El director norteamericano vuelve a la gran pantalla con El puente de los espías, una película ambientada en la Guerra Fría, lo que vuelve a situar a Spielberg en su hábitat natural, la Historia. El cineasta se adentró en la Primera Guerra Mundial con Caballo de batalla, y todavía más en la Segunda Guerra Mundial, a través del holocausto de la mano de la alabada La lista de Schindler y el desembarco de Normandía a través de Salvar al Soldado Ryan. También se inmiscuyó en los trágicos juegos olímpicos de 1972 que se producieron en Múnich, y en la que era su última película en la etapa presidencial del presidente estadounidense Abraham Lincoln.
Tom Hanks encarna a James Donovan, un vendedor de seguros que se tomará muy en serio la defensa que se le encomienda: la del espía ruso Rudolf Abel, al que da vida Mark Rylance con una soberbia actuación, la cual le ha hecho entrar en multitud de nominaciones a mejor actor de reparto, incluyendo los Globos de Oro o el Círculo de Críticos de Nueva York, entre otros premios.
Hanks y Rylance conectarán entre ellos de manera especial, y los espectadores asistirán a la evolución de una relación que comienza con frialdad, y en la cual ambos van ganando confianza el uno con el otro. Un vínculo que acaba siendo el más afectivo de la película y que sirve además como muestra de la evolución del conflicto bélico, sazonado con alguna que otra pincelada del humor característico de los Coen.
Mark Rylance y Tom Hanks en un fotograma de la película | Sensacine
La película está narrada de un modo magistral, con Spielberg marcando un ritmo sosegado que nos transporta al cine más clásico: sin recursos de montaje, sin efectos especiales y sin excesivos cambios de ritmo. La batuta del director norteamericano nos mueve a su antojo, desbordando tranquilidad, negociando con mesura con los espectadores al igual que lo hace James Donovan con soviéticos y norteamericanos. Nos transporta a un cine verdadero donde prima la historia por encima de todo. 135 minutos de un film que a pesar de su duración y parsimonia no se hace lento, ya que los acontecimientos se van desmenuzando poco a poco, y la evolución tanto de los personajes como del conflicto bélico se va marcando con una elegancia plausible.
Berlín se convierte en una localización fundamental, donde asistimos al levantamiento del muro que separa a las dos Alemanias: La República Democrática Alemana y la República Federal Alemana, una representación a menor escala de la división del mundo entre el capitalismo y el socialismo. Contemplamos a una nevada y fría ciudad de Berlín, macilenta como sus habitantes y únicamente luminiscente debido a gran capa de nieve que cubre sus calles.
Una obra en la que Spielberg vuelve a transmitir los valores, la ética y la Constitución de su país, tranformando la figura de James Donovan de villano a héroe nacional, en un elevado patriotismo innecesario y tan corriente en los films spielbieranos. Un abogado que se toma demasiado en serio la defensa del espía ruso Rudolf Ivanovic Abel, sustentando sus principios en los valores de su país.
En definitiva, una película narrada a la perfección que nos transporta al cine más clásico, sin ningún adorno innecesario que hace que el film fluya a la perfección, con un Tom Hanks y un Mark Rylance con excelentes actuaciones que junto a la Guerra Fría complementan la base de una película de espías sin espionaje.