No lo llames amor
No lo llames amor (Día de VAVEL)

Ante todo, me gustaría pedir perdón a todos los que se puedan sentir abrumados ante la lluvia de verdades que estoy a punto de vomitar sobre sus ojos. Por primera vez, he encontrado tiempo para escribir lo que siento sobre este medio; aunque haya sido a costa de no poder participar en el maravilloso Día del Reportaje (menudo regalo de Navidad), creo que todo el mundo debería poder sincerarse una vez en la vida. Obviamente, si alguien se siente ofendido por lo que voy a decir tiene un problema. Porque estoy a punto de hablar sobre Periodismo, una palabra que escribo en mayúsculas porque trabajo en uno de los pocos sitios que todavía lo respeta. Por desgracia, los que se hacen llamar a sí mismos periodistas han sido los encargados de enterrarlo en lo más profundo de la dignidad. Sintiéndolo mucho, vuestro título universitario no deja de ser otro trozo de papel.

Cuando entré a colaborar en VAVEL, no tenía ni la más remota idea de qué era esto. Aquel mayo de 2012, no era más que un chico deseando tener un sitio donde hablar de temas sobre los cuales nadie me quería escuchar. Solo me hacía una vaga idea de qué significaba entrar en VAVEL: a la gente le solía hacer mucha ilusión, y el capital humano que aquí había era asombroso (sigue siéndolo). Tras mandar mi prueba de acceso para que fuera revisada y, posteriormente, aprobada, decidí darme una vuelta por la portada para ver cómo se trabajaba. Mi perplejidad me impedía creer que fuera cierto. En el Twitter principal, rezaba el mensaje de un hombre cuya biografía estaba leyendo durante esas semanas: “Piensa diferente”. No era un eslogan original, pero reflejaba bastante bien lo que es esto. Me di cuenta al instante: aquí no importa quién sea noticia, sino su trascendencia y, sobre todo, su veracidad (se acabó eso de vender humo). Otra cosa que siempre me ha llamado poderosamente la atención y, a la vez, me ha llenado de orgullo es la perfecta armonía entre la noticia y quien la redacta. En primera plana no solo tienen que estar las noticias más importantes, también se debe premiar el trabajo que hay detrás de cada texto.

Pero lo mejor de todo es que, tres años y medio después, sigo sorprendiéndome de las cosas que veo en este medio. He descubierto auténticos magos de la palabra como Mariano Jesús Camacho, capaz de dibujar arte en cada frase. Compañeros con los que he vivido experiencias muy buenas y muy malas. Todavía recuerdo mi primer mes, donde, desde la sección del Real Zaragoza, tuve la oportunidad de contar una de las mayores remontadas ligueras de los últimos tiempos. O una ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Londres, donde deportistas de todo el mundo decían adiós a la competición deportiva más bonita del mundo. Pero, sobre todo, me he encontrado retos. Quizá, haya sido en VAVEL donde me haya enfrentado al mayor desafío de mi vida: superarme. Porque estas cuatro paredes digitales invitan a crecer, a madurar. Cada artículo es mejor que el anterior. Cuando existen dudas, no hay mejor medicina que echar un vistazo a la portada para que regrese la inspiración y las ganas de contar una buena historia.

No lo llames amor (puede que haya algo de amor platónico), solo es una cuestión de principios. No es fácil vivir huyendo de la prensa amarilla, que siempre acaba intoxicando todos los ámbitos de la vida. Frente a esto, solo puedes hacer dos cosas: dejarte llevar o mantenerte firme. Por eso me encanta escribir aquí. Porque prima la calidad por encima del sensacionalismo. No nos detenemos a pensar qué noticia va a generar más visitas por ser del Real Madrid o del Compostela (por poner dos ejemplos). No vamos a la visita fácil por hablar de temas que, en realidad, no tienen trascendencia alguna. Si existe una buena historia, tenemos la obligación de compartirla; y si, además, está bien contada, irá a la portada para que todo el mundo pueda disfrutarla. No hay nombres ni colores, solo una premisa: que exista un trasfondo que no deje vacío o laguna posible en el argumento.

Las últimas palabras de este artículo son para mis compañeros. Especialmente, para aquellos que dicen haber perdido la ilusión en lo que estaban haciendo. Desgraciadamente, habéis bajado los brazos, dando carpetazo a vuestra aventura periodística y soñando con que cambien las cosas para volver, esta vez, a un lugar de ensueño. Os voy a decir una cosa: estáis equivocados si pensáis que el cambio va a ser de arriba hacia abajo. Solo tenéis que repasar la historia para comprobar que ninguna evolución llegó sin su revolución. Los cambios deben ser desde dentro hacia fuera, y nunca serán al revés. Los que dominan los medios y prefieren que todo siga como está no tienen intención de cambiar hoy, pero tampoco la tendrán mañana. Por eso, os invito a que no haya rendición; en este mundo, el coraje será vuestro mejor aliado. No os estoy prometiendo un camino de rosas. No voy a negar que será difícil, incluso estresante. Van a ir a por nosotros, intentarán cautivarnos y, a los que no, les harán caer. Nos levantaremos y seguiremos combatiendo. Solo os puedo asegurar una cosa: la recompensa merecerá la pena.

VAVEL Logo