La sociedad está tan irritada con sus dirigentes como no se recordaba y prometer es un verbo que sólo se le permite ya al expresidente Suárez en su célebre muletilla “puedo prometer y prometo”. Es un tiempo diferente, parece como si los partidos ya sólo fueran tolerados en función de lo silenciosos que sean.

Intentemos buscar claves. Esto es Roma, y desde hace más de dos mil años. El anfiteatro está lleno. Elena Valenciano mira el portón por donde ha de salir su contrincante pero no ocurre nada. La plebe en las gradas del coliseo se impacienta, quiere ver cómo la clase política a la que odia se descuartiza, pero hasta de este desahogo le privan. El pueblo enfervorecido, con su pulgar gritando iugula, a la nada. El nihilismo está tan disparado que puede que pidan el suicidio del gladiador que está ahí solo. El caso es ver cómo un político es humillado. Da igual quién, porque todos son del mismo gremio.

Quizás no sea tan mala idea no tener un candidato y por eso el PP se resiste a entregar a la masa a su primogénito. La gente no quiere elegir en estas elecciones, quiere castigar, y para castigar a un ente necesita personificarlo, hacerlo real. El electorado necesita una cara como diana en la que estampar el tomatazo de la catarsis, llevar de los teatros a las papeletas y las urnas su alivio. Supongo que en el PP piensan que no poner a nadie sea la mejor estrategia para no perder votos. El tiempo dirá si colocándose de perfil ha esquivado las hortalizas o sólo ha aumentado la furia de la platea.

Un político está acostumbrado a boxear con su colega de profesión, pero cuando no tiene con quién, como le pasa ahora a Elena Valenciano, no sabe qué hacer. La política española actual, como sólo consiste en destruir, cuando no tiene un muro delante que derribar se paraliza. Elena Valenciano tendría que estar explicando a diario su proyecto, aprovechando la falta de oposición, pero lo único que hace es quejarse porque el PP no le pone enfrente un púgil con el que intercambiarse golpes. En ring está vacío y lo que sería el sueño de todo político, no tener nadie que haga sombra a su mensaje ni que se lo cuestione, sólo consigue arrancarle una cara de perplejidad.

En realidad está todo inventado, o ya ocurrió antes en la Historia. No ver al enemigo te crea un estrés angustioso, como a los soldados americanos en Vietnam cuando iban por la selva y eran heridos sin saber de dónde les disparaban. No ver a enemigo te puede hacer caer en una desesperación tan grande que termines cometiendo más errores que aciertos. A Elena Valenciano parece que le está sucediendo. La anormalidad de la situación le ha llevado, por ejemplo, a tuitear mensajes absurdos que se le pueden caer encima con diez o doce retuit más.

Por ahora el PP ríe en la sombra, como si con él no fuera el esperpento, pero salvo que Mariano quiera inventar una lista sin número uno, directamente con número dos, tendrá que bajar tarde o temprano al coso. Veremos si puede seguir riendo o el efecto rebote le cuesta un disgusta aún mayor.