ver en el cine en 2017. Y si es en 3D, mejor.
Este despliegue inicial podría recordar, por eficacia y declaración de intenciones, al desembarco de Salvar al Soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998). Y es que la película juega en su forma y contenido, gracias a su honestidad en este último, a transitar por varios géneros con múltiples referencias a películas como esos claros contraluces con helicópteros y la puesta de sol que recuerdan
constantemente incluso en más momentos a la paleta de colores de Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979). Del género bélico a la comedia (magnífico John C. Reilly al son del personaje de Robin Williams en Jumanji, y las buenas réplicas de Tom y Brie). Como pequeño momento a destacar de esa estupenda combinación de géneros en una magnífica realización, es todo un puntazo la transición por corte de King Kong devorando a un soldado a uno de ellos comiéndose un sándwich; estupenda analogía como ejemplo de estos saltos y cuidados de detalles.
King Kong ha vuelto, y el paso del tiempo le ha sentado muy bien, porque se ha nutrido de él, en efectos especiales, construcción de EL personaje, realización y espectáculo visual. Kong: La Isla Calavera es la película que hay que ir a ver al cine para disfrutar de todo este impacto en la pantalla más grande posible y el mejor formato disponible. Y hablando del paso del tiempo: atentos a la escena post-créditos y los “enormes” detalles que da sobre lo que está por venir.