Escrita y dirigida por Michael y Jeff Zimbalist, la película, el biopic sobre el legendario astro brasileño ‘Pelé: Birth of a Legend’ (Pelé, el nacimiento de una leyenda), ha sido estrenado en mayo de 2016 en EEUU y será estrenado en los cines españoles en agosto de 2016. Tras un largo periplo de vicisitudes desde que en 2013 ‘O Rey’ promoviera su producción en el Festival de Cannes, por fin ha visto la luz en las salas de cine. Protagonizada por Leonardo Carvalho Lima y Kevin de Paula (en el papel de Pelé, en su niñez y juventud), las críticas recibidas hasta el momento inciden en la naturaleza más bien pobre y discreta del guion, priorizando por encima de todo la energía visual y la mitificación del protagonista, en este caso Dico, conocido por todos como Pelé, un apodo que como se muestra en el film no apreciaba nada Edson Arantes do Nascimento.

Los expertos en cine, los críticos tienen parte razón cuando defienden que se incide en demasía en el ensalzamiento del mito. El hecho de que el elogio y la divinización de un personaje, por repetitivo acaba convirtiéndose quizás en vulgar y del todo legendario. Evidentemente el rigor histórico del film se confunde con el guion, el biopic se aleja por momentos de la biografía, para adentrarse de lleno en el desarrollo de una pura exhibición visual, que contribuye a la mitificación de su figura. Respecto a su apodo se pasa por encima, obviando que a Dico (también conocido como Gasolina porque además de lustrando zapatos trabajó en una estación de servicio), le gustaba portar el número uno. Y en aquellas ‘cascaritas de garoto’ en cada atajada gritaba Bilé, nombre del portero de Vasco de São Lourenço-MG, equipo en el que su padre jugó antes de ser contratado por Baurú. Un nombre que pronunciado con su acento cerrado acabó siendo interpretado como Pelé, que no le atraía para nada, puesto que su ilusión siempre fue ser conocido como Edson, elegido por sus padres en honor al inventor de la bombilla.

La gran dicotomía de la década de los cincuenta

En cuanto a la única referencia social sobre la gran dicotomía a la que se enfrentó Brasil en la década de los cincuenta respecto a su identidad y el estilo, se reduce en el film a la rivalidad escenificada entre José “Mazzola” Altafini, (delantero representado como un pretencioso joven de clase alta de orígenes europeos) y el joven Dico Nascimento. También al sentimiento perdedor que se generó en Brasil en el Mundial de 1950, cuando Uruguay les hizo despertar de un sueño con un Maracanazo que partió en dos el corazón de un pueblo en el que la Ginga formaba parte indisoluble de su esencia vital y artística. Por ahí se identifican algunos de los aspectos positivos de la película, que de todos modos se queda a medias. La duda surgida de la frustración, la idea absurda de la colonización del estilo europeo. Un hecho histórico y una crítica acertada, una filosofía de juego contra la que Brasil luchó durante décadas, pues le alejó de su propia identidad. En el biopic se mitifica a Pelé, se redunda en su grandiosa figura, se recuerda las lágrimas de su padre Dondinho tras el Maracanazo, el encuentro de Dico con él, su promesa: “No te preocupes, no llores papá, te prometo que algún día haré a Brasil campeón del mundo”.

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La potente energía visual de la película queda escenificada en las polvorientas calles de Baurú, con unos niños descalzos haciendo malabares de Oliver y Benji con una pelota de trapo que vuela por techos de latón y uralita sin tocar el suelo de las favelas. Se refleja también la oposición inicial de Celeste, su madre, a que Dico fuera futbolista. Aquellos primeros años de humilde existencia en Baurú, con un padre cojo por el balón ganándose la vida limpiando retretes, la también emocionante y visual escena de Dondinho ‘enseñando’ a su hijo la técnica de la Ginga a una quinta de su casa, junto a unos árboles de mango, manjar que se convierten en objeto de sus malabares. La aparición de Waldemar de Brito, cazatalentos del Santos, que le descubre en un partido en el que tiene frente a él un puñado de niños pudientes entre los que se encuentra Altafini. La lucha de la diferencia de clases, el señorito de toda la vida ante el hijo de una limpiadora que tiene contratada. La tarjeta de Brito olvidada en un cajón hasta que su madre cede y sale de su casa casi con quince años para Santos y tan solo en dos convertirse en campeón mundial.

En la película la vida transcurre casi tan rápido como le sucedió a Pelé

En la película de Michael y Jeff Zimbalist la vida transcurre casi tan rápido como le sucedió a Pelé, que en prácticamente año y medio tocó la cima del mundo, por ello se pierden por el camino algunos detalles que son cubiertos con la potente energía visual de los cambios de rol de Pelé, su lucha interna entre convertirse en un jugador práctico, un jugador más, a transformarse en algo bello que conecta con la Ginga, una forma absolutamente diferente de jugar. De este modo se llega al desenlace del Mundial de 1958, tan rápido como sale de las calles de Sao Paulo. Su irrupción en Santos y la convocatoria para la selección de Vicente Feola.

¿Dónde está Nilton Santos?

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Es cierto que el ‘Gordo’ Feola fue expresamente elegido por la CBF como seleccionador del 58 porque la frustración se había apoderado de Brasil. Necesitaban un técnico con un concepto de juego mucho más cercano al del fútbol europeo. De hecho era más partidario de los jugadores ‘europeos’, pero en el film se obvian una serie de circunstancias que no hacen justicia con lo que realmente aconteció. Se omite inexplicablemente la figura de Nilton Santos, el alma de aquella selección. Pues fue Nilton Santos “La Enciclopedia del fútbol”, el jugador que convenció a Feola sobre el hecho de que Brasil no podía renunciar a su identidad. Su voz fue vital para que en aquella lista de convocados estuvieran presentes los dos genios de la nueva generación: Garrincha y Pelé (pese a su lesión de rodilla). Feola les consideraba individualistas e indisciplinados, pero Nilton Santos, que identificó a Pelé desde el minuto uno que le vio jugar y conocía bien a Mané, (había sufrido sus ‘caños’ en el club de la Estrella Solitaria), le hizo ver que lo acontecido en Maracaná en 1950 fue un accidente. Nilton y los pesos pesados del vestuario no se opusieron al trabajo táctico de Feola, pero le dejaron claro que o dejaban hacer a Garrincha, Didí y Pelé, o ellos no jugaban. De hecho es bien conocida una anécdota en la que Feola aburre hasta la saciedad a sus jugadores con interminables indicaciones tácticas, cuando se acerca a Garrincha y le pregunta: ¿Ha comprendido usted? Y Garrincha responde “¿Usted se puso de acuerdo con los rivales para que tengamos que hacer todo eso que nos indicó? haciendo estallar al vestuario de risa.

La Capoeira, la Ginga

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En la película se intenta reflejar la lucha, la duda sobre la naturaleza del juego brasileño, su renuncia al estilo propio, personalizada en Altafini y en la figura del seleccionador. Existe un poso de verdad en todo ello, pero se queda a medias porque ningunea injustamente tanto a la figura de Garrincha, que por su personalidad de Peter pan y sus piernas arqueadas de campanilla, merece una película para él, como a la de Nilton Santos, el verdadero valedor de la Ginga. El estilo que hizo posible que Mané y Pelé, hicieran recobrar a Brasil su personalidad. Aquella con la que demostraron al mundo que se podía ser competitivo y vencedor a través de la belleza y estética de un juego al que Brasil aportó su propia interpretación. Lo que Igor Netto, futbolista soviético que sucumbió ante la magia brasileña, definió de la siguiente manera: “Todavía sigo asombrado por el juego de los brasileños. No es fútbol. Debería buscarse otra palabra para definirlo con mayor exactitud”. Y esa palabra es Ginga, reflejada de hecho de una manera visualmente bella en la figura de Pelé. El protagonista del film, O Rey’, el creador del número diez, una realidad que a veces parece un espejismo; mucho más en estos tiempos, en los que Brasil se convirtió en una producción en serie de medios centros defensivos.

Foto: notas.org.ar

Tiempos que olvidan que el fútbol en Brasil siempre fue la reinterpretación con un balón de la Capoeira, creada por los indios y esclavos africanos que huyeron a los bosques en 1624 con motivo de la invasión holandesa. Un arte marcial considerado al mismo tiempo como lucha y danza prohibida; practicada en los Quilombos, asentamientos en los que llegaron a ser autosuficientes durante al menos un siglo. Una confluencia de culturas surgidas del tronco común de la Amazonia y la jungla africana, el reflejo de los movimientos de los animales, la felina y explosiva forma de atacar del jaguar, las cabriolas y saltos de los macacos, la astucia del zorro en el arte del engaño y la capacidad de la araña para entrelazar a su presa. Todas estas técnicas desarrolladas partiendo de una posición inicial llamada Ginga, el movimiento fundamental de la Capoeira, el balanceo entre dos posiciones, la posición básica y la posición paralela. La identidad de Brasil y su fútbol, la de Pelé, el mejor jugador de todos los tiempos, el trance de un chico desmayado por la Ginga en el estadio sueco de Rasunda, que coincidió con el de un País que siempre amó el fútbol de una manera muy personal. Aquel que debe reflexionar urgentemente sobre la necesidad de levantar la prohibición de la Ginga, una absurda autocensura que les aleja cada vez más de su propia naturaleza.