La inminencia de los Juegos de Río de 2016 posibilita el rescate histórico de instantes inolvidables vividos al calor de la llama y el brillo de la luz olímpica, la inmensa mayoría de ellos protagonizados por los atletas, verdaderos protagonistas del evento deportivo más relevante a nivel internacional en la vinculación del ser humano con el deporte. Pasajes de oro de la historia del olimpismo que escenificaron cronológicamente la capacidad de superación de los atletas; tanto en su perfeccionamiento y evolución en la técnica, como en la ejecución de las diversas modalidades deportivas. Gestas históricas que elevaron a estos deportistas a la condición de semidioses, labrando sus carreras en las faldas del Monte Olimpo, bajo la atenta mirada del poderoso Zeus. Pero los Juegos Olímpicos constituyendo la ocasión perfecta para que el deportista descubriera sus límites como ser mortal y excepcional, sirvieron para que otra serie de geniales artistas mostraran su potencial dejando el sello eterno de su talento.

Instantes para el recuerdo

Foto: georgesjournal.org

Uno de los citados instantes no protagonizados por los deportistas se pudo ‘no vivir’ en los Juegos de Barcelona de 1992, considerados como uno de los mejores organizados de la historia. Barcelona 92 rebosa de instantes inolvidables, desde el encendido de la antorcha olímpica efectuado por el deportista paralímpico Antonio Rebollo con un flechazo a lo Robin Hood, al Dream Team de Michael Jordan, Earving 'Magic' Johnson, Larry Bird, Charles Barkley, Patrick Ewing, John Stockton, Karl Malone, David Robinson, Scottie Pippen,… Momentos para la leyenda, para la impresión en la memoria; como el escenificado por Dereck Redmond, favorito absoluto en los 400 metros que perdió la segura medalla de oro por una lesión en el tendón de Aquiles en semifinales. Un contratiempo físico que acabó con su gran sueño, también con su carrera.

Las pupilas del tiempo siguen dilatadas ante la visión de Redmond, que empecinado en terminar la carrera con gestos de evidente dolor, atravesó a duras penas la meta acompañado por su padre bajo una atronadora ovación. Porque el deporte no es solo victoria, la derrota suele ser lo más habitual, por ello el componente de superación constituye uno de sus valores más puros. De los miles de deportistas que compiten tan solo algunos pueden saborear las mieles del triunfo, regresar con la corona de laurel sobre sus cabezas y las preseas de metal colgando sobre sus cuellos. Barcelona representó el sueño de muchos, constituyó el sueño cumplido de Juan Antonio Samaranch, también el de Pascual Maragall; representó reivindicación, desafío y valentía, como la que demostró la argelina Hassiba Boulmerka, al proclamarse campeona olímpica de los 1500 metros, tras haber sido amenazada de muerte por competir en pantalones cortos. Fue igualmente la olimpiada de Vitaly Scherbo, que ganó seis medallas de oro en gimnasia, cinco en individual y una por equipos.

Barcelona, Mercury - Caballé

Foto: namu.wiki

Para el deporte español constituyó sin duda un evento inolvidable, posiblemente inigualable debido a las 22 medallas conseguidas, pues hasta ese momento España tan solo había conseguido 26 medallas en la suma de todas las olimpiadas desde su primera participación en Paris 1900. Destacando por encima de todas la medalla de oro conseguida por Fermín Cacho en los 1500. Pero la Olimpiada de Cobi, la del perro cubista diseñado por Javier Mariscal, fue una olimpiada musical, la de un pentagrama y dos legendarias e inmensas voces unidas en una canción: Barcelona. La de la soprano Montserrat Caballé, que aún se emociona cuando la escucha, y el inigualable Freddie Mercury. Tema perteneciente al álbum Barcelona (Island Records), que tuvo como referente sensacional una composición elegida por el Comité Olímpico Español como himno de los Juegos Un tema que amalgamando dos registros diferentes, totalmente dispares, de dos genios de la música y la canción, obtuvo un enorme éxito a nivel mundial, vendiéndose más de un millón de copias.

El dueto mágico entre la más excepcional cantante lírica de su época con tesitura de soprano, y Freddie Mercury, del que se decía que poseía tal tesitura como para abarcar cuatro octavas, pero que en realidad poseía una gama vocal dentro de la normalidad. Mercury era un barítono cantando como tenor, cuyo secreto radicaba en su excepcional control sobre su técnica, basada en la distorsión intencionada, las subarmonías que producían su garganta, y el inconfundible sello de su vibrato, tan veloz como irregular. La simbiosis vocal y musical de dos genios, entre el clásico y el rock, para alumbrar la que pasa por ser la mejor canción de la historia de los Juegos Olímpicos.

Cuentan que la segunda pasión de Mercury era la ópera y que uno de sus grandes referentes era Montserrat Caballé. Desde que se encontraron por primera vez en el Ritz de Barcelona, la conexión fue instantánea y fruto de la citada conexión surgió Barcelona. Las apretadas agendas de uno y otro provocaron que la elaboración del álbum se dilatara en el tiempo durante año y medio. Freddie ya estaba enfermo por lo que muchas de esas canciones poseen una complicidad, un significado y un simbolismo ciertamente especial que difícilmente olvidará la soprano española. Entre el réquiem y su trabajo póstumo, Mercury dejó lo mejor de sí, vibraciones que sirvieron para que Montserrat brillara a una altura musical extraordinaria, como queriendo acompañar en su último viaje a una voz irrepetible que estaba a punto de marcharse al Olimpo musical.

El instante que no se pudo vivir físicamente

Paradójicamente el momento más brillante de la historia de los Juegos de Barcelona de 1992, fue aquel que se escuchó en varios escenarios del mundo desde la publicación del disco en octubre de 1988, pero que no se tuvo la suerte de vivir en directo en los Juegos con ambos genios cantando sobre el escenario del Estadio Olímpico de Montjuic. El fallecimiento del genial cantante de rock, pocos meses antes de la celebración de los Juegos lo impidió. La canción elegida para sustituirla fue Amigos para siempre, interpretada por Sarah Brightman y José Carreras. La voz del recordado Constantino Romero dio entrada al tema, también muy emocionante y magníficamente cantado por ambos, pero nada comparable a lo de Mercury y Caballé. Al disco Barcelona, compuesto por ocho temas grabados entre los estudios Mountain, de Montreux, Suiza y los londinenses Townhouse Studios; ocho temas para el recuerdo: Barcelona (Mercury/Mike Moran); La Japonaise (Mercury/Mike Moran); The Fallen Priest (Mercury/Mike Moran/Tim Rice) ; Ensueño (Montserrat Caballé/Mercury/Mike Moran); The Golden Boy (Mercury/Mike Moran/Tim Rice); Guide Me Home (Mercury/Mike Moran); How Can I Go On (Mercury/Mike Moran); y Overture Piccante (Mercury/Mike Moran).

La ceremonia de inauguración fue espectacular y se calcula que fue seguida en televisión por 2.000 millones de personas en todo el mundo. Como suele recordar Montserrat Caballé, Freddie no estuvo físicamente en Montjuic, pero su voz disfrazada de fuego olímpico abrió y alumbró la conexión para las televisiones de todo el mundo, que emitieron uno de los más bellos himnos creados para unos Juegos y un evento deportivo en toda la historia. Barcelona, el himno de unos Juegos extraordinarios, el de una voz truncada, aquel que Mercury no pudo vivir y que el mundo jamás dejará de tener presente.