Durante los siglos XVI y XVII los europeos mataron a cientos de miles de mujeres por su presunta relación con los gatos negros, las cabras satánicas, las escobas incendiadas y los calderos con ojos de tritón. Esta paranoia psicótica que recorrió los campos europeos, ha servido a los ávidos guionistas de todo el mundo para crear las más descabelladas historias sobre brujería que uno se puedan imaginar. Pero la obra de Eggers no se centra en los convencionales juegos de escoba y mujeres arrugadas que solemos ver, explica, sobre todo, el radicalismo puritano que estaba detrás de dicha psicosis.
"La bruja" cuenta la historia de una familia de protestantes norteamericanos que son expulsados de su colonia para adentrarse en lo más profundo del bosque. Allí descubrirán un mundo demoníaco que los acecha y los vuelve unos contra otros. La película, una de las grandes triunfadoras del Festival de Sundance del año pasado, planea entre el efectismo de Polanski y las confesiones heréticas de Dies Irae del maestro Dreyer. Al igual que Dreyer, el director hace enfrentar a los personajes por una culpa que se retroalimenta cada vez que la criatura Lucifer se muestra ante los ultracatólicos y asustados peregrinos.
Mención especial merece la excelente interpretación de Anya Taylor-Joy, la joven actriz asume toda la carga de terror en un rostro que, sin verruga, representa los más oscuros estigmas de la bruja moderna. La lucha interior del personaje, entre la explícita locura religiosa de sus padres y la fortaleza de una bruja con orejas de conejo, llevan a la actriz hasta su máximo ofreciendo imágenes estimulantes.
Eggers hace que sus personajes se acusen los unos contra otros en un bucle de culpa y temor a una bruja que se representa en forma de mujer, cabra y gemelos. Las represiones de una fe puritana, la carga psicológica de la culpa, la excelente ambientación peregrina, un guion inteligente y un respeto por el género que es de agradecer, hacen a "La Bruja" un filme con personalidad que debería servir de refresco para el cine de terror, casi siempre manido y poco arriesgado.