Después de debutar en la Quincena de Realizadores de Cannes, el 2009, con Los Desafortunados, y darse a conocer internacionalmente; el belga Felix Van Groeningen presenta su cuarto largometraje. Además de haber tenido éxito de público en su país y de estar nominada al premio de la academia, Alabama Monroe ganó el premio al mejor guión y mejor actriz en el Festival de Tribeca y en los Premios del Cine Europeo se repitió el premio a la mejor actriz (y fue nominada a 5 categorías más). Drama protagonizado por Veerle Baetens, Johan Heldenbergh y la pequeña Nell Cattrysse.
La película gira entorno de Elise y Didier. Ella trabaja en un salón de tatuajes, él canta en un grupo de bluegrass. Se enamoraron, fue amor a primera vista, lleno de pasión. El embarazo inesperado y el nacimiento de su hija, Maybelle, fue lo que les acabó de unir, llevándolos a vivir unos años muy buenos y llenos de felicidad. Pero, cuando la pequeña tiene seis años, enferma y los padres luchan por la vida de su hija... Y también para que el amor no les abandone.
Una cinta narrada a través de flashbacks constantes, que se van intercalando con las escenas del presente. Este recurso consigue que el espectador se vaya metiendo dentro de la historia, descubriendo el pasado de los personajes a la vez que vive su presente. Una película estructurada en dos partes: la primera centrada más en Maybelle y la segunda en la relación de Elise y Didier. La primera parte consigue enganchar al espectador más que la segunda, pues en esta última el director alargó demasiado el metraje y el guion no brilla tanto. En algún momento el filme se va por las ramas dando demasiada importancia a temas que no tienen mucha relevancia a lo largo de la película (escena del 11 de septiembre sin causar ninguna repercusión en la cinta, discursos largos sobre las células madre...).
Una película intensa, sensible, con algunas escenas desgarradoras, vital... Una conmovedora historia de amor que deja tocado al espectador, con momentos alegres y felices pero también otros de muy duros y amargos. La cinta tiene el poder de crear un torbellino de sentimientos y emociones llenas de humanidad que envuelven a todo aquel que vea la película. Aún así, se tiene que decir que, en alguna escena, se exageran demasiado las situaciones, dejando a un lado la sutileza y creando un ambiente un poco pastoso (pero es fácil pecar de esto en los dramas familiares con una niña muy enferma).
La música tiene un gran protagonismo en la película. Una excelente banda sonora que conmueve el alma y actúa como espejo de las emociones de los personajes de la película. También tiene una función dentro de la película, convirtiéndose en una de las mejores razones por las que seguir viviendo y como unión de la pareja cuando esta pasa por malos momentos. También fue el motivo por el que Elise y Didier tuvieron su primera cita. Un ejemplo del poder que tiene la música para transmitir emociones y pensamientos.
Por último, el trabajo de los actores es increíble, hay una química entre ellos que no muchas veces se ve en el cine. Heldenbergh hace un gran papel, pero Baetens es fascinante (totalmente meritoria de los premios que ha ganado), dejando al espectador sin aire más de una vez, ya sea con su hermosa sonrisa o con sus gritos de impotencia y tristeza.
Una película que, posiblemente, tendrá bastante éxito internacional y gustará a mucha gente. Su combinado de música y sentimientos es muy eficaz (y aún más con grandes interpretaciones). Una cinta que marca al espectador, de estas que son difíciles de olvidar.