Por todos es sabido que el que fuera líder del régimen nazi alemán tuvo, en sus años de juventud, el sueño de pasar a la historia por sus cualidades artísticas. Si bien en su día fue rechazado por la Academia de Bellas Artes de Viena, hoy sus cuadros generan una gran expectación.
Aunque no es la primera vez que se subasta una de las 2.000 obras que en su día Hitler pintó, ésta cuenta con un añadido especial. En esta ocasión, se incluyen también la factura original y una carta sin fecha de Albert Bormann, asistente de Hitler y hermano del que fuera su secretario privado, Martin Bormann. Dicha misiva ha ayudado a esclarecer los rumores acerca de la autenticidad de la pintura.
Al parecer el antiguo propietario de la obra envió durante la época nazi una fotografía a la oficina de Hitler para confirmar su autenticidad, a lo que Bormann respondió que parecía tratarse de “uno de los trabajos del Fürher”.
La pintura data de 1914 e incluye una factura original y una carta sin fecha de Albert Bormann
Por el contrario, algunos, como el periodista Sven Felix Kellerhoff, del diario alemán Die Welt, niegan que la factura sea una garantía de la autenticidad de la obra: “Lo que a primera vista parece una prueba de autenticidad, podría ser en realidad todo lo contrario. Muchos documentos falsificados de Hitler iban acompañados de unos certificados parecidos. Ocurrió lo mismo con los supuestos diarios de Hitler que publicó la revista Sternen 1982 y 1983, que fueron falsificados por Konrad Kujau”.
La obra ha sido puesta a la venta por un par de hermanas alemas, que la heredaron tras la muerte de su abuelo. Supuestamente pintada en 1914, la obra de 22 centímetros de ancho y 28 de largo fue adquirida en 1916, según la factura. La subasta finalmente fue llevada a cabo en Núremberg, gracias a la mediación de la casa de subastas Weidler. La sorpresa llegó cuando la acuarela, que los críticos calificarían de “anodina”, fue vendida a un comprador de Oriente Próximo, cuyos datos no se conocen, por 130.000 euros. Esta cantidad resulta aún más sorprendente teniendo en cuenta que valor que se le estimaba era como máximo de 50.000 euros.
Desde luego, no cabe duda de que, de haber sido admitido en aquella Academia, Viena podría haber tenido un artista más y el mundo un genocidio menos.