El galardón más importante, el que reconoce un trabajo al completo, el más esperado, al que todos aspiran cuando observan cómo el proyecto tiene buena recepción. Quizá no es el objetivo prioritario, pero sí el más grato. La oportunidad para productoras, directores o intérpretes, oportunidad para seguir creciendo desde abajo, desde la humildad de un cine fabricado con el alma, para todos los públicos y con grandes mensajes. Retratos sociales, adaptaciones brillantes, relatos sobre la existencia que nada dejan en el tintero o viajes por los recónditos recovecos del corazón. Todo ello reunido en una nominación. Sin embargo, muchos son los que se han quedado a las puertas de la mediatización, de la difusión televisiva en la gala cinematográfica más importante a nivel nacional, pero no por ello serán olvidados por el público que vibró, lloró, rompió la butaca a carcajada limpia o abandonó el cine con un nudo en el estómago.

A Cambio de Nada, de Daniel Guzmán

Tras obtener numerosos premios por su cortometraje, Sueños, Daniel Guzmán ha dejado su propia seña de identidad sobre un largometraje que abre las vías de lo emocional y crudo de la vida. A Cambio De Nada parte como una fábula caballeresca, sin abandonar su espíritu honesto y sencillo, sobrepasando los límites de la amistad frente al factor social desfavorable, como una bombona de oxígeno de la que respirar cuando ya se está muerto. Faceta enternecedora que, apoyada en un guión puro y auténtico, llevan en volandas a unas actuaciones tan naturales que cuesta creer sepan salir de ese canon interpretativo. Siendo la más humilde, A Cambio de Nada puede ser la sorpresa de la 30ª ceremonia. Biznaga de Oro y tres premios más en el Festival de Málaga, cuatro nominaciones a los Feroz y la única capaz de transmitir tanto, con tan poco.

La Novia, de Paula Ortiz

El cine y la literatura han sido hermanos desde el principio de la filmografía contemporánea, y eso es algo que Paula Ortiz, filóloga y cineasta, ha entendido y manifestado a la perfección. La Novia, particular adaptación de Bodas de Sangre (Federico García Lorca, 1933), está concebida desde la belleza y la técnica. Técnica que acoge planos, sonido y montaje, perfectamente sincronizados para impactar en la sensibilidad del espectador. Belleza que juega con colores, textura y musicalidad. Valores unidos al fabuloso trabajo de un trío actoral, formado por Inma Cuesta, Asier Etxeandia y Alex García, que le proporciona una vuelta de tuerca al desarrollo de los personajes en la obra original. Una pasión que coloca al filme entre los mejores del año. Con seis premios Feroz, parte como la favorita en todas las apuesas.

Un Día Perfecto, de Fernando León de Aranoa

El cine contracultural (casi) siempre ha ido de la mano de su archienemigo; él mismo. Los valores que sabe desdeñar y los que sabe ensalzar, están en pos de la aprobación cultural. En este intento por conmover al espectador, desde la perspectiva contraria, inutilizando el concepto de tabú y otorgándole peso a cualquier clavo ardiendo, Fernando León de Aranoa urdió Un Día Perfecto. Encaja en los cánones de la tragicomedia, pero se queda en el camino de ambas. Un Día Perfecto es un cúmulo de esencias encontradas en la crudeza de la post-guerra. Plasmada desde una perspectiva cotidiana, genera un aura de alegría entorno al dolor, aunque carece de profundización. Las interpretaciones son correctas, limitadas por la sencillez de sus personajes. Consigue su objetivo, pero no encuentra el equilibrio perfecto entre lo moral y lo absurdo. Cuatro nominaciones a los Feroz, ocho a los Goya y la sensación de recoger una buena cosecha.

Nadie Quiere La Noche, de Isabel Coixet

El relato intimista llevado a cabo en Nadie Quiere La Noche se eleva en una primera parte donde el descubrimiento de la naturaleza universal y la propia, donde lo romántico se mestiza con el mito, para estrellarse en una segunda donde todo lo real es abandonado a favor de un viaje hacia ninguna parte donde el paso del tiempo es relativo y la narración parece más bien impostada en un paisaje donde los contrastes entre el rojo de las pieles y el blanco de la nieve imantan a un espectador que no encontrará más que insatisfacción. Un ejercicio que, de haber mantenido la pugna existencialista y los descubrimientos alternados en la grandiosa Juliette Binoche, habría supuesto un impulso a un guión al que le falta nervio y le sobra condescendencia. Presentada en el Festival de Berlín, Coixet parte con el aval del cine europeo.

Truman, de Cesc Gay

Truman no se ve, ni tampoco se escucha, simplemente, se siente. Y eso es un valor inefable en tiempos en los que la ciencia-ficción, basada en la realidad, desmerece a sus protagonistas. De esas películas que establecen un nuevo orden, de esas películas que sirven como ejemplo para narrar una historia de estructura simple, pero con un valor sentimental enorme. Y todo ello, sin exponerlo con lágrimas o alzarlo sobre lo normal. Una gran perspectiva, un gran tratamiento y un gran final, que dejan al espectador una sonrisa y la sensación de haber experimentado las peripecias de un par de amigos que jamás dejarán de quererse. Sin duda, la gran rival para Paula Ortiz y La Novia; Concha de Plata para Ricardo Darín y Javier Cámara en el Festival de San Sebastián, un premio y seis nominaciones en los premios Feroz avalan el sugerente relato de un Cesc Gay magnífico.