Chris Williams y Don Hall han llevado carreras paralelas, estrechamente iguales. Ambos eran peces de series de televisión hasta que nadaron a la gran pantalla mediante dos co-direcciones en películas de animación, dentro ya del universo Disney: Bolt (2008) fue el proyecto de Williams junto a Byron Howard (Enredados, 2010), mientras que Don Hall trabajó a medias con Stephen J. Anderson (Descubriendo a los Robinsons, 2007) para insuflar vida de nuevo a Winnie the Pooh (2011). Las trayectorias se cruzaron hace poco y dieron como resultado Big Hero 6, el último invento de Disney, que supone además la primera colaboración con la recién adquirida Marvel y la adaptación del cómic de Duncan Rouleau y Steven Seagle.
Aunque se han tendido puentes entre la mentada película y Frozen: el reino de hielo (2013), es quizá más acertado resaltar la relación que guarda con Rompe Ralph (2012), ya que la primera retoma el espíritu más clásico de la factoría, mientras que la segunda escapa de lo habitual hacia lo irreverente, emparentándose con Big Hero 6. De los videojuegos a los superhéroes, las historias sentimentalistas sin trasfondo han dado paso a un cine que conjuga acción y ternura, nostalgia y niñez. Disney ha dejado salir a flote su lado friki, pero sin perder su cara adorable. Disney se ha hecho mayor, pero envejece bien.
Hiro Hamada: el desencadenante
Hiro es un púber de 14 años, que aparte de ser un pre-adolescente con todo el trabajo que eso conlleva, es un genio de la ciencia en general y de la robótica en particular. Huérfano de padres, ni su tía con la que vive ni su hermano mayor son capaces de conducirle por una senda alejada de peligros y malas compañías.
Hiro, en lugar de utilizar sus conocimientos para el avance de la humanidad, se dedica a derrochar talento en peleas de robots callejeras e ilegales. Sin embargo, cuando descubre la universidad de su hermano, lo que hasta entonces había sido un "laboratorio de pardillos" en su imaginación, se convierte en un futuro pleno de oportunidades. En una exposición cuyo objetivo es encontrar a científicos jóvenes y prometedores, Hiro presenta un invento de su cosecha: los micro-bots, pequeños droides magnéticos que se controlan telepáticamente. La universidad le ofrece un puesto de inmediato. Sin embargo, no todo irá tan bien como parece. Nace el conflicto.
Go-Go Tomago, el silencio de la verdad
La mejor amiga del hermano de Hiro. Los creadores pusieron su espejo en John Wayne o Clint Eastwood. Una chica dura de la que el espectador tiene una primera impresión muy rápida, ya que aparece montada en una bicicleta con ruedas sujetadas por magnetismo a una velocidad muy superior a cualquier transporte normal. Esta joven no espera a nadie, se tiende a pensar que está curtida por la vida y que no necesita ayuda de nadie que no sea ella misma. Sin embargo, un análisis un poco más profundo nos lleva a identificarla como uno de los personajes más complejos de la trama. Sufre, pero calla. Es increíble cómo logran transmitir verdad los ojos de un dibujo animado, pero sus creadores la dotaron de esa capacidad de sentir en silencio. No dejen de observarla.
Además, es el máximo exponente de uno de los grandes aciertos de la película, porque los sentimientos están, se ven y se intuyen, pero no son lanzados a la cara del espectador. En muchas películas dirigidas a un público infantil, es recurrente el exceso de azúcar en los diálogos o en los finales tan previsibles como sensibleros. En esta ocasión, las relaciones entre Hiro y su hermano mayor, o con su tía, pueden estar perfectamente calcadas de una situación real, con amor familiar algo potenciado, pero que incluyen algún tipo de conflicto. También en Baymax reconocemos sentimientos de protección y preocupación que bien podrían caber en el corazón de una madre. Una madre que lanza puños fuera.
Wasabi: la obsesión por el orden
Después de ver el caos en el que se mueve Go-Go, nos encontramos en el laboratorio con Wasabi, cuyo rincón de trabajo está totalmente ordenado, cada pieza en su sitio. Hasta cada sitio está en su sitio. Es la calma, la contraposición en la balanza a Go-Go. Podría representar el guión, una trama sencilla y lineal que apenas se permite algún sencillísimo flashback que es explicado visual e inmediatamente. No se le puede exigir más a una película que es para todos los públicos y no puede permitirse perder el entendimiento de sus espectadores menos desarrollados entre curvas o giros de guión. A pesar de ese lastre, los directores son permeables a introducir alguna pequeña sorpresa, aunque esta tiene más de pequeña que de sorpresa, a mínimo que el espectador esté atento.
Honey Lemon: el maquillaje
La chica presumida y sensible que todo grupo de héroes debe tener según algún estatuto secreto. Otra integrante del laboratorio del hermano de Hiro, la primera virtud que muestra es poder convertir una pesada esfera negra en volátil polvo rosa. No muy útil por el momento, pero bonito. Más tarde, dará salida al poder de su invento científico mediante unas burbujas que crean una esponjosa reacción química. Honey Lemon es, junto con Baymax que reúne la película entera en su enorme cuerpo, la bandera de la parte más suave y entrañable, el paladín de la estética en la que se mueve la obra, el símbolo de la simpática ciudad de San Francisokyo, mezcla de dos ciudades que podrán adivinar fácilmente.
El toque oriental está plasmado en muchos detalles, donde cabe destacar la máscara de Kabuki que convierte al villano en terrorífico. Este aspecto visual facilita la labor en las escenas de acción, por ejemplo, en una persecución limpia donde no se pierde detalle a pesar de la velocidad a la que se produce, algo imposible de efectuar en el mundo humano. Otro de los grandes aciertos de la cinta es, sin duda, este apartado, se gana los ojos de mayores y pequeños con una superficialidad muy cuidada, a caballo entre los trazos de siempre y una rompedora modernidad.
Fred, la mezcla explosiva
Fred es el gracioso del grupo. Amigo de los cerebritos, es el típico amigo que hace las veces de bufón, pero al que todo el mundo tiene un aprecio especial. Como la película, se debate entre lo entrañable y lo destroyer, entre la comedia infantilmente suave y una trama de superhéroes. El personaje de Fred encarna la vulnerabilidad de la inocencia, sumada a un traje de lagarto gigante que escupe fuego. A priori parece una mezcla imposible, agua y aceite, pero igual que la película demuestra saber conjugar dos mundos tan opuestos como el de Disney y el de Marvel, Fred se sumerge en una vorágine de fiereza y ternura perfectamente hilvanadas. Además, su padre aporta un cameo muy interesante.
Baymax, la guinda del pastel
El héroe que tenía que ser la guinda del pastel, la joya de la corona, se convierte en la tarta al completo, en el rey de la pantalla. Baymax es un enfermero robotizado y altamente adorable, creado por el hermano de Hiro para preocuparse por las dolencias de sus pacientes. La conexión de este grandullón con el espectador es inmediata y ya no le abandonará en lo que resta de metraje.
Si bien es cierto que la película lleva por título Big Hero 6, no estaría de más cambiarlo por Baymax and Big Hero 5, porque el mullido héroe pone la auténtica salsa. Las mayores carcajadas provienen de sus acciones, la épica más contundente viaja a lomos de sus alas y el momento lacrimógeno le tiene como protagonista. Baymax sobresale como vértice superior del triángulo de éxito que han encontrado Williams y Don Hall, basándose en los pilares de la comedia y la aventura. Esos tres ingredientes, sumados a los que se han venido desgranando, hacen de Big Hero 6 una película agradable, digna de una tarde familiar que reúna a todas las edades en torno al entretenimiento.