Llegó un día tan esperado, deseando que pasara pronto, como temido por todo el planeta. El día en el que los británicos decidían si querían seguir en la Unión Europea o dar un portazo y marcharse. La campaña fue muy intensa, tanto por un lado como por el otro; la tensión también fue creciente en los días previos, que canalizaron, entre otras cosas, con el asesinato de Jo Cox. Precisamente, este triste acto parecía, según los expertos, decantar la balanza a favor de la permanencia en la UE. Incluso, durante la noche del 23 de junio, el escrutinio avanzó en esa dirección. En unas fluctuaciones siempre inferiores al 60% en un sentido o en otro, se acabó decidiendo a favor del sí. El sí a una salida consensuada y negociada de una Unión Europea de la cual los británicos nunca se han sentido hijos.
A partir de aquí, se han puesto muchas cuestiones sobre la mesa. La primera y más importante es la caída histórica de todas las bolsas mundiales. El Ibex 35 ha amanecido con caídas continuadas en torno al 10% durante toda la jornada y un desplome total cercano al 12%, el mayor batacazo de su historia. La prima de riesgo de Portugal, la economía más débil de la zona Euro tras Grecia, se ha disparado y ya roza los 400 puntos básicos. En general, todas las economías se han debilitado (obviamente, unas más que otras). El precio del barril de petróleo también ha sufrido un descenso considerable, rondando el 5%. En el plano puramente británico, la libra esterlina ha caído hasta un 8%, rozando un mínimo histórico que no se veía desde 1985. Algunos bancos muy importantes, como Barclays o RBS han vivido pérdidas en la bolsa de Londres de hasta el 30%.
Aun así, los expertos no se han cansado de repetir que esta situación se normalizará en dos o tres días. La salida del Reino Unido no es tan grave como podría ser, por ejemplo, una salida de Grecia, Francia o la propia España. El país británico no tendrá que pasar por la traumática situación de monetizarse y sacar de circulación el Euro. A pesar de que esta fractura entre el centro mundial de finanzas (el 70% de las grandes operaciones económicas se realizan pasando por Londres) y su mayor mercado es traumática, las lesiones serán menos graves. No será así en el aspecto social; la fractura entre los partidarios de una y otra opción, e incluso la brecha generacional, se ha agravado. El resultado tan ajustado hace pensar que habrá un antes y un después muy importante en el país.
Además, esta salida no solo rompe la sociedad británica e, incluso, europea. Alimenta los movimientos independentistas en Escocia, donde, seguro, pedirán un nuevo referéndum. Los líderes nacionalistas escoceses ya aseguraron hace un año que pedirían una segunda vuelta a esa consulta que ya se realizó. Ahora, además, contarían previsiblemente con el voto de los partidarios de mantenerse dentro de la Unión Europea (aunque, como nueva nación, tendrían que entrar como un nuevo miembro). Quién sabe si, incluso, podrían asumir el Euro como nueva moneda, debilitando y de qué manera la libra y, con ella, la economía inglesa. Junto a ellos, ya se ha hablado de que les podrían acompañar Irlanda del Norte; como mínimo, para la realización de ese referéndum.
¿Reconstrucción o disolución de la UE?
Ahora, la pelota está en el tejado del Parlamento Europeo, donde ya se han reunido los líderes comunitarios para abordar un tema que nunca llegaron a plantearse en serio. Además, en Berlín, Angela Merkel ha convocado a los seis países fundadores de la Unión Europea para analizar esta situación. Una situación que se presenta con dos únicas posibilidades, y ambas precisan de cambios bruscos tanto en lo político como en lo social y económico. Cualquier intento de continuar por la senda actual en la mayoría de políticas que se están llevando a cabo en Bruselas sería tensar una cuerda que está a punto de romper. El ascenso de la extrema derecha, los movimientos euroescépticos y el racismo no aguantarán mucho más esta misma situación.
La primera vía, que están proponiendo, sobre todo, los movimientos de izquierdas del sur de Europa, es reconstruir una nueva visión europea. Ellos piden reinterpretar los fundamentos de una Unión Europea socialdemócrata en origen, con políticas sociales que regeneren la muy posible fractura de la zona Euro. Recuperar una comunidad que refuerce el estado de bienestar, y la defensa de los derechos humanos y sociales en los que se fundó la UE. Este guante de la nueva socialdemocracia, muy probablemente, será recogido por los gobiernos conservadores europeos. El planteamiento será el mismo que a mediados del siglo pasado: medidas sociales para luchar por obtener el apoyo ciudadano en un intento de frenar el ascenso de ideologías fascistas. En el pasado, se creó un gran estado social para evitar que hubiera una revolución comunista a gran escala. Esta vez, quieren frenar a la extrema derecha.
La otra gran alternativa es evidente y ya está encima de la mesa en muchos países: hacer referéndums de salida de la UE en todos los países europeos. Esta, precisamente, es la propuesta de los euroescépticos de extrema derecha. Su máximo representante es el Frente Nacional francés, cuya líder, Marine Le Pen, no ha tardado demasiado en calificar el ‘brexit’ como una victoria de los pueblos. Ahora, proponen llevar esta idea a todos los países europeos. Ellos jugarían la misma baza que los británicos pro independencia: el miedo frente a los enemigos externos. La crisis de los refugiados, y la torpe forma de gestionarlo por parte del Eurogrupo, ha alimentado unas ideologías que se fundamentan, principalmente, en el nacionalismo radical y el racismo. De hecho, en Alemania, una de las principales fuerzas políticas según las encuestas ha instado a la policía a disparar contra cualquier inmigrante que aparezca en las fronteras del país. Jugando con el miedo al terrorismo, quieren acabar con la Unión Europea y poder, así, cerrar la frontera definitivamente a los refugiados sirios.
Gibraltar… ¿Español?
Así lo ha dejado caer esta mañana en una entrevista en Al Rojo Vivo el Ministro Margallo. En primer lugar, hay que recordar que Gibraltar es un territorio pendiente de descolonizar, según las Naciones Unidas, desde 1963. Según el ministro, la situación del Peñón cambiaría radicalmente con la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. También ha explicado que, al ser un territorio con soberanía propia, a pesar de ser dependiente del Reino Unido, no estaría en las negociaciones del ‘brexit’. Esto quiere decir que su salida sí sería inmediata, con todo lo que conllevaría: el cierre de fronteras y el fin del libre comercio. Pero no solo eso, sino que esto podría suponer el regreso de Gibraltar al estado español. El ministro Margallo ha afirmado que así se lo harán saber a la ONU si el PP sigue en el gobierno el próximo octubre, fecha para la que está programada el inicio de las negociaciones para la escisión de Gran Bretaña. El gobierno se apoyará en el principio de restitución de la integridad territorial española, al que ya aludieron las Naciones Unidas cuando instaron a descolonizar Gibraltar.
En cualquier caso, como ya escribió Mariano Jesús Camacho, lo que está claro es que la salida de Gibraltar de la Unión Europea supondrá, a priori, enterrar uno de los mayores paraísos fiscales de la zona Euro. Hasta ahora, el Peñón disfrutaba del libre comercio de la Comunidad Europea, sus ventajas fiscales y el inmenso mercado que tenía por todo el continente. Buena parte de las grandes operaciones fiscales europeas se han realizado en la colonia británica. Así, aprovechaban los impuestos increíblemente bajos para ahorrarse una gran cantidad de dinero. Estas operaciones eran, además, movimientos sin riesgo; es muy difícil controlar un dinero que se mueve libremente por Europa sin pagar aranceles. Por no hablar la inmensa cantidad de empresas españolas y europeas que tienen registrada su sede social en Gibraltar, de nuevo, para esquivar la mayoría de los impuestos. En esta situación, parece normal que el 96% de los gibraltareños votara a favor de la permanencia en una UE que les permitía seguir atrayendo empresas y empresarios.
El futuro, muy presente
Lo ha dicho Mariano Rajoy en la rueda de prensa de esta mañana: las negociaciones para la salida del Reino Unido de la Unión Europea se extenderán, como mínimo, hasta los dos años. Mientras tanto, seguirán formando parte de los 28 estados miembro. Lo más inmediato, a día de hoy, es estabilizar las economías mundiales y que todo se tranquilice después del ya calificado como ‘black friday’ (viernes negro). Después, llegará el turno para que David Cameron abandone definitivamente de liderar el gobierno y designe, con el consenso de su partido, a su sucesor; posiblemente, un euroescéptico. Este iniciará las largas y tediosas negociaciones. Pero, con toda seguridad, este no será el único problema con el que tenga que lidiar el nuevo Primer Ministro. Irlanda del Norte y Escocia, regiones donde ha ganado el no a salir de Europa, han anunciado la petición de hacer nuevos referéndums de independencia. Además, todavía está en el aire si Gran Bretaña seguirá en la OTAN o no.
Mientras tanto, España sigue con atención todas las consecuencias que tenga la actual situación europea. Sin duda, ha sido un enorme revés que ha dado la vuelta a la campaña electoral, que llevará a los españoles a las urnas en solo dos días. Aunque todo hace indicar que el ‘brexit’ importará poco a la hora de definir el voto de los indecisos, hay regiones donde hay importantes batallas con diferencias de menos de mil votos entre un diputado y otro. Además, la forma en la que un futuro gobierno tenga que abordar el nuevo panorama europeo seguro que influye en los pactos. La acción no ha terminado, y el próximo domingo por la noche se verá qué nueva España construirá la nueva Europa.