A estas alturas no hay espectador que no haya caído rendido ante los encantos de este pelirrojo de 33 años. Su espontaneidad, carisma y humildad ante los photocalls y entregas de premios le han canjeado el cariño del público, de aquellos que precisamente celebraron con efusividad el momento en el que Cate Blanchett leía aquello de "And the Oscar goes to... Eddie Redmayne".

Lo suyo ha sido llegar y besar el santo. Su primera nominación por parte de los miembros de la Academia de Hollywood y su primer "tío Oscar" bajo el brazo. "Lo cuidaré, le sacaré brillo, estaré atento a lo que necesite... esto va a quedar fantástico en nuestro apartamento", prometía emocionado a su recién estrenada esposa, la publicista Hannah Bagshawe. Ella es su mayor cómplice en esta nueva aventura que comenzó a dibujar hace ya más de una década. Porque lo suyo ha sido y es una carrera de fondo.

Graduado en historia de arte en el Trinity College de Cambridge, siempre supo que quería dedicarse a la actuación

Nacido el 6 de enero de 1982 en Londres en el seno de una familia rica dedicada a las finanzas, este británico de cuerpo atlético y sonrisa angelical comenzó su formación artística en el Colegio Eton, donde compartió pupitre con la miel y nata de la sociedad británica, incluido el Príncipe Guillermo. Pese a que se graduó de historia del arte en el Trinity College de Cambridge, Redmayne, que no contaba con ningún ejemplo artístico en su familia, no abandonó la idea de vivir de la actuación, su verdadera vocación.

Sus primeros pasos en la interpretación los dio sobre las tablas de un teatro. Concretamente, ante el público del Middle Temple Hall en la obra Noche de reyes en 2002. Tan solo dos años después estrenó palmarés con el Premio al Actor Revelación en los Evening Standard Awards de 2004 por su actuación en la obra de Edward Albee The Goat or Who is Sylvia?. En 2005, su trayectoria fue recompensada con el premio al Actor Revelación en los Critics' Circle Theatre Awards.

Con un nombre que ya empezaba a ser conocido en el círculo teatral de Gran Bretaña, Eddie Redmayne decidió que ya era hora de poner fecha a su bautizo cinematográfico. Fue en 2006, con la coproducción británico-australiana Like Minds. En ella, dio vida a Alex Forbes, un privilegiado joven acusado de asesinar a su compañero de clase Nigel Colby. Un convincente thriller que no destacó en las fronteras internacionales aunque sí le permitió rodar junto a Robert De Niro en El buen pastor.

No obstante, no captó la atención de la crítica hasta que se convirtió en el hijo amoroso de Julianne Moore en Savage Grace (2007). Ese mismo año, curiosamente, se pondría en la piel de Anthony Babington en la película histórica Elizabeth: la edad de oro, en la cual compartió créditos con Cate Blanchett, la misma que ocho años después sería la encargada de entregarle en mano su primera estatuilla.

Curtido tanto en cine, televisión como en teatro, Redmayne comenzó su carrera en 2002

Y mientras poco a poco se iba labrando un hueco en la industria cinematográfica, Redmayne probó suerte como modelo de Burberry y en la pequeña pantalla con la conocida Los Pilares de la Tierra. No obstante, como buen amante de la adrenalina del directo y del contacto piel con piel con el público, el londinense no olvidó el escenario que le había visto crecer como intérprete. Gracias al teatro, una vez más, recibió nuevo reconocimiento a su corta trayectoria, en este caso, el prestigioso Tony al mejor actor destacado en una obra de teatro por Red (2010).

Después del cambio de década, Redmayne se embarcó en personajes de mayor peso en la trama como en Mi semana con Marilyn o Los Miserables; en esta última demostró que no solo tiene mano con la cámara sino que además posee una portentosa voz.

Y llegó La teoría del todo, la película que cambiaría su vida para siempre. Dirigida por James Marsch, el londinense se mete en la piel del conocido astrofísico Stephen Hawking. Una actuación visceral, nacida desde el alma, que traspasa la pantalla y emociona con cada gesto, palabra o susurro que fluye de un cuerpo aparentemente frágil.

Una encarnación "bastante acertada", en palabras del propio Hawking, el verdadero verdugo para Redmayne en esta aventura. “Desde que conseguí el papel supe que Hawking sería el verdadero juez de mi trabajo. Solo puedo decir ahora que su generosidad fue en todo momento extraordinaria. Con su vida, con su ejemplo, me enseñó que el mundo está lleno de obstáculos y cómo superarlos”, explicó el intérprete, que ya tiene en el bolsillo el BAFTA, el Globo de Oro y el SAG, a El País.

Durante la promoción de la película, Redmayne confesó haber preparado el papel a conciencia: durante meses visitó enfermos de ELA, se descargó y estudió material de Hawking, charló con astrofísicos y amigos del protagonista y preparó todos sus movimientos con la ayuda de una coreógrafa. Una preparación previa que de nada hubiese servido sin la base artística de un intérprete que nació para brillar con luz propia. Porque La Teoría del Todo y el Oscar solo son los primeros esbozos de un prometedor escenario donde él y solo él será el protagonista de la historia.