Con acordes de guitarras esta experiencia de cine oriental con sede en Oregón se presenta como una de las más ambiciosas y originales películas de animación de la temporada. Kubo es magia, portentosa metáfora de las emociones familiares con una profundidad que deja muy atrás a sus competidores más directos.

La cinta de stop motion cuenta la historia de Kubo, un joven muchacho que alberga en su interior una terrible maldición perpetrada por su propio abuelo. Para combatirlo solo contará con la protección de su madre y de un compañero muy particular en forma de escarabajo gigante. Los personajes se mueven en una suerte de sensibilidades fraternales para con Kubo trasmitiendo una calidez que traspasa la pantalla. Una calidez que se diferencia de los primeros acordes de la película, más fríos y desasosegantes. Los toques de humor hacen las delicias del público más infantil que no entenderá los matices metafísicos de una cinta que, sin abandonar lo buen rollista, muestra al espectador adulto una verdadera leyenda homérica sobre la intervención de los dioses en el mundo terrenal. Esta dicotomía entre oscurantismo épico y buenas intenciones infantiles va acompañada por un conjunto de imágenes y que revelan a Kubo como una de las grandes películas de animación del año.

Ambientada en el Japón medieval, Kubo ofrece una combinación entre sólidos preceptos de moralidad asiática, el arte del origami y samuráis tirando flechas. Una historia en planteamiento simple, con el héroe clásico que es acompañado por unos secundarios en un viaje que le lleva a encontrar su destino pero a esto hay que añadir una animación en stop motion que deja imágene impresionantes que reflejan el talento de su creador.

Travis Knight firma su primera y mejor obra de todo el estudio Laika, y lo hace en un momento en el que la animación estadounidense sufre de una multipolarización en lo que a temas y autores se refiere. Luz y oscuridad se unen con los acordes de la guitarra de un personaje valiente pero alejado del héroe común seguro y altivo. Kubo tiene miedos, siente la pérdida de sus padres pero es capaz de alzar el perdón como la gran paradoja de la película.