La vasta cultura rusa expuesta desde la música, la literatura, la dramaturgia y posteriormente, la cinematografía, estableció con el paso del tiempo la idea del “alma rusa”, término empleado con frecuencia para intentar comprender el carácter y comportamiento de los habitantes de ese país. Esta idea plantea dilemas recurrentes que involucran el papel del individuo frente a la sociedad, la omnipotencia de Dios, el quebrantamiento de las leyes divinas y humanas, y principalmente, las relaciones intrafamiliares. Todo lo anterior expuesto mediante un característico sentido del humor, gracias al cual es posible afrontar la desgracia con un chiste ingenioso y una botella de vodka.

Leviatán parece ser un relato que encaja en este concepto. Kolya es un pater familias que debe enfrentarse al poder ejercido por un alcalde corrupto, quien desea expulsarlo de una parcela heredada durante generaciones con propósitos de interés personal. El protagonista desde un comienzo, como un personaje kafkiano, sabe que asiste a una lucha perdida entre los laberintos de la burocracia estatal, aunque su principal batalla no se da en lo público, sino en lo privado: su propio hogar. Una casa que todo el tiempo es amenazada con ser demolida, se va desintegrando a lo largo de la trama no solamente debido a fuerzas externas, sino por problemas inherentes a la vida familiar.

Esta película, a la altura de los grandes relatos de la tradición rusa, expresa un sentir y un estado de cosas universal. La belleza de los paisajes del pueblo en el cual se contextualiza el conflicto, muestran el contraste entre la inmensidad de un país que se sabe fuerte históricamente, y los esqueletos abandonados de las ballenas que escogen este lugar para morir. Esos esqueletos de apariencia prehistórica sirven como metáfora para ilustrar el recuerdo de un pasado gigante, del cual sobreviven únicamente las ruinas. Un pasado que ahora está a merced de unas dinámicas económicas y políticas específicas.

Quizás un filme como Leviatán sea tan relevante en la actualidad al evidenciar que todos, rusos o no, presenciamos día a día a una serie de transformaciones que no necesariamente redundan en el beneficio de los ciudadanos comunes y corrientes. Esta historia hace pensar en un posible traspaso de poderes, en el que sigue habiendo un “padre terrible” pero con otro nombre: "¿Mercado?" "¿Sistema?" De cualquier manera, el sentimiento de impotencia sigue ahí. Estamos solos y no tenemos voz. A lo mejor un reconocimiento tan representativo como el Premio Óscar hubiera servido para enfatizar la pertinencia de las expresiones artísticas que otorgan una voz al que no es escuchado, al que la ha perdido.

Título: Leviatán.

Director: Andrey Zvyagintsev.

Año: 2014.

País: Rusia.

Reparto: Aleksey Serebryakov, Elena Lyadova, Vladimir Vdovichenkov, Roman Madyanov, Sergey Pokhodaev, Anna Ukolova, Aleksey Rozin.

Tráiler: