"No ha habido desde Marlon Brando un actor como Michael, uno de esos tíos que salen una vez por generación". Para el cineasta Steve McQueen no hay duda: Michael Fassbender es el mejor actor de su generación. Y a estas alturas son pocos los que ponen en tela de juicio esta afirmación. Este pelirrojo de intensos ojos azules ha revolucionado la industria cinematográfica desde que en 2008 sacara la cabeza con la reivindicativa Hunger, precisamente su primera colaboración con el realizador británico. Desde entonces no ha parado. Quentin Tarantino, Ridley Scott, Steven Soderbergh, Joel Schumacher, o David Cronenberg son solo algunos de los cineastas que ya han caído rendidos a sus encantos. Pero, ¿cuándo empezó a forjarse su leyenda?
Nacido el 2 de abril de 1977 en Heidelberg (Alemania), a edad temprana se marchó junto a su familia al país natal de su madre, Irlanda. Allí, en Killarney (al suroeste de Irlanda), la familia regentó un restaurante en el que Fassbender echaba una mano en sus ratos libres mientras formaba parte de un grupo amateur de heavy-metal. Sin embargo, las notas musicales no eran lo suyo y Fassbender lo sabía. La llamada de la actuación la experimentó al término de su adolescencia, periodo en el que hizo las maletas para irse a Londres, donde ingresó en la prestigiosa Central School of Speech and Drama.
Tras unos años difíciles en los que su talento se puso a prueba con secundarias obras de teatro, su primera gran oportunidad se materializó en 2001 bajo los nombres de Steven Spielberg y Tom Hanks, productores de la miniserie bélica de HBO Hermanos de Sangre (donde curiosamente compartió créditos con un jovencísimo Damian Lewis). Pero lo que él creyó que sería un pistoletazo de salida inmejorable para la filmografía de cualquier actor, pronto se tornó en una decepción más que sumar a su debilitada carrera delante del objetivo. Tenía 24 años y su vocación comenzaba a tambalearse.
Desde esa primera toma de contacto con las superproducciones hasta su nueva aventura en la pequeña pantalla pasaron tres años. Entremedias, su rostro deambuló por pequeños spot publicitarios (muy conocido el de Guinness) o videoclips musicales. En 2004 recaló nuevamente en la pequeña pantalla a través de ficciones de poca monta como Hex o Sherlock Holmes y el caso de la media de seda .
Steve McQueen le pone en el mapa con Hunger
Después de ver el lado menos amable de Hollywood con la miniserie apadrinada por el Rey Midas, Fassbender intentaría colarse de nuevo en el gigante americano de la mano de Zack Snyder y sus 300. Desafortunadamente, su papel de espartano era tan pequeño en el metraje, que apenas tuvo tiempo de demostrar toda su valía. Una calidad escénica por la que Steve McQueen apostó en su ópera prima, Hunger.
"Estuve 10 semanas en las que apenas comí y probé mis propios límites, porque era necesario para llegar donde el papel requería", recordó el intérprete en declaraciones a El País. Lo cierto es que su bestial transformación física (llegó a perder más de 14 kilos) le permitió dibujar el escenario visual de una interpretación que le encumbró al éxito y señaló como una promesa a tener en cuenta. Se trataba de Hunger, debut del londinense Steve McQueen, muy respetado hasta ese momento por su trabajo en el mundo del videoarte. El papel de Fassbender: el protagonista Bobby Sands, miembro del IRA que inició una huelga de hambre que le llevaría a la muerte en una prisión norirlandesa en 1981.
La película, ganadora del Premio Cámara de Oro de la sección Un Certain Regard en Cannes en 2008, le puso en el mapa e inició una de las etapas de amistad-profesional más fructíferas que ha vislumbrado el séptimo arte en los últimos años con Steve McQueen en la batuta y Michael Fassbender en el reparto. Binomio de éxito que nos regalaría tiempo después otras dos joyas cinematográficas.
Con la crítica a sus pies, Michael Fassbender comenzó a forjarse una trayectoria ascendente que le llevaría a trabajar sin descanso en los próximos años. Así, en 2009 se puso a las órdenes de Joel Schumacher en La masacre de Town Creek, una insufrible cinta de terror-gore donde lo más destacable sin duda fue la presencia del actor irlandés, quien por primera vez se enfundaba el traje de alemán nazi que volvería a disfrutar en Malditos Bastardos, de Quentin Tarantino.
Con Quentin Tarantino se enfudó el traje de alemán nazi en Malditos Bastardos
Asimismo, ese mismo año formó parte del casting de la ganadora del BAFTA a mejor película británica y Premio del Jurado de Cannes, Fish Tank, un drama social en el que compartió créditos con otra joven promesa del cine europeo, Katie Jarvis. De esta forma, título tras título, personaje tras personaje, reto tras reto, iban trazando el perfil de uno de los mejores actores de su generación. Centurión, Jonah Hex, la nueva adaptación de Jane Eyre, Indomable, Un método peligroso, hasta su primera incursión en el mediático y suculento mundo de los superhéroes con Magneto y X-Men: Primera Generación.
La consumación de una estrella
2011 fue, sin duda, su año. Los espectadores hacían colas en las salas para disfrutar de su talento en hasta cinco ocasiones diferentes. Títulos totalmente opuestos que demostraban el buen hacer de un intérprete que poco a poco se colaba en las preferencias de los cinéfilos. No obstante, de todos ellos, uno eclipsó al resto. Se trataba de Shame, su segunda colaboración con Steve McQueen. Su descenso a los infiernos en un crudo retrato de un ninfómano incapaz de sentir amor por nada ni por nadie, le valió la ovación del público y de la crítica. Además, el Festival de Venecia estrenaba su palmarés con la Copa Volpi a mejor actor.
Era la consumación de una estrella que contaba no solo con el beneplácito de la crítica y el público, también de la temporada de premios que pronto lo situó entre lo mejor del año. No en vano, recibió su primera nominación a los Globos de Oro como mejor actor de drama (premio que finalmente le arrebató George Clooney). Otras candidaturas a los Premios BAFTA, a los Critics' Choice Awards, o el Premio de la Asociación de Críticos de Los Ángeles lo erigieron como un firme candidato a los Oscar de 2012. Desafortunadamente, todas las buenas sensaciones previas se evaporaron cuando se dio a conocer un listado en el que el nombre de Fassbender no figuraba. La polémica estaba servida.
Shame le regaló la Copa Volpi del Festival de Venecia y le encumbró al Olimpo de estrellas
Algunos creyeron que los académicos, en su línea de conservadurismo hipócrita, no habían querido destacar una intepretación que contenía un desnudo integral; otros, en cambio, consideraron que la producción, simplemente por su temática y su realismo, tendría vetado el camino hacia la estatuilla y, por ende, todos los profesionales que la representaban. En cualquier caso, Fassbender, que había desarrollado una campaña agotadora de entrevistas, promociones y demás, se mostró desencantado con el engranaje de los premios de la Academia. Pero el show debe continuar y, como adicto y amante de lo que hace, digirió el mal trago en el set de rodaje, donde le esperaba otro reto más: Prometheus (2012).
La vuelta de Ridley Scott a la ciencia ficción se saldó con un sonoro batacazo; aún así Fassbender continuó su relación con el cineasta británico en la reciente El consejero. Tampoco hubo suerte. Fracasos de los que, paradójicamente, el intérprete salió airoso gracias a su carisma y encanto ante la cámara.
Mientras su relación con Scott hizo aguas, su tercera colaboración Steve McQueen, 12 años de esclavitud, puso de manifiesto que el éxito es cosa de dos. En esta ocasión, el actor fetiche de McQueen delegaba el protagonismo a Chiwetel Ejiofor para centrarse en el papel del villano dueño de una plantación de algodón con esclavos. Un personaje lleno de luces y sombras que le ha llevado nuevamente a la temporada de premios con numerosas candidaturas, entre ellas, su primera nominación al Oscar. Lástima que estuviese Jared Leto en su categoría de mejor actor secundario. Aunque no dudamos que no le faltarán ocasiones de hacerse nuevamente con el preciado galardón.
Su siguiente reto: Macbeth
Contar con el respaldo que supone para cualquier intérprete una nominación a los Oscar no le ha relajado. Al contrario. El intérprete alemán no se toma un respiro y ya tiene nuevos proyectos en su hoja de ruta. Tiene pendiente de estreno X-Men: Días del futuro pasado, donde volverá a compartir plano como Magneto con los mutantes más queridos de la gran pantalla.
Por otro lado, guarda en el cajón de sastre el proyecto sin nombre de Terrence Malick, con Ryan Gosling, Christian Bale, Natalie Portman o Cate Blanchett como compañeros de cartel; el western de John Maclean, Slow West; Frank; la versión del videojuego Assassin's Creed, que él mismo producirá y protagonizará; o la nueva adaptación al cine del clásico de William Shakespeare, Macbeth, que acaba de terminar de filmar con Marion Cotillard en Escocia e Inglaterra.
Todos títulos atractivos que auguran la estabilidad dorada de uno de los actores más brillantes de este nuevo milenio. Un intérprete versátil y humilde, antiestrella; cuya mirada azul intenso y gestos atesora el encanto de los actores de la vieja escuela, de aquellos que dejaron una huella imborrable en la historia de la cinematografía. Quizá aún le falta trayecto por recorrer, pero nadie duda que va por el buen camino.
Fotos del cuerpo: fotograma, cynicritics, cinemaldito.