Dentro de los sesgos cognitivos existe uno que se conoce, popularmente, como Fenómeno Baader-Meinhof. Se conoce con este nombre, a la ilusión según la cual cuando aprendemos algo nuevo, de pronto lo vemos en todos lados, por ejemplo, cuando escuchamos por primera vez una canción en la radio y desde entonces no paramos de escucharla por todas partes.
En mi caso este fenómeno se aplicaría al concepto de falso documental. Desde que lo tratamos en clase, no he parado de ver el tema en la televisión, en Internet,… parece que todo el mundo se puso de acuerdo para hablar de lo mismo. Es por este motivo que he decidido dedicar este Día del Reportaje a tratar este tema.
El falso documental, o mockumentary (mock, simulado, + documentary), es un género cinematográfico que utiliza las técnicas del documental para presentar una historia que parece veraz pero que no lo es. El engaño se basa en que la historia tiene muchas papeletas para ser cierta, ya sea por incluir testimonios o documentos que el espectador toma por reales, o porque se basan en leyendas o rumores con cierto arraigo en la sociedad.
Como sostiene Alberto Nahúm, para evitar que el espectador descubra que lo que se cuenta es mentira, “suele resultar efectivo encuadrar las mentiras en un marco verdadero”, es decir, se muestran engaños pero en una situación que bien podría ser cierta.
Por su parte, Antonio Weinrichter distingue tres tipos de falso documental: crítica, parodia y falsificación o deconstrucción. Dentro del primer caso se encuentra uno de los ejemplos más claros de falso documental: Operación Palace de Jordi Évole sobre el intento fallido de golpe de Estado de Tejero.
Si en el caso de Jordi Évole encontrábamos a Gabilondo o Garci, aquí aparecen grandes políticos estadounidenses como Henry Kissinger (secretario de Estado con Nixon) o el astronauta Buzz Aldrin, quien también viajó en el Apolo XI. Sin embargo, Karel les preguntó sobre el caso Watergate, no sobre el aterrizaje a la luna, y las respuestas fueron sacadas de contexto.
A pesar de que en el propio trabajo se revela que todo es falso (se muestran las tomas falsas de las entrevistas), Operation lune caló hondo en el sector más conspiranoico y todavía hay quien afirma que el aterrizaje en la Luna fue mentira y utilizan este documental como prueba irrefutable. Lo divertido es que no saben que es el documental lo que realmente es mentira.
Los dos casos anteriores basaban su credibilidad en los rostros que aparecían en ellos, pero también puede darse el caso de que sea el medio el que transmite veracidad a su mensaje. Tal es el caso de la BBC, que en 1957 emitió La cosecha suiza de espaguetis, que siguiendo la clasificación de Weinrichter se trataría de una parodia.
En un espacio llamado Panorama, la cadena pública difundió este falso documental en el que se afirmaba que los espaguetis se recogían de una planta, como si de un tomate o una manzana se tratase. El mockumentary estaba narrado por Richard Dembley, quien llegó a decir perlas como que la cosecha de ese año estaba a salvo debido a “la desaparición del gorgojo del espagueti, una diminuta criatura cuyas tropelías han causado preocupaciones en el pasado”.
Como en ningún momento se comunicó que se trataba de una broma, muchos espectadores llamaron al ente público preguntando cómo podían conseguir una planta de espaguetis en su casa. La respuesta no fue menos delirante, pues se recomendó colocar un espagueti en salsa de tomate, y esperar. Ya en el día siguiente, la cadena se vio obligada a destapar la verdad y reconocer que se trataba de una broma.
Y es que los falsos documentales no siempre tratan de parecer reales y muchas veces son simples bromas que utilizan las técnicas del documental como mero recurso. Un ejemplo sería Sacha Baron Cohen y su Borat (Larry Charles, 2006), donde un reportero de Kazajistan viaja a Estados Unidos para grabar un documental sobre el país.
Muchos espectadores llamaron preguntando cómo podían conseguir una planta de espaguetis en su casa
Eso sí, cuando se oculta que se trata de una mentira es cuando el falso documental aparece en todo su esplendor, baste recordar el caso de Holocausto caníbal (Ruggero Deodato, 1980), donde cuatro jóvenes se adentran en la selva amazónica para investigar unas tribus que, según los rumores, practicaban el canibalismo.
La crudeza y realidad de las imágenes obligaron a los responsables a mostrar el making off de las grabaciones para demostrar que todo era mentira, ya que fueron muchos los que acusaron al director de asesinato e incluso le llevaron a juicio.
El falso documental también ha servido para evadir la censura. En 1971, poco antes de legalizarse el cine X en Estados Unidos, Eric Jeffrey Haims presentó 101 actos de amor, donde la sexóloga Ann Foster entrevista a tres mujeres sexualmente insatisfechas a la vez que se van mostrando supuestas escenas de su actividad sexual.
En este caso se llegó incluso a afirmar que las “pacientes” han dado su permiso para que las graben mientras hacen el amor y posteriormente para que esas imágenes sean utilizadas para el documental. Obviamente nada de esto era cierto, pero sirvió para que el director consiguiese mostrar escenas pornográficas antes de su legalización.
Orson Welles y el metacine
Aunque el falso documental también sabe mirarse el ombligo y encontramos trabajos sobre el propio cine, como es el caso de Forgotten Silver (Peter Jackson, 1995). El director de El señor de los anillos, afirma haber encontrado una colección de películas firmadas por un tal Colin McKanzie, un neozelandés que inventó, entre otras muchas cosas, las cámaras de cine o las películas a color. El documental se basa en la búsqueda de los decorados que este pionero del cine utilizó para rodar su obra maestra, Salomé.
Como ocurrió con Operation lune, todavía hay quien cree en la existencia de McKanzie, lo que obliga al director a desmentirlo continuamente.
Pero sin duda, si hay alguien a quien este género debe estar agradecido ese es Orson Welles. El de Wisconsin se hizo mundialmente famoso cuando hizo una adaptación de La guerra de los mundos a través de las ondas de la CBS. El realismo fue tal que la ciudad de Nueva Jersey se hundió en el caos, pues la gran parte de sus ciudadanos tomaron como cierta la historia de Welles, y pensaron que estaban siendo atacados por los extraterrestres. Este éxito le valió para que la RKO le contratara para dos películas, dándole total libertad. Fue así como nació la que es su gran obra, Ciudadano Kane (1941).
No obstante el director volvió de nuevo al mockumentary en 1973 con la que podría considerarse el falso documental perfecto. El título del mismo ya da algunas pistas sobre la autenticidad de lo que vamos a ver, F. for fake, pero el argumento no se queda atrás: Welles reúne a Elmyr d´Ory (falsificador de cuadros) y a Clifford Irving (autor de las falsas memorias de Howard Hughes), para intentar que Picasso reconociese la autoría de un cuadro falso.
Lo curioso de todo esto es que ninguno de los personajes era quien realmente decía ser. Todos eran actores haciéndose pasar por estafadores para, a su vez, estafar a los espectadores. Un ejercicio metacinematográfico digno de admirar.
En conclusión, el falso documental, como todo en el cine, es un género que no entiende de fronteras ni de características cerradas. Hemos visto que puede actuar con fines periodísticos y denunciar una situación, como ocurrió con Jordi Évole, aunque también puede servir a la comedia e incluso ocasionar el caos en una ciudad, pero en cualquier caso tiene un punto en común: engañar al espectador.
Así que a partir de ahora tenga cuidado con lo ve, oye o lee, ya que te podrían estar dando gato por liebre. Preste también atención, puede que a partir de ahora todo el mundo a su alrededor comience a hablar sobre los falsos documentales y usted sea la próxima víctima del Fenómeno Baader-Meinhof.