En estos tiempos en los que el hogar es incierto refugio, reposo de guerras y tempestades de escasez, en este mundo fragmentado en el que la tierra propia depende de voluntades ajenas, en esta época que como en todas las épocas arrancan de cuajo nuestras raíces de un futuro sobre el que crecer, la genialidad incompleta del artista francés Bruno Catalano cobra dolorosa vigencia. Una maleta, un hombre, una historia, familias enteras y partidas que se lanzan a lo desconocido dejando su verdaderas pertenencias atrás. Un viaje forzado que es odisea, un horizonte que abraza y nos gustaría infinito, obligado por el exilio y el sufrimiento, en busca de libertad y guiado por la supervivencia.

Esculturas incompletas de viajeros, vacíos que son recuerdos y que nuestro cerebro acaba por completar, rellenando inconscientemente los huecos que faltan para completar la figura humana. Un acto reflejo de nuestro consciente visual que completa, rellena con vivencias, sentimientos, emociones perdidas, lo que dejamos atrás, el vacío que experimentamos en nuestro interior. La ausencia, la partida, la emigración, la inmigración, el hogar de lo perdido, el de los refugiados, la huida. La sensación de no pertenencia a ningún lugar, orígenes arrebatados. Una maleta cargada de vidas expulsadas, de sueños desprendidos de las ramas del hogar. Un vacío en su interior idéntico al que se puede observar en las geniales esculturas del viajero francés Bruno Catalano. Pues en realidad los pedazos que faltan son aquellos que dejamos en cada lugar, donde queda una importante porción de cada uno de nosotros.

El hombre abandonado a sí mismo, un empuje al hombre en la infinidad del tiempo y el espacio. Una historia cuya casa está a sólo una maleta de distancia, pero tan lejana que media la muerte y el racismo en la inmensidad del mar. Personas, seres humanos a los que poco a poco les echaron fuera de todo lo esencial expertamente construido por nuestras sociedades. No es el hombre de mundo, es el hombre en el mundo convertido en frágil a la inmensidad. Inciertos y nuevos caminos de búsqueda para un ser humano desfragmentado, desestabilizado, despojado de sus vidas. El ser humano sin refugio que camina hacia su salvación un viajero escapa de sí mismo, para encontrarse con su tierra desconocida.

Escultura de los viajeros. Foto: Rai

A Catalano, nacido en Marruecos le encanta viajar por ello quiso hacer de su obra un viaje inacabado, pero en sus esculturas se observa de forma diáfana la experiencia personal, la de un niño que tuvo que abandonar Marruecos con 12 años, una vivencia que le provocó un dolor nunca olvidado y que está muy presente en sus esculturas. La historia de un marino que se hizo escultor y viceversa, la de un hombre que recorrió medio mundo observando los vacíos de sus viajeros, emigrantes e inmigrantes, refugiados, el perfil de la desesperación, también el del que no acaba de encontrar su lugar, aventureros incompletos con maleta en plena búsqueda personal. Porque Catalano conoce muy bien lo que es tener que dejarlo todo atrás y viajar por todo el planeta para encontrar su verdadero sitio.

Sus ingrávidos “viajeros” presentes en colecciones públicas y privadas de todo el mundo han sido expuestos en Inglaterra, China, Bélgica, Suiza, Argentina, Brasil, España y Estados Unidos consiguiendo la unanimidad positiva de la crítica y una reputación ganada a pulso con la originalidad y profundidad artística de su propuesta de mundo fragmentado.