El pasado 15 de abril, se conmemoró el primer centenario de El amor Brujo, Gitanería en un acto y dos cuadros, una de las obras más relevantes del insigne compositor gaditano Manuel de Falla. Estrenada en el Teatro Lara a Rafael Benedito en La Patria, Madrid, la gran inspiradora de Falla para hacer tan maravillosa composición, fue Pastora Rojas Monje, (Pastora Imperio), pues fue la hija de "La Mejorana", la actriz, cantante y danzarina, sevillana, la que pidió tanto a Manuel de Falla como a Gregorio Martínez Sierra, que hicieran una obra en la que la Imperio pudiera cantar y bailar las leyendas que su madre le contaba cuando era niña. Mostrarse en su enorme grandeza, pero resulta que junto a la grandeza de Pastora (inconmensurable y racial), brilló la composición de Manuel de Falla, puesto que Gregorio Martínez ideó la obra con la intención de que la música fuera la gran protagonista.
Y cuentan que Falla conectó con el duende en esta maravillosa obra, Don Manuel concibió una composición eminentemente gitana, cuarenta minutos vividos en gitano, que conectaron hondamente con el alma de la raza. Flauta (piccolo), oboe, trompa, cornetín, campanólogo, piano, 2 violines 1º, 2 violines 2º, 2 violas, 2 violonchelos y contrabajo, una orquestación limitada pero con una inspiración ilimitada del músico gaditano. Dando el mayor grado posible de sonoridad y expresión, compuesta con mucha magia y absoluto gusto. Una obra cuya autoría del libreto fue adjudicado a María de la O Lejárra, autora del texto y esposa de Gregorio Martínez, cuya firma utilizó en varias ocasiones para dar salida a su gran talento. Lo cierto es que Falla llegó a 'sentir' el espíritu y la esencia, sin apoderarse de ella, pero inspirándose en ella. En el argumento de ‘El amor brujo’ se escenifica las aventura de dos amantes que piden a una gitana que aplaque a un espíritu que los persigue; un elemento sombrío que imprime cierta sonoridad mágica y oscura. La obra supuso una gran renovación del espectáculo músico-teatral español, pero de inicio no tuvo para nada el éxito esperado, por lo que Falla se vio obligado a reescribirla en varias ocasiones, con diversas versiones entre 1915 y 1925.
Ahora que se cumplen cien años del conjuro de Don Manuel, ahora que en la brisa gaditana suena Canción del amor dolido, el olvido se cierne sobre el más genial compositor de la ciudad de Cádiz, en la que lastimosamente las instituciones públicas y gubernamentales no han hecho un solo acto conmemorando la citada efeméride. Quizás por ello al bajar a la cripta de la Catedral de Cádiz, donde bajo el mar reposan los restos mortales de Don Manuel de Falla, entre los susurros del eco y las olas horadando la piedra, se aprecia la llamada musical de la Danza ritual del fuego, la veta genial de una obra parida a su regreso de París. Cuya eminencia gitana es el eco sonoro, que prestamente responde en la cápsula del tiempo en la que quedó sepultado Don Manuel. Resulta cuando menos triste y curioso, que cien años después, una obra maestra creada por un gaditano y ambientada en la costa sur de España, cerca de Cádiz, cuyo título "La historia del pescador” y el tango de Cádiz de siete tiempos en el movimiento "Pantomima", sugieren su ubicación muy cerca de la Tacita de Plata, no haya recibido el reconocimiento y homenaje conmemorativo que merece en la ciudad que se le quiere y le vio nacer.
Obra para voz y orquesta de cámara parida por tres mujeres y un músico inmortal, las dos primeras Pastora Imperio, y María de la O Lejárra, más una tercera de la que no se habló, pero que posiblemente llegó a ser una de las grandes fuentes de inspiración del compositor: la gaditana Rosario Monje La Mejorana, madre de Pastora y consejera sobre los cantes primitivos andaluces. Los ritmos de la danza popular andaluza, los que embadurnaron con duende la batuta y partitura de un genio, para la creación de Amor Brujo.
Fue en 1925, cuando Falla en su enésima versión de la obra, encontró la madurez de la misma, logrando convertirla en una de las más bellas páginas de la esencia española, la esencia de Falla. Su versión de concierto y el ballet alcanzó un enorme éxito en aquel año en París con la interpretación de la célebre bailarina La Argentina. Desde entonces la obra se consagró como una de sus grandes obras maestras, siendo el misticismo de la cultura gitana, el principal tronco inspirador de la obra, pues a través de ella, Falla quiso poner de manifiesto la diferencia cultural y artística entre las muchas andalucías, y en particular entre Andalucía y la Andalucía gitana.
Por todo ello tras un siglo de amor eterno por Falla, seguimos derrotando al espectro con un beso y muriendo de Amor Brujo, todo por el arte, por la música, todo por la genialidad de Don Manuel.