Tras saborear el éxito en taquilla con Perdiendo el norte, el director Nacho G. Velilla regresa a la gran pantalla con Villaviciosa de al lado. Un filme en el que el realizador maño ha apostado de lleno por mostrar sin maquillaje algunos de los elementos más castizos de la sociedad española actual.

Y es que esta comedia no entiende de protagonistas y secundarios. Cada uno de sus personajes tiene mucho que decir en una trama que está muy bien sostenida en todo momento por el buen hacer de un reparto que forma una cadena de ADN muy bien entrelazada. Desde el inicio del filme el espectador ya nota esa simbiosis actoral que, a pesar de ser muy coral, guarda en cada pesonaje un rincón en el que encontrar elementos interesantes. La cinta recuerda, en muchos momentos, a aquellas comedias españolas de los 60 en las que todos los personajes importan y ninungo pasaba desapercibido.

Carmen Machi vuelve a demostrar una vez más que no hay papel que se le resista en esto de la comedia y la actriz es el eje a través del que giran los demás integrantes del reparto. Por otro lado, el malagueño Salva Reina se muestra estelar en cada aparición. Su personaje es uno de los más complejos de transmitir cara al público y el actor lo ejecuta con maestría. Gracias a él, las risas reviven con eficacia en momentos en los que quedan en segundo plano y al espectador se le vuelven a hacer necesarias. Tampoco hay que olvidar el buen trabajo de Macarena García. La actriz da vida al personaje que más matices y estados de ánimo tiene dentro del filme y la madrileña da muestras de sus capacidades interpretativas una vez más para hacer evolucionar su papel con eficacia.

Las localizaciones juegan un papel fundamental para situar con garantías la historia y  los pueblos aragoneses de Graus, Benabarre y Alhama de Aragón han conseguido dar ese aura de local y rural tan necesario a este largometraje. Se hace inevitable en varias ocasiones disfrutar de los paisajes que se muestran en algunas secuencias en las que precisamente se debería estar mucho más metido en la trama. Pero el guion a veces rechina y la parte cómica se hace más espesa en el último tercio. Incluso, hay alguna que otra escena que recuerda en gran medida a otras vistas recientemente en comedias españolas pero en las que Velilla sale victorioso. Ejemplo claro la del trono de Semana Santa que ya estuvo presente de forma similar en Ocho apellidos catalanes pero que en esta producción se hace más desternillante. 

Hacer reír tocando los temas de la prostitución, la homosexualidad, la política, las razas, la religión y las relaciones en un mismo filme no es tarea fácil. Pero Nacho G. Velilla apuesta y arriesga en España con una producción directa, concisa y sin tapujos, de las que van al grano, tras su exitoso paso por latinoamérica con la comedia No manches Frida que ha conseguido muy buenos resultados tanto en Estados Unidos como en México.