La opinión de la crítica parece unánime en lo que respecta al primer trabajo tras la cámara del normalmente guionista Dan Gilroy. Nightcrawler ha sido comparada con Taxi Driver o Drive, ambas consideradas piezas fundamentales que suman valor a la cruel y heterogénea historia del cine.

Y en la esencialidad se apoya esta producción, alabada por críticos de todo el mundo y premiada por los círculos de Georgia, Boston y San Diego, entre muchos otros. Sin embargo, las grandes organizaciones apenas han tenido a Nightcrawler en cuenta; tan solo reúne dos nominaciones entre Globos de Oro y Oscar. Esto se debe, posiblemente, a una nociva falta de atractivo, a que se trate de un debut y, más especialmente, a la dura competencia.

(Foto: Den of Geek.)

Gyllenhaal interpreta a un protagonista perverso y sin escrúpulos, con quien el público acaba empatizando

Nightcrawler no intenta llegar al corazón ni ofrece al espectador una revelación emocional que le cambiará la vida para siempre. Su punto fuerte es la esencialidad de la que hablamos antes; la trascendencia del protagonista. Un soberbio Jake Gyllenhaal que nos recuerda que el personaje apasionado, sin escrúpulos, brutal, dueño de un cerebro digno de la más precisa disección, sigue siendo posible. Que nos recuerda que se ha perdido la costumbre de aportar un protagonista perverso; desviando, en la mayoría de los casos, la demencia y la inmoralidad a los secundarios. Que nos recuerda la innegable belleza de un guion que lleva al público a aplaudir a un personaje que en circunstancias normales ni siquiera toleraría. Nightcrawler nos recuerda, en definitiva, la oportunidad del cineasta de jugar con las mentes de sus espectadores, de darle la vuelta a sus convicciones éticas cotidianas, haciéndoles empatizar con un lunático.

La película constituye una crítica a los medios de comunicación y su tendencia al morbo. Louis Bloom (Gyllenhaal) resuelve su situación de desempleo filmando crímenes, o más bien sus consecuencias, que ocurren cada noche en Los Angeles, para después vender el material a un noticiario.

El mérito está en un conjunto de rasgos que construyen una obra realizada de forma excelente. Entre ellos, un humor que también fluye a través de Bloom, fruto del manipulador que lleva dentro y de su condición de marginado, repelente incluso; una historia que avanza poco a poco para finalizar con un acelerón y, debido a que no terminar esta crítica con una última mención al trabajo de Jake Gyllenhaal sí que sería un crimen, la figura de Louis Bloom.