La mayoría de los genios de la comedia hicieron uso del humor como mecanismo de defensa para superar y vencer experiencias traumáticas vitales. Del dolor surgió la risa, de la frustración el ingenio y la imaginación. Y es que como todos sabemos, el ser humano puede llegar a mostrar lo mejor o lo peor de sí cuando se encuentra ante situaciones límite. Dicen que la pobreza, los sonidos del hambre y la escasez, son los elementos aceleradores de una combustión de la que surgió la maravillosa explosión de ingenio de numerosos genios de la humanidad. En el campo de la risa y la comedia fueron muchos los que con una sonrisa a veces absurda, a veces surrealista, a veces pura y a veces inteligente, denunciaron sutilmente las absurdeces de otros seres humanos que se empeñaron en no sonreír y hacerle la vida imposible a sus congéneres. Aprendamos por tanto a reír, reírnos de nosotros mismos y compartir esa maravillosa mueca dentada que dispara endorfinas de felicidad y es capaz de parar una guerra.
Charles Chaplin
Nacido en Londres en el seno de una familia de artistas de variedades, el divorcio de sus padres precipitaron los abismos que moldearon la personalidad de un genio. Abismos de miseria, hambre y desgracia, para un niño que tras ir de orfelinato en orfelinato se inició en el mundo del espectáculo, trabajando en musicales y la pantomima. Se trasladó a los Estados Unidos en 1910 y cuatro años más tarde, en Carreras Sofocantes apareció por primera vez Charlot, el mítico personaje del bastón y el sombrero, surgido casi por casualidad. “No tenía idea sobre qué maquillaje ponerme. Sin embargo en el camino al guardarropa pensé en usar pantalones bombachos, grandes zapatos, un bastón y un sombrero hongo. No tenía ninguna idea del personaje pero tan pronto estuve preparado, el maquillaje y las ropas me hicieron sentirlo, comencé a conocerlo y cuando llegué al escenario ya había nacido por completo”
De un humor evidente de caídas, persecuciones y golpes fue evolucionado exponencialmente hasta trascender a su propio humor, a su propio ser e incluso a su propio personaje. Charlot era la caricatura viva de un hombre pobre, educado y elegante, que persistía en no perder la dignidad y la honradez por muy disparatadas que fueran las situaciones a las que se había de enfrentar. Solo un genio a su altura podía hacer con semejante sutilidad tan fuertes críticas políticas hacia una sociedad que avanzaba avocada hacia una tremenda desigualdad. Sin duda una las mayores y más geniales lecciones que nos legó el humor del eterno Charlot. Entró en Hollywood disfrazado de pícaro vagamundo y con la palabra muda llevó a la gran pantalla el dolor y la risa de los marginados. Obras maestras para la historia del cine Tiempos Modernos, Candilejas, El Gran Dictador, Monsieur Verdoux, El niño, La Quimera del oro… En sus zapatos reventados, en ese plato de cordones y betún quedó una mágica manera de hacer cine, de hacer del humor una maravillosa forma de cantar mudamente a la dignidad humana.
Groucho Marx
Creador del humor marxiano fue además de un genio del humor un mago de la ironía y arquitecto de la palabra. Hijo de inmigrantes de origen muy humilde, la infancia de Groucho transcurrió en la calle 93, en el Upper East Side de la Nueva York del cambio de siglo. Niños judíos pobres, cinco pequeños diablos que afilaron su sentido del humor trabajando en las calles de Manhattan, donde para ganarse un centavo había que recurrir al ingenio y la improvisación. De los cinco hermanos, Groucho siempre tuvo claro que su pasión era la literatura (los otros se decantaron por la música) pero que para sobrevivir tenía que dedicarse junto a sus hermanos al vodevil. Dejó la escuela a los doce años pero leyó tan ávidamente que hizo de la biblioteca el escenario de su formación cultural y de los escenarios una escuela de vida. Es inconcebible acercarse a su genial figura sin mencionar a Chico, Harpo, Gummo, Zeppo, Los Hermanos Marx, de los cuales Chico, Harpo y Groucho formaron el núcleo cómico de un grupo que obtuvo un triunfo abrumador tanto en Broadway como en el cine, donde cinco de sus películas fueron incluidas en la lista de las 100 mejores comedias del American Film Institute. Una noche en la ópera, Sopa de Ganso, Un día en las carreras…
Todos ellos grandes actores, pero solo uno un excelso creador, Groucho, personaje inspirado en señores de la alta sociedad de Nueva York. La genial parodia del esmoquin, la costumbre de andar con una mano a la espalda… y ese mostacho pintado. Sus dotes para la improvisación eran absolutamente geniales y posiblemente no haya existido nadie en la historia del cine, la comedia, el teatro y el humor, con una mente tan rápida como la suya. Se podrían citar más de cien frases con las que además de hacernos pensar, lograría arrancarnos una sonrisa. Groucho no solo era un humorista, sino un modo de vivir, poseía la poderosa arma de la ironía, era abrumadoramente brillante e ingenioso, incisivo en sus respuestas. Un genio oculto tras bigote y cigarro que se sirvió de la sátira para hacer una de las críticas más demoledoras de los convencionalismos sociales. Como diría Groucho, que usaba gafas especiales sin cristales, con las que veía mucho mejor que el resto de los mortales: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.”
Buster Keaton
A diferencia de otros grandes genios del humor, Keaton recuerda su infancia como una etapa inmensamente feliz, desarrollada en los circos y los music-halls junto a sus padres, con los que formó la troupe de Los tres Keaton. Jamás olvidó aquel vitalista periodo de aprendizaje, formación y felicidad, en el que el vodevil fabricó a un nuevo genio del cine y la comedia. Un chico que recibió el apodo de ‘Buster’ del legendario mago y escapista Harry Houdini, que coincidía con ellos en las giras por el país e identificó a ese chico que parecía de goma, con una caída de espaldas, significado del citado apelativo. El pequeño Buster aprendió esencialmente a disfrutar, a divertirse trabajando, creando y en aquella etapa sentó las bases de lo que fue llamado como 'slapstick', humor basado en la actividad física y gags desenfrenados, repletos de golpes y persecuciones que daban lugar a situaciones realmente cómicas y absurdas. Buster sabía en todo momento los músculos a tensar y relajar para no hacerse daño en las caídas. Como otros grandes genios del humor jamás estuvo matriculado en la escuela y fue su madre la que le enseñó a escribir. En el caso de Ketaon encontramos a un chico con escasa formación que acabó triunfando, muy especialmente por su espíritu autodidacta, la enseñanza de la calle y la del vodevil. Apareció por primera vez en el cine a la edad de 22 años, en Fatty carnicero (The Butcher Boy, Roscoe Arbuckle, 1917).
Tras servir en la Primera Guerra Mundial, regresó para convertirse en uno de los grandes genios de la comedia de todos los tiempos. Maestro del 'slapstick' en sus trabajos dejó como impronta ese gesto hierático e impasible que le caracterizó. Era el mundo disparatado de Cara de piedra, la pantomima hecha hombre, hecha actor, cuya obra cumbre fue El maquinista de la General. Mago del cine y el humor poseía una imaginación tan poderosa, como para inventar sobre la marcha y ponerse a rodar para crear una de sus pequeñas obras maestras. Una semana, La mudanza, La casa eléctrica y El gran espectáculo, le encumbraron como maestro de la comedia. Keaton que estaba acostumbrado a volar por los aires en sus gags, jamás dejó de pisar el suelo, siempre se comportó de forma llana y humilde, con un punto de timidez que se ponía de manifiesto cuando alguien le catalogaba en la categoría de genio. La trepidante locura de sus películas contrastaba con la vida tranquila y personal del Buster hombre. Fue el rey de la comedia de los años veinte, pero la irrupción de personajes como Chaplin y Lloyd, opacaron un tanto su monarquía de la risa y los gags. Pese a ello nadie duda de la genialidad del más maravilloso hierático de la historia del cine.
Harold Lloyd
Tras Chaplin y Keaton está considerado como el tercer genio de una época dorada del humor en la que sobran las palabras. Apodado por su padre como Speedy porque era un chico tremendamente inquieto, heredó de su madre el amor por el teatro, y de su padre posiblemente esa naturaleza aventurera y nómada que edificó una personalidad realmente indómita. Llegó a Hollywood junto a Hal Roach, con el que trabajó más de una década, haciendo personajes inspirados en Charlot, pero Lloyd quería crear su propio personaje y vio cumplido su sueño en el verano de 1917, cuando nació su mítico personaje de las gafas, gafas de carey de un hombre medio norteamericano que poseía la casi milagrosa capacidad de superar todos los obstáculos. Lloyd eligió intencionadamente la opulencia para hacer un personaje absolutamente opuesto a Charlot. La primera vez que se pudo ver al hombre de las gafas fue en el corto Over the Fence (Sobre la valla) el 9 de septiembre de 1917
Harold quiso dar un paso más allá, por ello creó un nuevo género de humor, la comedia suspense, en la que sus personajes quedaban al precipicio de una caída que podía ser definitiva y mortal, pero que jamás se producía. Se convirtió entonces en aquel maravilloso hombre colgado a un reloj. Escena de El Hombre Mosca (1923) surgida cuando el propio Lloyd conoció a un hombre mosca real llamado Bill Strother, escalador de edificios al que invitó a participar en su película. Una película en la que no se rodó simplemente una escalada de un edificio, sino que aquella dificultosa ascensión, era una metáfora de la escalada social, culminada en el piso más alto del edificio con el beso a la chica. Aunque posteriormente rodó ¡Ay que me Caigo! con una escena similar e incluso más arriesgada, no tuvo la misma aceptación del público, pues el cine ya sonoro le aportó demasiado realismo a la grabación, los gritos que se oían desde abajo, dotaron a la escena de un dramatismo desconocido que en el cine mudo nunca se experimentó, por lo que al considerarla demasiado real no arrancó las risas del público. La llegada del cine sonoro fue un contratiempo para Lloyd, que forma parte del excelso triunvirato de la historia del cine mudo y que durante la década de los años veinte llegó a ser el actor mejor pagado del planeta.
Stan Laurel & Oliver Hardy
Londinense de nacimiento Stan Laurel surgió de la misma compañía que un tal Charles Chaplin, y una gira de la citada compañía de pantomima (la de Fred Karno), cambió para siempre la historia del cine cómico mudo norteamericano. Stan no lo tuvo nada fácil, estuvo trabajando en la sombra durante un prolongado periodo, en el que se dedicó a escribir gags. Tras una larga espera de trece años, Mack Sennett, uno de los antiguos y grandes referentes del género, le dio la oportunidad para darse a conocer junto a artistas consagrados como Charlot. Su meticulosidad le convirtió en un maestro de la pantomima y su creatividad le valió para considerar que era algo mucho más que un actor. Su estilo cómico, sutileza y fineza a la hora de hacer humor, era extraordinaria, pero precisó de la aparición de un personaje absolutamente antagonista para triunfar sin paliativos. Y ese personaje fue Oliver Hardy, un personaje gordo y absolutamente antagónico a él. El actor sureño que le acompañó encajó como un guante junto al ‘Flaco’ Stan, funcionaron desde el primer instante. Hardy era un actor que procedía de una familia acomodada al que la afición por el teatro y la comedia le venía desde niño, cuando solía disfrutar de las actuaciones que su madre contrataba para el hotel que regentaba. Así tras decidirse por dedicarse al espectáculo entró a formar parte de la compañía interpretativa de Lubin ubicada en el estado de Florida. Trabajó como secundario de otros cómicos hasta que entró en la productora de Hal Roach, en la que coincidió con Stan.
Pronto el director y guionista Leo McCarey, se percató del enorme potencial que poseía la extraña pareja, que acabó lanzando a ambos al estrellato. De esta forma nació “El Gordo y el Flaco”, uno de los dúos más legendarios de la historia del cine cómico, que Con Compañeros de juerga rodada en 1933 hicieron su mejor película. La extraña pareja gozaba en escena de un surrealismo casi mágico, eran como dos niños grandes que no encajaban en una sociedad adulta, muy lejana de estar a la altura. Una pareja crucial en esa complicada pero necesaria transición del cine mudo al sonoro. Fueron de los pocos que lograron sobrevivir a la citada transición
Billy Wilder
“Si quieres decir la verdad a la gente, sé divertido o te matarán” solía decir con toda la ironía del mundo Billy, para el que su exilio no había sido una idea suya sino de Hitler. Nacido en 1906 en Sucha -cerca de Viena-, Austria su nombre verdadero era Samuel, judío que comenzó a trabajar como periodista en Viena y luego fue cronista de cabaré en Berlín. Huyó de los nazis en 1934 y su madre que se quedó murió en Auschwitz. En 1994 el director español Fernando Trueba recibió el Oscar por su película Belle Époque. Y en su discurso dijo: “Me gustaría creer en Dios para agradecérselo. Pero sólo creo en Billy Wilder, así que, gracias Mr. Wilder” Al otro día, Billy lo llamó por teléfono y le dijo: “Hola Fernando, soy Dios”. Wilder fue paradigma del cine de humor, un humor de gran sutileza y perspicacia, un humor irónico y a la vez cáustico y veraz, una mágica lección de cómo abordar con humor los problemas y asuntos complejos de nuestra reciente historia. Wilder ostenta entre su filmografía varios clásicos, una ingeniosa capacidad para servirse del humor, y de la comedia, para hacer una dura crítica a la sociedad sin que la tijera de los censores lo percatara.
Cantinflas
Mario Moreno, ayudante de zapatero, mensajero, taxista, empleado de billar, boxeador y torero, que encontró su verdadera vocación en las carpas de los circos, donde se produjo la explosión de uno de los cómicos latinoamericanos más geniales de la historia. Del circo dio el salto al teatro y al cine y de ahí al estrellato internacional. Su personaje surgido de los barrios pobres creó una nueva forma de hablar que fue bautizada como “cantinflear”. Asociado a la identidad de México, muy especialmente a los más desfavorecidos fue considerado el “Chaplin mexicano”. No en vano su carrera y su forma de hacer comedia se vio muy influenciada por Charlot. Cantinflas, el personaje y el actor fueron inquietos muy vivos que hicieron de la maniobra de la confusión un modo de vida. Magistral la forma de Cantinflas de confundir al interlocutor, representando a un personaje con escaso bagaje cultural, que ante situaciones incómodas, desarrollaba un discurso ininteligible a partir del cual lograba distraer el tema inicial de la conversación. Por tanto el gag visual pasaba a ser un gag sonoro, una forma de hablar, un trabalenguas de palabras que creó un nuevo género de la comedia hablada. El maravilloso “cantinflear” del que ya hablamos, poderoso arma de un superviviente que sale adelante y tiene éxito en la vida pese a las circunstancias. Genio de la comedia hablada y tahúr del trabalenguas que logró demostrar que la risa es patrimonio de la humanidad.
Woody Allen
El rey del humor absurdo y lúcido, la revelación de la melancolía entre carcajadas de un genio neoyorquino. Un delicioso y vital pesimista, la pequeña isla de comicidad que se permite un mundo trágico y absurdo. El mundo de Allen es Annie Hall, Match Point, Manhattan, Desmontando a Harry, Hannah y sus hermanas, La Rosa Púrpura del Cairo, Toma el dinero y corre, Balas sobre Broadway, Crímenes y pecados, Bananas, El dormilón …
Pura magia del cine, la quinta esencia de un neurótico entrañable, un tímido, perdedor y carismático personaje que cambió la historia del cine. Aquel que rescató del desván del el 'slapstick', el gag visual para hacer verdaderas obras maestras. Muchos conocimos Nueva York gracias a sus películas, auto parodias de la infidelidad, la neurosis de la sociedad americana, la banalización de la cultura o los prejuicios inherentes a los convencionalismos sociales. Allen es la comedia inteligente, el hipocondriaco más genial, jazzista empedernido, enamoradizo, cómico voluntario e involuntario, mago frustrado de un cine clásico de situaciones inverosímiles que nos hizo explotar a carcajadas y regresar a la comedia más pura.
Tip y Coll
El humor inteligente y absurdo bordeando el surrealismo tiene dos próceres en la comedia española y esos son Luis Sánchez Polac y José Luis Coll, el primero de ellos el Groucho Marx español, mago de la risa surrealista y el discurso absurdo, y el segundo poseedor de un humor sutil, ácido e inteligente, un mago del chiste y la palabra. Ambos el cóctel perfecto del humor, Tip y Coll, la pareja perfecta para hacerte reír simplemente con la demostración práctica de cómo llenar un vaso de agua. Humor crítico, la risa garantizada en unos 'sketches' presentados con una seriedad que fue marca registrada de una pareja humorística que hizo las delicias de los espectadores durante treinta años. Triunfaron en TVE haciendo reír a millones de españoles con su fina ironía, pero hubo vida antes de Tip y Coll, Luis Sánchez Polac era la personificación del humor, comenzó en Radio Madrid haciendo el personaje ‘don Poeto Primavero de la Quintilla’, y su primera pareja humorística fue Joaquín Portillo, apodado luego ‘Top’. Bromistas empedernidos toda la plantilla de Radio Madrid fue víctima de sus ocurrencias, era sin duda una pareja absolutamente imprevisible. Luego cuando decidieron ir cada uno por su camino Tip encontró en la figura antagónica de José Luis Coll, la perfecta combinación para completar su desbordante torrente de surrealismo. Coll era un irónico de tomo y lomo que tenía un altísimo dominio del vocabulario y se compenetró a la perfección con aquel larguirucho valenciano con el que hicieron historia en la escena cómica española.
Miguel Gila
¿Es el enemigo? De esta forma tan absolutamente genial comenzaba su parodia del teléfono Don Miguel Gila, al que hay que tratar como institución porque no ha existido un cómico en la historia del humor español con mayor talento. Salía con su bandera blanca tras una trinchera y se disponía a hablar con el enemigo desde un teléfono en el que nos enseñó que el humor y la comedia pueden ir mucho más allá que una simple carcajada. Los que le recordamos aun pensamos que allá donde quiera que este sigue insistiendo en que si pueden parar la guerra un momento. Genial, de lo mejor que se ha visto en la historia del humor, el diálogo de Don Miguel es pura enseñanza y marcó un punto de inflexión. Sobrio, surrealista, inteligente e hilarante, Gila no hizo otra cosa que combatir con humor la época que le había tocado vivir, aquella guerra por la que perdió su juventud. Y lo hizo con tanta clase, ingenio e inteligencia que nadie ha dado mayores lecciones de sabiduría y sentido del humor sobre un suceso tan cruento como una Guerra Civil. Es nuestro Cervantes, Quevedo, del humor, todos los que vinieron tras él habían aprendido de su forma de hacer reír. Le quería preguntar una cosa… ¿Ustedes van a avanzar mañana?… ¿Entonces cuándo? ¿El domingo? ¿A qué hora?… A las siete estamos todos acostados… ¿No podrían avanzar por la tarde, después del fútbol? ¿Y van a venir muchos?… Ala, qué bestias… No sé si tendremos balas para tantos… Bueno, nosotros las disparamos y ustedes se las reparten.
Sin palabras, una auténtica joya del padre de todos los cómicos españoles.
Rowan Atkinson
Rowan Atkinson y su personaje estrella Mr.Bean era la representación de un humor limpio y desternillante, repleto de situaciones comprometidas que ponían a prueba su excentricidad y la desastrosa personalidad de Bean, un niño atrapado en el cuerpo de un adulto. La serie tuvo tanto éxito que uno de sus capítulos fue seguido nada menos que por 18,74 millones de personas. Humor inglés, cínico, elegante, divertido, ingenuo y malvado alguna que otra vez. El perfecto equilibrio entre el cine mudo y el cine sonoro, puesto que en solo contadas ocasiones se podía escuchar la voz de Bean. Aquel que con su osito de peluche Teddy y el Austin Mini color amarillo y negro con candados en las puertas nos hizo llorar de risa. Lo suyo es la Ley de Murphy elevada a la enésima potencia, porque Rowan es un genio de la comedia británica. De origen humilde, estudió en las universidades de Oxford y Newcastle donde se graduó como ingeniero eléctrico. Pero Rowan tenía alma de clown, por sus venas corría el vodevil del siglo XXI y su primera aparición como actor se produjo en Not the Nine O'Clock News, en 1979. Restauró la mímica como modo de hacer humor y demostró que se puede llegar a lo más alto apostando por ese tipo de comedia. Por ello Mr.Bean es un reconocido icono de la cultura inglesa y Rowan Atkinson el posiblemente más lúcido y talentoso cómico de las dos últimas décadas.