La 68º edición del Festival de Cannes comienza a exhalar sus últimos suspiros en un escenario en el que veteranos y decepciones han dibujado a grandes rasgos la novena jornada. En sección oficial han competido viejos conocidos de la Costa Azul como son el francés Jackques Audiard y el chino Hou Hsiao-Hisien. Pese a que ambos han aterrizado en Cannes con dos proyectos, a priori, interesantes para la crítica, ninguno de los dos ha terminado de eclipsar al personal.
El primero en presentar sus credenciales a la Palma de Oro de esta jornada ha sido el francés Jacques Audiard, quien no pisaba Cannes desde 2012 con la fantástica De óxido y hueso. En esta ocasión, vuelve a regalar a los espectadores un drama, esta vez sobre el exilio político y las segundas oportunidades en un país extranjero bajo el título de Dheepan.
Adaptación libre de las Cartas persas, de Montesquien, Dheepan sigue los pasos de un guerrero de Sri Lanka que huye a Francia con una mujer y una hija a las que hace pasar por su familia y cuyo deambular le llevará a trabajar como cuidador a las afueras de París. Una historia con la guerra civil en Sri Lanka y la violencia urbana en el extrarradio parisino como telones de fondo que, paradójicamente, no pretende ser una radiografía política, tal y como dejaba claro su realizador en la rueda de prensa posterior a la proyección: "No quería hacer un documental sobre la guerra en Sri Lanka ni un documental sobre una ciudad. Quería contar una historia de amor desde un ángulo distinto".
Pese a que Audiard es muy querido en la Croisette, este largometraje ha sido acogido de forma irregular por la prensa especializada. Para algunos estamos ante la mejor película francesa de la edición, un "espléndido drama de inmigrantes", con "potencia narrativa y visual" y capaz de crear un escenario de violencia con profundidad en sus personajes. En cambio, para otros muchos, Audiard no supera la sombra creativa de títulos como Un profeta, y vislumbra una historia irregular, "con un guion convencional que no acaba de despegar". Sensaciones dispares que la alejan de la Palma de Oro esta vez.
Por su parte, el chino Hou Hsiao-Hisien regresa a su segunda casa con Nie Yinniang (The Assassin), una reinvención de las clásicas películas de espadas y acrobacias samurais con la que compite por séptima vez en la Costa Azul (ya se llevó en 1993 el Premio del Jurado por El maestro de marionetas).
Ambientada en la China del siglo IX e inspirada en la novela corta a la que da nombre la protagonista de la historia, Nie Yinniang dibuja la historia de una justiciera que mantiene la paz en la provincia de Wiebo y cuyo destino le jugará una mala pasada cuando decida desafiar a la autoridad del gobernador, llevándole a tomar la drástica decisión de eliminar al rebelde de quien está enamorada.
Tras ocho años de silencio, Hsiao-Hisien se sienta de nuevo en la silla de dirección de una producción con una factura y una fotografía impecables que intenta emular al cine de sus vecinos nipones. "La literatura de esa época incluye muchas historias fantásticas y extrañas, leí muchas y tenía ganas de hacer una película. En los filmes japoneses lo que importa es la capacidad de controlar las espadas, hay muy poco artificio", explicaba el realizador que ha manejado más de 15 millones de dólares de presupuesto, una cifra que supera ampliamente la media que maneja el cine taiwanés. Desafortunadamente su espectacular puesta en escena no oculta las carencias de su guion y de sus pobres diálogos y la convierten en carne de olvido, según la prensa acreditada en Cannes.
Cissé echa la vista atrás en Oka
Entre las proyecciones especiales presentadas en la jornada del pasado jueves ha destacado la del maliense Souleymane Cissé, quien pisa por quinta vez el Festival de Cannes (la última vez en 2009 con Min Ye) con un largometraje dedicado a las mujeres y a todos aquellos que sufren la devastación de la guerra en Malí, Oka (Our House).
Proyectada a través de los ojos de un niño (su niño pasado), en Oka Cissé echa la vista atrás a su infancia y a su pasado familiar en una historia que reivindica el valor de las familias en un terreno movedizo, corrompido por los conflictos bélicos.
Comoara y The Other Side llegan a Un certain regard
Y de vuelta a Texas. Tal y como hizo en su anterior proyecto en filmoteca, Stop The Pounding Heart, el italiano afincado en Estados Unidos Roberto Minervini sigue explorando esta zona de norteamericana a través del objetivo en lo que supone su octava película como director, The Other Side. El proyecto, presentado el pasado jueves en la sección Un certain regard, es un mestizo entre documental y ficción.
El segundo estreno que ha acogido esta sección periférica de la Croisette ha sido Comoara, del director rumano Corneliu Porumboiu. Esta historia de aventuras sigue los pasos de un fantasioso pequeño de seis años cuyo vecino le asegura que hay un tesoro enterrado en su jardín. Inspirada en hechos reales sobre una fortuna enterrrada en un pueblo antes de la llegada de los comunistas, el realizador reconoce que la naturaleza primigenia de su obra era el formato documental pero que, una vez ahondado en el tema, se inclinó por la ficción y el tono cómico.