El cine de terror tiene que innovarse cuanto antes. Muchas veces parece que, si has visto una película de este género, ya las has visto todas, puesto que suelen coincidir en su argumento y en provocar el sobresalto del espectador sin ningún sentido. Afortunadamente hay algunos filmes de miedo en los que no ocurre esto, como en la reciente y excelente La Bruja (2016), que busca inquietar al espectador usando otros recursos; por desgracia, Nunca apagues la luz no es una excepción. La cinta busca repetir el éxito de su cortometraje, creando un personaje tan visualmente inquietante como el de Diana, mucho más siniestro que en su versión de 3 minutos.
El problema es que el largometraje intenta meter tramas nuevas para adornar el filme, pero lo único que consigue es crear situaciones demasiado alargadas y predecibles hasta decir basta. Y es que, en Nunca apagues la luz, sabes exactamente los momentos en los que va a venir el susto y lo que ocurrirá justo después, además de predecir su final al principio del metraje. Prometía ser una de las películas más inquietantes de la década cuando, realmente, el sobresalto nunca llega. Sus dosis de terror son mínimas y lo único emocionante es su comienzo y la escena de Teresa Palmer con los maniquíes.
Nunca apagues la luz logra lo imposible, y es aburrir al espectador con una duración de solo 81 minutos. Al filme le sobra una hora, ya que con 20 minutos está todo visto. Se prolonga innecesariamente metiendo dramas familiares y escenas con mucho diálogo y demasiado suaves para este género. Además, los momentos más importantes de la trama rozan lo ridículo, haciendo que el público suelte una carcajada en vez de un grito, lo que es sinónimo de que algo falla y que no pasaría si el guion estuviese construido de otra forma. La cinta se deja ver, pero no aporta nada nuevo al cine de terror y ni siquiera entretiene, siendo una copia Serie B de Mamá (2013).
Valoración: 2/5
Lo mejor: la escena con la que se abre el filme y el personaje de Alexander Dipersia.
Lo peor: debería ser mucho más ambiciosa y no está a la altura del genial cortometraje en el que se basa.