Hablar de Techo y comida es hacerlo de la mejor película que ha pasado hasta ahora por el Festival de Málaga. Quizás no sea la producción que más trabajo ha supuesto al equipo que la ha realizado, ni la más promocionada, ni la más apoyada, ni la más compleja técnicamente, pero si medimos el cine como un arte para crear sensaciones al espectador, esta película lo hace de manera tan intensa como las situaciones que se dan en ella.
El director Juan Miguel del Castillo, ha sido el primer cineasta español en atreverse a reflejar un problema como el de los desahucios y el sufrimiento de muchas familias por salir adelante, mientras otra parte de la sociedad española vive sin pararse ni un segundo para analizar que este es un aspecto que va más allá de unos pocos.
Natalia de Molina se erige como la actriz española con mayor futuro en el género dramático, consiguiendo interiorizar un personaje tan real como la vida misma, tan duro como el nudo en la garganta que crea este filme sencillo y directo sobre uno de los problemas menos analizados que sufre la sociedad española. Ojalá las lágrimas caídas y los aplausos llenos de emoción vividos en el Teatro Cervantes tras su proyección, se convirtiesen en soluciones a este conflicto.
