Madrid, verano de 2011. Las protestas del 15-M siguen coleando en las calles. Los indignados tienen un motivo más para protestar: la visita de Benedicto XVI a la capital, como parte de las Jornadas Mundiales de la Juventud. La visita papal se produce en el peor momento político que sufre el país desde el comienzo de la crisis económica. Éste es el contexto en que se desarrolla el guión de Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen. En este delicado panorama, dos policías, Alfaro (Roberto Álamo) y Velarde (Antonio de la Torre) tratan de detener a un asesino en serie antes de que la opinión pública descubra el caso.

Rodrigo Sorogoyen debutó en el cine codirigiendo ‘8 citas’ junto a Peris Romano y voló en solitario con la estupenda ‘Stockholm’ en la que retrataba la noche madrileña y a una generación como pocos lo han logrado. Para la película que ahora nos ocupa ha dispuesto de un presupuesto mucho mayor, lo que le ha permitido rodar secuencias de acción trepidantes como la que tiene lugar por la calle Arenal y el metro de Madrid.

Aunque hay directores a los que saltar de una película pequeña, de corte más intimista, al cine de gran presupuesto les habría podido superar, no le sucede así a Sorogoyen. Ofrece una película más redonda que su anterior propuesta, rodada con brío y con la maestría de los más grandes. Es el ‘Seven’ o el ‘True detective’ patrio. Y lo de patrio no es casual, es una película de corte costumbrista que muestra esa idiosincrasia tan nuestra en la que muchos podrán verse reflejados y que juega con el humor en pequeñas pero acertadas dosis.

Habrá otros momentos en los que será más complicado seguir mirando a la pantalla. Es una película dura, violenta, turbia y sucia, que muestra la cara más violenta y agria del ser humano. Es un retrato de los bajos fondos de la capital y de una Policía que se enfrenta a los peores demonios del mundo en que vivimos para que podamos seguir durmiendo tranquilos por las noches. La banda sonora de Olivier Arson juega un papel fundamental para la transmisión de esa sensación de angustia. Intensifica la tensión en ciertas escenas clave por su presencia (como la persecución citada anteriormente) o por ausencia (en el clímax final).

En cuanto al apartado actoral, hay tres actores que sobresalen por encima del resto. El triángulo compuesto por los dos policías y el asesino. Del asesino no hablaremos, pues está planteado como una sorpresa y no queremos desvelar nada. Lo descubriréis y aplaudiréis vosotros mismos. En cuanto a los dos policías, Roberto Álamo interpreta un personaje para el que parece haber nacido. Se mimetiza con él y nos presenta a un policía que ha visto tanto infierno que empieza a refugiarse en la violencia y el alcohol.

Y si Roberto Álamo nos entrega un ejercicio de interpretación, no hay palabras suficientes para contar lo que crea Antonio de la Torre, pero se puede resumir en una: magia. El actor, que acostumbra a dejarse la piel en cada personaje, realiza esta vez el papel de un hombre solitario, retraído, aquejado por un tartamudeo que parece innato en el actor. Solo por él merece la pena el precio de la entrada.

Se trata de una cinta con multitud de capas. Un retrato de la soledad ambientado en la ciudad más habitada de España. Puede que sea la película más violenta y desagradable salida de nuestras fronteras este año, pero también el thriller más redondo y desgarrador que hemos podido ver en un año en el que también se han estrenadoCien años de perdón’, ‘El hombre de las mil caras’ y ‘Tarde para la ira’. Sin duda el thriller español está de enhorabuena.

Nota: 9 / 10