De fondo suena Moon River. Una joven paseando de madrugada por la Quinta Avenida de Nueva York, unas gafas que ocultan la mayor parte de su cara, un vestido glamuroso… Sí, hoy en Clásicos VAVEL hablamos de Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany’s en la versión original).
Origen
El guion de la película está basado en la novela de mayor éxito de Truman Capote: Desayuno en Tiffany’s. Pero, como suele ocurrir, la realidad que imaginó Capote no era la que acabaría apareciendo en la pantalla. A diferencia de la Holly cinematográfica, la heroína de Capote se acostaba con hombres a cambio de dinero; y el escritor de su novela era una figura más bien insustancial, nada que ver con el guapo y rubio Paul (interpretado por George Pepperd) que salva a nuestra Holly, de forma romántica y pasional: Te amo, Holly, y no hay nada que temer.
Los derechos para la película basada en esta novela breve fueron una de las propiedades más codiciadas en el mundo del cine. Todo sucedió muy rápido: la novela se había publicado en 1958, con una gran acogida de los lectores, y en abril de 1959 ya se discutía el primer borrador del guion. Fue la productora Paramount Pictures, finalmente, la que consiguió los derechos a través de Martin Jurow y Richard Sepherd.
El encargado de redactar el guion, tras muchas controversias, fue George Axelrod, famoso sobre todo por la creación de La tentación vive arriba (1955). Mientras Axelrod comenzaba a dar forma al libreto, y Blake Edwards ya tenía su puesto como director del film, a los productores solo les quedaba dedicarse a otro gran reto: buscar a la protagonista que daría vida a Holly.
¿Quién es Holly Golightly?
Es la clase de heroína que gusta a todos y a nadie al mismo tiempo. Impredecible, con mucha labia (por no decir mucho morro) y que no para de hablar ni un segundo. Una chica de las que engancha, ya sea por su encanto natural, por su locura o, sencillamente, porque no es ni remotamente parecida a otras chicas. Holly no es, ni mucho menos, una mujer independiente, valiente y poderosa, como las nuevas heroínas del cine, que lo único que hacen es sustituir el arquetipo masculino por uno femenino. No, Holly es Holly. Y no se parece a otra heroína que conozcamos o vayamos a conocer.
Actualmente, está tan asociado el personaje de Holly a Audrey Hepburn que cuesta imaginar que podría haber sido de otra manera. Se había sopesado a Jane Fonda, Shirley MacLaine, y además Capote tenía claro que veía a Marilyn Monroe en el papel: “Marilyn habría estado absolutamente maravillosa en el papel. Ella quería hacerlo, hasta el punto en que trabajó dos escenas completas y las interpretó para mí (…), pero la Paramount me traicionó de todas las maneras concebibles y eligieron a Audrey”.
“Marilyn era muy obvia. Pensamos que podíamos encontrar algo mejor”, explicaron Sheperd y Jurow años después. Ambos productores imaginaban a Audrey Hepburn de protagonista: “era una mujer que desafiaba toda definición”. Así pues, aunque la directiva de la Paramount les decían que “no tenían ninguna posibilidad”, ellos no se dieron por vencidos. El problema era que, por entonces, se tenía al personaje de Holly como una simple prostituta de lujo; y los agentes de las grandes estrellas de Hollywood no estaban dispuestos a dañar la imagen de sus protegidas.
Jurow viajó a Europa y visitó personalmente a Audrey, y cuando ésta le dijo que “no podía interpretar a una prostituta”, el productor, indignado le contestó que debería saber la diferencia entre una furcia y una “soñadora de sueños, una romántica desmesurada”. Y es que la película necesitaba a Audrey Hepburn, pues era la elegancia personificada, la actriz que podía hacerlo todo posible y que absorbía al público desde el primer plano en el que aparecía. Hepburn aceptó el papel, pero se encargó siempre de no cruzar una línea, y así quedó plasmado en el guion: “Mira, sé lo que piensas. Y lo comprendo. Siempre he sido una cabecita loca. Pero a excepción de Doc y tú…Jose es el primer romance que tengo con un tipo que no es una rata”. Y es que, en el fondo, Holly era “una chica muy dulce”.
“Somos un par de seres que no se pertenecen, un par de infelices sin nombre, porque soy como este gato, no pertenecemos a nadie. Nadie nos pertenece, ni siquiera el uno al otro.”
Años más tarde, sobre Desayuno con diamantes, Audrey declaró que fue “lo mejor que hice porque fue lo más difícil”. Fue un salto hacia delante para la actriz, un empujón para realizar personajes diferentes (y menos convencionales), pero sin dejar de ser ella misma. Además, a pesar de su serenidad característica en la gran pantalla (la elegancia y la seguridad que transmitía), Hepburn creció en unas condiciones tan duras como Holly/Lulamae y ella también conocía perfectamente “los días rojos” de los que habla Capote en su novela: “Son terribles. Tienes miedo y sudas como un demonio, pero no sabes de qué tienes miedo. Solo sabes que algo malo va a ocurrir y no sabes qué es”.
Nueva York, ciudad de encuentros
Holly Golightly (Audrey Hepburn) es una aspirante a actriz que tiene por costumbre desayunar frente al escaparate de la famosa joyería Tiffany & Co de la Quinta Avenida, así como otras muchas costumbres extravagantes. Su vida gira en torno a la noche neoyorquina, a las fiestas con gente glamurosa y busca abrirse un hueco en las altas élites de la capital. Viste con ropa cara y se oculta detrás de grandes sombreros y gafas de sol, pero realmente es una dulce niña perdida en una ciudad que le viene grande. También tiene un gato llamado Gato.
Paul Varjack (George Peppard) es un tímido escritor mantenido por una mujer mayor que sueña con la novela que le lanzará al éxito. Introvertido e inseguro conocerá a Holly, la otra cara de la moneda, cuando se mude a un apartamento en su edificio de Manhattan. Poco a poco la amistad que se establece entre los dos irá estrechándose y cambiará sus vidas, acabando con una bonita, y discreta, historia de amor que salvará a Holly de sí misma y de su vida frívola, superficial y vanidosa.
Una historia de los años 60 que, sin embargo, trata temas candentes de la actualidad; y con una sencillez única consigue atrapar al espectador escena a escena.
Estreno
Breakfast at Tiffany’s se estrenó el 5 de octubre de 1961 y once días después ya había recaudado 178.000 dólares en las salas de cine. La película tuvo una asistencia masiva durante la primera semana de proyección y, en general, una cálida acogida de la crítica.
En los Oscar de ese año obtuvo cinco nominaciones de las que acabó ganando dos: Mejor banda sonora y Mejor canción: “Moon River”.
Para la posteridad, queda como una película a medio camino entre el drama, la comedia y el romance, que se ha ganado el cariño de miles de personas por todo el mundo y cuya repercusión crece cada año. Desayuno con diamantes convirtió a Audrey en un icono en ámbitos como la moda, la cultura pop y el cine. Una imagen en la que muchas chicas se reflejan, y no solo en cuanto al aspecto superficial de vestidos monos y amor por las joyas, sino a un nivel más profundo, al de una Holly sensible y dulce, pero sin un pelo de tonta.
La canción
Si con algo hay que quedarse de la película (además del gran papel que representó Audrey) es con la maravillosa canción que envuelve Desayuno con diamantes: Moon River.
La canción, escrita por el compositor Henry Mancini, refleja la nostalgia campesina que seguía existiendo bajo la superficial apariencia de Holly, que los productores querían resaltar a toda costa. Según declara el propio compositor, conocer a Audrey fue fundamental para la creación de Moon River: “La escribí para ella. Nadie más ha comprendido tan completamente la canción”.
A Holly le gusta sacar a pasear la nostalgia una tarde cualquiera. Ella cogía su guitarra con el pelo envuelto en una toalla y se sentaba en el alféizar de la ventana, cerrando el mundo a los demás. Abriendo un hueco íntimo, para encontrarse consigo misma aunque sea por un breve momento.
En conclusión, si bien Desayuno con diamantes puede parecer para algunos una comedia romántica ligera de Hollywood, hay que saber mirar más allá y profundizar en la historia y en sus personajes. Una película muy recomendada para jóvenes, mayores, hombres y mujeres que te dejará, seguro, con un buen sabor de boca. Porque en Desayuno con diamantes cada uno se queda con sus detalles: con la locura de Holly, con la timidez de Paul, con los vestidos, con la música… Cada uno es libre de elegir su pequeño “diamante”.