El cine independiente estadounidense nos tiene acostumbrados a mostrarnos la inmensidad del territorio en comparación con lo minúsculo de nuestra existencia, lo que pasa es que esa existencia siempre suele ser masculina. En esta ocasión, Kelly Reichardt nos narra la historia de tres mujeres en que intentan abrirse camino en un pequeño pueblo de Montana sin lograr demasiado éxito. Por un lado una abogada (Laura Dern) defiende a un cliente que acaba de ser despedido y ha tomado a un hombre como rehén. Otra mujer ( Michelle Williams) acoge en su hogar a un anciano con demencia senil y finalmente una joven licenciada en derecho (Kristen Stewart) se enamora de una alumna (Lily Gradstone) a la que da clases de educación para adultos. , sufren los arrebatos cotidianos que suceden en una pequeña comunidad rural. La cotidianidad se presenta en este caso de manera sobria, no hay estridencias narrativas que diluyan el mensaje, la frialdad y la naturalidad protagonizan este alegato a favor de la resistencia femenina ante este mundo injusto.

Las tres actrices ofrecen una interpretación sentida pero modesta, sin artificios. Lo corriente se hace bello si se tiene talento detrás de la cámara. Y es que la narración pausada, con poco movimiento de cámara y escaso diálogo, acerca al espectador a las corrientes vidas de los tres personajes. La frustración diaria enaltece la figura de la mujer con un mensaje claro de feminismo digno.

Sin embargo, las conclusiones son agrias, el fracaso determina la vida de las tres protagonistas que, sin éxito, intentan sobreponerse a los actitudes de cliente patán, un marido soso o un sistema educativo incoherente. Es el fracaso el que normaliza las actitudes de los personajes, no se demora en contarnos los sentimientos que siguen a ese fracaso, sino que simplemente lo traslada de forma normal, lógica y serena.

Reichardt ha conseguido dar forma a una buena historia que es capaz, sin forzados giros de guion, de retratar la brillantez de lo cotidiano.