12 meses. 365 días que, como páginas de un libro, dan para reflexionar, emocionarse, enfrentarse o aferrarse a la vida misma. Y es que, como dijo Tim Burton, "la locura de una persona es la realidad de otra". Esa realidad presentada al espectador en fotogramas por segundo a veces llega disfrazada bajo un halo de terror o ciencia ficción; otras veces, solo es un fiel reflejo del lado más oscuro de su alma y, en otras ocasiones, proyecta lo mejor que hay en cada uno de nosotros. En cualquier caso, todas son aristas de un mismo mapa de emociones cuyo emisor no es otro que el arte de ver, oir y sentir una buena película. 2014 dice adiós y son precisamente en estas últimas horas de vida cuando toca hacer balance de la cosecha, en nuestro caso, cinematográfica. Pero será mejor que empecemos por el principio.
12 años de esclavitud y Vivir es fácil con los ojos cerrados, triunfadoras a uno y otro lado del charco
Como viene siendo costumbre, el año cinematográfico fue recibido por una extensa alfombra roja llena de glamour y flashes procedentes de los BAFTA, Globos de Oro, Oscar o Goya. En el panorama internacional, la suerte estuvo muy repartida entre Gravity y 12 años de esclavitud. De hecho, esta última, tercer largometraje del realizador británico Steve McQueen (no confundir con el desaparecido actor), basado en las memorias reales de un negro libre vendido como esclavo, triunfó por la mínima en la temporada americana.
No obstante, fue precisamente en su noche dorada, en los codiciados Oscar, donde McQueen tuvo el honor de escuchar de boca de la mismísima Pimera Dama de los Estados Unidos, Michelle Obama, que la estatuilla dorada a Mejor Película era suya. Esa misma noche la Academia de Hollywood vivió otro hito, aún mayor que ver cómo la mujer del presidente del país más poderoso del mundo entregaba un premio: por primera vez en su historia, un latino, el mexicano Alfonso Cuaron, se levantaba de su asiento para recoger el Oscar a la mejor dirección por Gravity.