Alicia tiene ocho años y una amiga que se llama Clecla, que es rubia y castaña a la vez. Ambas viven juntas con sus respectivos padres (Julio Medem y Paco Manuel, respectivamente) y se ayudan en todo. Se quieren mucho y se dan besos muy buenos.

Clecla es la protagonista junto con la propia Alicia Medem, hija del director y que, además, dará nombre a la productora Alicia produce. Así, el director ofrece una pequeña pieza de tres minutos y medio donde su propia hija nos cuenta las curiosidades más íntimas de su mejor amiga. Un cortometraje insólito y verdaderamente humano que, de la mano con el humor, lleva a la reflexión gracias a la lección de una niña de ocho años con Síndrome de Down.

Sin embargo, no es el único trabajo que el director nos regala de algo tan cercano a él como sus hijas. En las ramas de Ana (2007), Medem nos enseña a su otra hija, así como su particular e increíble mente infantil. Son muchos los cortometrajes que el director ha dejado para su carrera, convirtiéndose, como en la mayoría de los casos, en sus primeros trabajos como productor. El ciego (1974), Si yo fuera poeta (1981), Martin (1988) o ¡Hay motivo! (2004).

En cambio, ninguno de ellos consigue lo que Clecla nos hace llegar. Si hay algo en lo que destaca Medem es en lo humano y sensorial de sus historias. Y Clecla lo consigue de la forma más sencilla posible: a través de los ojos de una niña. Sin guiones ambiguos ni interpretaciones complejas.

Por otro lado, es innegable que la obra del director vasco es brillante en todas sus facetas, desde documentales como Uno por ciento esquizofrenia (2006) hasta largometrajes tan reconocidos como Habitación en Roma (2010), Caótica Ana (2007), Lucía y el sexo (2000) o Los amantes del Círculo Polar (1998). En 1993 Vacas le llevó a la obtención del Premio Goya al Mejor Director Novel y La ardilla roja consiguió, el mismo año, el Premio de la Juventud en el Festival Internacional de Cannes.

Por último, tres minutos más. La sonrisa está asegurada.