Dijo en su momento Dante que la raza humana se encuentra en la mejor situación cuando posee el más alto grado de libertad. Pues esto es algo que no ha sabido aprovechar Ron Howard a la hora de crear su nuevo proyecto audiovisual de temática enigmática.
Con Inferno, el cineasta no logra sacar el partido a todo su potencial tras las cámaras y la historia basada en el libro de Dan Brown queda en un mero viaje por una carretera secundaria con un límite de velocidad que en ocasiones aburre y desespera. Todos sus elementos narrativos ponen el piloto automático hacia un final más que previsible.
El misterio avanza con demasiadas pistas hacia un espectador que no necesita de la última media hora de metraje para saber el descafeinado desenlace que le espera a los protagonistas. Únicamente las bellas localizaciones de la ciudad de Florencia, Venecia y Estambul y el acertado apartado visual y musical pueden sobrevivir al descenso a los infiernos.
De hecho, parece que el equipo tuvo que dar protagonismo a la música en su traca final con un concierto de cuerda elevado a lo sinfónico por Hans Zimmer para que el filme manteniese sus constantes vitales y el pulso en reposo con el espectador.