Una caja de cerillas, un amigo contando problemas, una avería de autobús o una guitarra son los elementos que necesita Jim Jarmusch para idear poesía cinematográfica. Los versos de Paterson embellecen un paraje desolador en esas ciudades abandonadas que tanto gustan al director. El creador de Bajo el peso de la ley presenta una obra que rima en su conjunto y llena con sus silencios, pocos pueden crear belleza con tan exiguo argumento. La vida de un conductor de autobuses de Paterson que escribe poesía en sus ratos libres sirve como pretexto para realizar una verdadera oda a la vida cotidiana, un soneto endecasilabo sobre el amor cuyos cuartetos hablan de poesía y tercetos de melancolía.

La película cuenta la vida de Paterson, al que da vida un convincente Adam Driver, durante una semana. Durante este corto tiempo la común vida del protagonista se tiñe de estrofas mágicas con delicadeza poética. Cada acción de Paterson: ir a trabajar, besar a su mujer, pasear a su perro o tomar una cerveza inunda al espectador de una sensación de pesadumbre bella.

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Paterson asume su vida con asombrosa felicidad, disfruta de las pequeñas cosas en compañía de su pareja a la que da vida Golshifteh Farahani. La actriz es el contrapunto vitalista y loco que enterce aún más la soledad voluntaria del protagonista. El entusiasmo por crear de una artista en potencia ilumina la vida de Paterson sin estridencias. Ambos forman una de las parejas cinematográficas más reales de los últimos años impregnando dulzura con cada café matutino. 

La ciudad es otro elemento clave en la obra, una ciudad sucia que es rodada con planos fijos y mucho cuidado en mostrar la periodicidad de sus habitantes. Unos habitantes que conforman un todo poético en su afán de crear belleza, aspiración de todo artista que se precie. Pero es que Paterson no se lo considera de sí mismo, su rasgo definitorio es la soledad creativa, reniega de un mundo exterior que no le interesa y del que es un mero espectador. Driver observa, crea y mira su reloj para comenzar de nuevo.

El director de Extraños en el paraíso nos enseña el proceso de crear en una cinta que engrandece al perdedor y lo normaliza. A veces en el cine se pueden ver perdedores más sugerentes que superhéroes tediosos. Paterson indudablemente rima.