Muchos precedentes y prejuicios son los que enfrenta la tercera entrega de la actual saga cinematográfica de Star Trek. El más fuerte sin duda es la famosa serie de televisión que dio origen a todo este universo. A ello hay que sumarle las 10 películas anteriores a esta nueva saga. Y todo esto contando una historia diferente. La presión más cercana es la de conformar la tercera parte de lo que ya está confirmado no es una trilogía (Chris Pine y Chris Hemsworth ya han firmado para la próxima secuela). Y por si todo ello no fuera poco, J.J. Abrams no repite por tercera vez en la silla de director. ¿Es un capítulo demasiado largo de la serie de TV? ¿Es un refrito de los tantos films sobre este universo realizados hace no tanto tiempo? ¿Está a la altura de sus dos anteriores entregas?
A pesar de que el público no haya sido muy benévolo, el caso es que la crítica ha apoyado considerablemente a Star Trek: Más Allá. ¿Acaso tiene una buena historia que contar y los espectadores no se han interesado por ella? Sí y no. Volviendo a las comparaciones de antes, este film sí que podría considerarse como un episodio más de la serie de TV. ¿Acaso es eso algo malo? No se trata de estirar una trama innecesariamente, sino de una estructura clásica y variada, trepidante e intensa visualmente, yendo cada vez más allá en su línea pero sin salirse de ella. La primera entrega se recordará por contar el origen de Kirk y el equipo de la Enterprise. La segunda por su oscuro villano magistralmente interpretado por Benedict Cumberbatch. Esta tercera puede que no destaque especialmente en nada, pero realmente lo tiene todo.
Los tráileres parecían vender un tono más existencialista y reflexivo, como un viaje en busca de la identidad personal. Efectivamente, ese es uno de los puntos que caracteriza al film, aún cuando realmente sea como una trama principal de un episodio de serie de TV que aquí se queda en colchón de fondo muy interesante. Esa clave en drama que domina en los primeros minutos de metraje va dejando paso una vez se aventuran los protagonistas en el nuevo planeta a ese tono más aventurero con puntos cómicos y pícaros ocasionales. Variedad y equilibrio, en ningún momento se echan en falta más risas o se percibe vacío dramático.
Y además de todo ello, mucho ritmo, sin parar. Siguiendo con esa estructura clásica de serial, la acción no se pierde en un batiburrillo de escenas alocadas y sin sentido. Hay tres escenas claves de acción, tres despliegues donde todos los elementos (puesta en escena, hechos previos/posteriores, interpretaciones…) confluyen y aportan para crear todo un conjunto muy potente que eleva la película. La acción está muy cuidada al estar en su momento justo, con su duración necesaria, y con todo el despliegue necesario para emocionar y hacer que valga la pena disfrutarla en pantalla grande (y en 3D, a ser posible también). El director Justin Lin vuelve a ser sinónimo de ritmo y entretenimiento con acción bien planificada y muy agradecida.
Sin embargo, en la labor de tirar con esta gran nave para delante siempre hay daños colaterales, y Star Trek: Más Allá cojea en uno de sus flancos principales y más míticos: los personajes. Es curioso
que precisamente cuando tratan de introducir más reflexión personal sea cuando más se echa en falta esa profundidad. El prólogo inicial con voz en off del Capitán Kirk y planos de toda su tripulación parece prever conflictos y desarrollos individuales de esos personajes. Nada más lejos de la realidad: solamente Kirk y Spock logran tener su propia trama destacada, y la de este primero tampoco es que sea para nada del otro mundo. La teniente Uhura queda relegada a un más que inmerecido segundo o tercer lugar (en las pocas escenas de cara a cara que tiene demuestra el tirón que aprovecharía si se le diera la oportunidad), los ingenieros de Simon Pegg y Anton Yelchin nunca fueron tan floreros y faltos de desparpajo, e incluso al capitán Kirk le falta más viveza y/o conflicto como para interesar y destacar más de lo que lo hizo en las dos anteriores entregas. Solamente podrían salvarse Karl Urban gracias a su mezcla perfecta de seriedad y comicidad y la caracterización y fuerza del personaje de Sofía Boutella, eso sí, perdonándole esa subtrama que se queda a medio despegar.
Hablando de aquellos anteriores films y de los personajes: en la primera, la historia de orígenes múltiples de la tripulación compensaba un villano normalito (aun cuando tenía su trama de fondo destacada); en la segunda parte, ocurría justo al revés con un villano que bien valía una película. En esta tercera parte, ni hay historias individuales fuertes ni un antagonista de gran película: volvemos otra vez a la estructura clásica (y sí, también agradecida) de serie de televisión. La interpretación de Idris Elba se nota esforzada, y da sus frutos, pero la caracterización tan normalita
como la de Star Trek (J.J. Abrams, 2009), unas intenciones que no acaban de aclararse ni de interesar y un carácter que se queda flojo hacen que vuelvan más fuertes las odiosas (y lamentablemente repetidas) comparaciones.
Volando hacia delante, más allá. Puede que no más alto, pero sí más fuerte. Ese sería el lema del nuevo viaje de la USS Enterprise. Esa tradición está ahí, y en este caso no es para hundir el film, sino para auparlo como una buena nueva aportación a la tradición trekkie, con un esquema clásico que funciona, claro y disfrutable por todo el mundo. Merece la pena verla, y hacerlo en la mejor pantalla y con el mejor espíritu posible, ya que Star Trek: Más Allá satisfará con creces esas expectativas. Larga vida cinematográfica a las trepidantes aventuras espaciales de la nave Enterprise.