Con tan solo seis años debutaba en televisión y antes de llegar a la veintena ya había conseguido un Goya. Su papel en los Días Contados conquistó al público y fue el punto de arranque de una carrera colmada de éxitos. Hija de actores, esta gaditana sigue acogiendo nuevos proyectos y enfrentándose a nuevos retos. La mala memoria es su último trabajo teatral, una obra que recoge el drama social de los 'bebés robados' en nuestro país. Ruth Gabriel (San Fernando, Cádiz, 1975) abandona el escenario para hablar con VAVEL. Un, dos, tres. ¡Comienza la función!

Pregunta: ¿Qué queda de aquella Ruth Gabriel que trabajaba en Barrio Sésamo?

Respuesta: De aquello ya han pasado muchos años y la gente va cambiando. Lo que sí mantengo intacto es el sentido de la responsabilidad,  saber que cuando te has comprometido a algo tienes que cumplir. Yo para el trabajo soy una persona muy, muy, muy disciplinada, me gusta tener todo atado. Eso me da seguridad y así lo disfruto más. En cuanto a mi vida personal soy un desastre, pero con el trabajo no me lo puedo permitir.

P: ¿Fue en la infancia cuando descubrió que toda su vida estaría vinculada a la interpretación?

R: Yo no sé en qué momento lo descubrí, pero es algo que tengo asumido desde siempre. Yo sabía que quería ser actriz, que eso era lo mío y punto pelota [risas].  Cuando empecé en Cometa Blanca recuerdo que mi padre estaba trabajando en la grabación y me llevó. De esta forma conseguí con seis años un papel que tenían pensado para una niña de diez. Desde muy pequeña me he buscado la vida, hablando con unos y otros. Yo tenía claro que quería estar ahí, que ese era mi lugar.

P: Con solo diecinueve años consigue un Goya por su papel en Días Contados de Imanol Uribe. ¿Cómo marcó esta película el resto de su carrera?

R: Esta película me brindó una entrada en la profesión de lo más hermosa.

P: Recientemente la hemos visto en televisión en series como Bandolera. ¿Se siente cómoda en la pequeña pantalla?

R: Gracias a mi familia he visto los distintos formatos y les tengo mucho respecto a todos ellos. Me siento cómoda en cualquiera. Sí, es verdad que la televisión requiere una mayor velocidad y un entrenamiento más de fondo,  pero yo trato de exigirme lo máximo en todos.

P: Y del cine 'aterrizó' en el mundo del teatro. ¿Cómo fue esa llegada a los escenarios?

R: Para mí era por una parte difícil y por otra parte algo cercano. Crecí en un teatro y la primera vez que me subí a uno tenía once meses. Mis padres tenían una compañía de teatro alternativo y mi hermano y yo crecimos en ese ambiente; esa es mi infancia, mi casa. Además tuve la suerte de debutar en teatro con el gran José Carlos Plaza  haciendo Crimen y castigo. A partir de ahí, he tenido muy buenos directores como Emilio Hernández, Amelia Ochandiano o Yolanda García Serrano. Sin olvidar que he hecho la primera obra prima teatral de Carlos Faura, lo que ha sido una experiencia brutal. No solo por trabajar con Carlos, sino por hacer algo que para él era nuevo.

P: Entonces, ¿tiene el teatro una magia especial?

R: Sí, porque es lo inmediato. En el teatro tienes que tener una confianza infinita en ti mismo. Hay que tener presente que todo puede cambiar en mitad de una función, alguien que se olvida de una frase, un personaje que no aparece, una pieza de atrezo que falta… Puede pasar cualquier cosa, pero como decía mi padre "nunca pasa nada". Hay que confiar, pensar que la magia del teatro logrará que todo salga adelante. Es importante tener disciplina pero nunca miedo cuando se está en un escenario.

"En el teatro tienes que tener una confianza infinita en ti mismo"

P: Su último trabajo, La mala memoria, lleva a los teatros los casos de los 'bebés robados' en nuestro país. Luz, el personaje al que da vida, es una joven que busca a su madre biológica. ¿Cómo ha sido la elaboración de un personaje con el que tantos espectadores se pueden identificar?

R: Este es un caso muy ajeno a mí. Desde las diferencia he tratado de encontrar puntos en común entre Luz y yo. La clave estaba en imaginarse una situación que nos llevase a la búsqueda de las raíces. Además, la lectura de casos reales y la documentación sobre el tema ha sido fundamental. Detrás de este personaje se esconde una idea: hasta donde somos capaces de llegar para descubrir la verdad. Hay gente que llega a descubrir quién es su madre y otra que no llega ni a averiguar si la ha engañado su novio. La teórica está muy bien, te inspira y te da muchas herramientas, pero al final lo que tienes que buscar son cosas dentro de ti que te hagan entenderlo de una manera empática.

P: Esta es una obra de crítica social que contiene pizcas de humor. ¿Ha olvidado la sociedad que el teatro es una herramienta de denuncia?

R: Efectivamente en esta obra hay humor, y yo creo que es imprescindible cuando se va a hablar de una tragedia muy grande. Toda desgracia tiene un punto tan de verdad que te produce la risa. No porque sea algo gracioso sino porque es humano. Además, cuando estás en una situación de vulnerabilidad, actúas con libertad permitiéndote la risa, el llanto, el cabreo, el perdón. En esta obra hay risa, una risa muy «cruda» que contrasta con la realidad de la obra.

Yo no voy a decir que el teatro es necesario como denuncia, simplemente quiero destacar que al ser social entra en contacto con la gente. No porque estés denunciando, sino porque estás mostrando una realidad que la gente entiende, que está a su alrededor. A mí no me gusta que una expresión artística, ya sea un libro, una película o una fotografía, sea una «paja mental». Creo que cuando estamos contando algo tiene que ser algo que abrace a la gente. No puede ser tu propia «película», tiene que ser algo para compartir. Por eso creo que el teatro debe ser social, debe tener «enganches» con lo que está pasando alrededor.

P: El teatro es un testigo del tiempo…

R: Esto es muy delicado… ¿Por qué los cásicos son clásicos? Estos demuestran que en ellos hay siempre una lectura recurrente. Las luchas de poder, las luchas por amor o la lucha por la búsqueda de la identidad son los conflictos de siempre, y por eso, los clásicos son clásicos. Lo importante del teatro es que sea algo humano, en el que se dé y reciba por ambas partes.

P: Hablando de recibir… En esta obra comparte escenario con Asunción Balaguer. ¿Cómo es su relación?

R: [Risas] ¡Ufff! Yo a Asunción la conocí cuando tenía 19 años y estábamos rodando Felicidades Tovarich junto a Paco Rabal, que hacía de mi abuelo. Me sentí tan acogida, tan gusto, tan feliz de conocer a estas dos personas tan maravillosas que  no tengo palabras. Cuando ahora me dijeron que iba a compartir escenario con ella, tenía una emoción que no me cabía en el pecho [risas]. Trabajar con ella es tener a una joya en el escenario. Tenemos a Asunción Balaguer y tenemos a Carlos Álvarez-Novoa, otro 'monstruo', quien ganó el Goya al mejor actor revelación por Solas. Un actor extraordinario y generoso. Hay una puesta en escena de gente muy potente.

P: Hablamos de un actor septuagenario que sigue derrochando fuerza en el escenario.

R: Él es profesor, autor, director y un actor ejemplar. Su fuerza es brutal. Aunque en el teatro, todos vamos creciendo conforme avanzan las funciones. Ahora todos tenemos más fuerza, nos escuchamos más; en definitiva, lo disfrutamos más.

"Trabajar con ella (Asunción Balaguer) es tener una joya en el escenario"

P: Después de haber experimentado cine, teatro y televisión, ¿con cuál se quedaría?

R: [Risas] Es como si tuvieses tres hijos, uno se llama cine, otro televisión y otro teatro. ¿Con cuál te quedarías? Pues no lo sé, cada uno es especial a su manera.

P: ¿Y con la dirección no se anima?

R: No [rotundo]. Creo que la dirección exige otro tipo de mentalidad, de carácter. No digo que nunca jamás lo haga, pero a día de hoy no es lo mío.

P: ¿Alguna vez trabajó con alguno de los textos de su madre, Ana Rossetti?

R: Ella hizo una adaptación de Fuenteovejuna para el Centro Andaluz de Teatro, dirigida por Emilio Hernández. Tenía una gran puesta en escena y todos los papeles estaban representados por actrices andaluzas y palestinas. En el estreno me enamoré de un personaje, Frondoso. Al cabo de unos meses, me llamó el director porque tenían que hacer una sustitución y era precisamente para ese personaje. Esta fue una de las experiencias más hermosas que he tenido en mi vida.

P: Le digo una palabra y me dice lo que le sugiere:

21%

'Putada'.

Tamzin Townsend (Directora de teatro)

Divertida.

Besos de Gato (Película, 2003)

Experimento.

María Galiana

Sabia.

Oscar Wilde

¡Guau! Ahí se me vienen demasiadas palabras, pero diré una palabra relacionada con  una frase muy bonita que tiene: tentación.

Mucha mierda

Mucha Luz.