Con la ausencia de Paco, que describe su grandiosa presencia en una guitarra flamenca que desquebraja pureza de las manos de Diego el Morao, Diego Ramón Jiménez Salazar, “El Cigala” de blanco y oro vuelve al flamenco que jamás dejó, puesto que su garganta parece haber sido forjada en la misma fragua que rompió el molde con Camarón.
“El Cigala” demuestra como siempre que tiene voz, conoce y domina los estilos, pero que por encima de todo tiene duende, ese poder misterioso que todos sienten pero ningún filósofo explica. Ese poder que sube por dentro desde la planta de los pies y sale por una garganta oscura que golpea dolorosamente sobre el yunque produciendo soníos negros. Sonidos flamencos que brotan solo de la garganta de los elegidos; como disertó García Lorca en su conferencia “El Duende” no son musas que guían, que dictan, que pueden ser el fuelle de la fragua, ni ángel que deslumbra y derrama su gracia, ambos elementos que llegan de fuera. Es el duende, aquel que hay que buscar por dentro, escavando en los rincones más escondidos del alma, en los recovecos de la sangre más pura, aquel que llevó a Jorge Manrique a esperar la muerte en los páramos de Ocaña.
Y Diego que muere por la inmortalidad de Paco, el Stravinsky de la guitarra, quiere con “Vuelve el flamenco” desgarrar un álbum grabado en directo en el Palau de la Música Catalana, para dedicárselo por entero al genio de ‘los Lucía’. Su voz sombría que derramó lágrimas negras por el maestro, se agarra con enorme verdad a una señora de cedro que homenajea a Paco en cada nota. Las manos del hijo de “Moraito”, su riqueza de armónicos y bajos profundos empastan con la voz rompedora de Cigala, que atraviesa como un puñal nuestros corazones con los palos más puros del arte gitano. Cigala regresa al tuétano de su música, puede ser árbol joven y olivo centenario, el duende del músico pasa al del intérprete en los cantes más grandes del flamenco: Mujer del mundo (Martinete). Minero (Taranto). El Jardín de Venus (Malagueña con Verdiales). Sevillana de Juan Antonio (Sevillanas). Bule del Morao (Bulerías). La fuente del querer (Fandangos de Huelva). El reloj de mi existencia (Soleá). Tangos del Cigala (Tangos). Qué quieres de mi (Bulerías). Los besos de verdad (Fandangos naturales).
En su prolijo viaje de ida y vuelta Diego “El Cigala” vuelve a casa, con el alma a balcón abierto dedica a Paco de Lucía su regreso a la luz tenue del duende, noventa intensos minutos entre la noche y el alba. Un viaje a los sitios donde las formas se funden en un anhelo superior a sus expresiones visibles, se aproxima al filo de la navaja. Regresa al flamenco más puro del que surgió, enduendado de puro duende, con Paco en la garganta y García Márquez despeñando sus últimos alientos de vida por los puños repujados de oro de su camisa blanca.