India es el segundo país más poblado del mundo; el primero en producción cinematográfica. Más de 1.000 películas producidas al año, 9.000 salas de cine, y 6 millones de puestos creados anualmente son algunas de las cifras que escenifican la majestuosidad de la fábrica de hacer sueños más grande e influyente del mundo. El cine no solo es una fiesta colorida y musical al que asisten rigurosamente cada día millones de devotos indios (según estimaciones, se venden unas 15 millones de entradas diarias), también forma parte viva de su idiosincrasia; de su forma de entender y amar la cultura.
Proveniente de un juego de palabras entre Bombay (también conocida como Mombay) y Hollywood, Bollywood cumple 100 años con una salud de hierro. Su gran referente, el americano Hollywood, cada vez se hace más pequeño a los ojos de una marca distintiva que no para de sumar adeptos fuera de sus fronteras.
Las primeras décadas de Bollywood se caracterizó por un cine de denuncia social
Cuando el 3 de mayo de 1913 Dadasaheb Phalke, el llamado "padre del cine indio", estrenó Raja Harishchandra, no imaginaba que su creación supondría la piedra angular de un tipo de hacer cine que pronto adquiriría identidad propia. La cinta muda y en blanco y negro, que retrata la épica de los textos sagrados hindúes en la ciudad de Bombay, sería la encargada de sembrar la semilla de una cinematografía de denuncia social que alcanzaría su cenit con el éxito de Devdas (1935), de P.C. Barua.
Pronto esa corriente de cine inconformista se extendería a la cámara de otros cineastas de la época como Chetan Anand, Uday Shanker, Sohrab Modi o Achhut Kanya, este último responsable de otro de los clásicos de la filmografía india, La intocable (1936). Temas sociales como el matrimonio, la diferencia de castas, la pobreza, o la viudedaz siguieron predominando durante buena parte de la segunda mitad del siglo XX.
Ya por ese entonces, Bollywood tenía en cartera a uno de los cineastas más activistas de la historia india. Se llamaba Rak Kapoor. Productor, guionista, director y actor de buena parte de sus películas, Kapoor fue un creador cinematográfico muy comprometido con la diferencia de clases, tema omnipresente en su filmografía junto al patriotismo y la independencia de la India. Títulos como Shree 420 o Awaara sirven como ejemplos de casi una veinta de producciones que, a día de hoy, componen uno de los legados más ricos y emulados de la cinematografía hindú.
Pero si hay un cineasta que marcaría un antes y un después en aquella época, ése fue Satyajit Ray. El cineasta bengali revolucionó la forma de hacer cine con su ópera prima Pather Panchali, título casi autobiográfico que describe el crecimiento de Apu, un niño pequeño de un pueblo de Bengala. Su particular visión de la pobreza y las diferencias sociales calaron no solo en el colectivo autóctono también consiguió captar la atención internacional, que reconoció su talento con once galardones, entre ellos, el Premio al Mejor Documento Humano del Festival de Cannes de 1956. Poco antes de morir, en 1992, Satyajit Ray, con más de treinta obras detrás del objetivo, recibió el Oscar Honorífico por su contribución a la historia del cine.
Años 70, bienvenido cine comercial
Era los años 70. Por aquel entonces, y por primera vez en su historia, los títulos de Bollywood superaban en volumen al de su hermano americano Hollwyood. Usado por primera vez por el historiador de cine Amit Khanna, el término Bollywood llegaría al mundo del séptimo arte para quedarse como definición de un tipo de hacer cine con unas características que comenzarían a forjarse precisamente en esos años. A diferencia de las anteriores décadas, el cine de Bollywood dejó paso su vena más reivindicativa para centrarse en el entretenimiento. De esta manera, comenzaron a aflorar las producciones que hoy en día siguen marcando los pasos de la cartelera india: una mezcla heterogénea de comedia, romance y acción nacido para uso y disfrute de sus seguidores.
Apodadas durante mucho tiempo como Masala (termino culinario que hace referencia a una mezcla de especias de una misma comida), las películas de Bollywood convierten en espectáculo cada historia que narran. Coloridos escenarios y vestuario, estrellas que son rebautizadas como semidioses y una historia romántica y heroíca con final feliz, componen más de tres horas de metraje (suelen oscilar entre 3-5 horas) a ritmo de música y coreografías que entremezclan lo mejor de la cultura clásica hindú con el pop occidental.
A diferencia de otros mercados como el americano o el europeo, el éxito de las películas de Bollywood radica casi en exclusividad en su música. En un proyecto donde tres cuartas partes de su metraje está apoyado en coreografías, la música interpreta el papel protagonista. Es tal la importancia de este recurso en el engranaje productivo de cualquier proyecto cinematográfico indio que es habitual ver cómo se lanza al mercado la banda sonora del filme con meses de antelación a su fecha de estreno. Un excelente termómetro que sirve para evaluar si un título funcionará o no en taquilla.
Así, no es raro acudir a un cine indio y ser testigos perplejos de que el público se levanta de sus sillas para ponerse a bailar y cantar al ritmo de unas canciones que ya han sido memorizadas meses atrás. Una auténtica fiesta que los espectadores revivirán en las calles imitando la forma de vestir de sus protagonistas, los movimientos de bailes de sus canciones, o añadiendo en sus preferencias turísticas los lugares que han podido disfrutar en pantalla grande. Y es que todo lo que sale en una película de Bollywood rápìdamente es asimilado y adaptado por la cultura hindú, de ahí la decisiva influencia que ejerce la industria sobre los espectadores, un marcar tendencia que ninguna otra cinematografía del mundo puede presumir de tener en la actualidad.
Más allá de sus fronteras
“En la India gusta mucho el cine y es como una religión, igual que el críquet, forma parte de nuestro día a día”, afirmaba el pasado mes de agosto el Responsable de la Asociación de Productores de Cine y TV de la India, Kulmmet Makkar, en un encuentro con profesionales del sector audiovisual organizado por la Málaga Films Office, quien resaltó que la coproducción es el siguiente paso marcado por Bollywood en su expansión internacional.
Pese a que las producciones nacionales suponen el 90 por ciento de la cartelera india y que se pueden disfrutar en casi todo el sur de Asia y la costa oriental africana, su salto a Occidente sigue siendo una hoja en blanco que no consiguen caligrafiar. Un idioma poco conocido fuera de sus fronteras, el hindi (también puede escucharse el maratí, tamil, telugu, bengalí, canarés (kannada) y malayalam), unido a un presupuesto pequeño (máximo 10-15 millones de dólares, cuando en Hollywood ronda fácilmente los 100-150 millones), provocan que estas producciones no cuenten con el favor del público extranjero, tal y como refleja el escaso 10-11 por ciento de ingresos anuales que proceden de la proyección de sus películas en el mercado internacional.
Cierto es que el éxito de Slumdog Millionaire (2008), dirigida por Danny Boyle y ganadora de 8 Premios Oscar, ha abrido una brecha a favor de la internacionalización, atrayendo, en mayor o menor medida, la atención de nuevos inversores que han comenzado a sentirse atraídos por el colorido de la India. Desafortunadamente, esto no se ha reflejado en una mayor valentía por parte de las distribuidoras internacionales, que siguen mostrándose recelosas a la hora de apostar por estas producciones para la taquilla occidental.
Pero Bollywood no se da por vencido. En ese horizonte de abrirse camino, el gigante asiático ha decidido potenciar la coproducción con Europa a través de la focalización de escenarios en países como España o Suiza. La película Solo se vive una vez es una prueba viva de que la simbiosis entre culturas cinematográficas es posible. La road movie de tres amigos indios que celebran una despedida de soltero por España fue vista por más de 70 millones de espectadores en la India y arrasó en los Premios Filmfare, los llamados Oscars de Bollywood, donde conquistó 7 galardones, entre ellos mejor director de fotografía para el barcelonés Carlos Catalán. A su vez, España ha experimentado un incremento notable del número de ciudadanos hindús que escogen nuestro páis como destino turístico. Ya lo decíamos, todo lo que sale en Bollywood es "religión" para su público.
España o Suiza, escenarios ideales para la industria india
Consciente de la importancia de Bollywood en el futuro de la historia del séptimo arte, algunos gigantes del otro lado del globo terráqueo han decidido aliarse con él. Así, el Rey Midas de Hollywood, Steven Spielberg, decidió adelantarse a sus competidores y, en 2008, sus estudios DreamWorks firmó un acuerdo de colaboración con una de las coorporaciones indias más fuertes, Reliance ADA. Pero no es el único. Sony Picutres también ha tanteado el terreno en algún que otro proyecto como Saawariya, coproducida por los estudios americanos, y que constituyó el primer filme de Bollywood que se lanzaba al mercado americano.
En España, la pequeña pantalla también ha probado suerte con esta industria. Así, en marzo de 2011, Antena 3 programó en su canal Nova un ciclo de Bollywood que incluía la mencionada anteriormente Saawariya, Mangal Pandey:Un hombre contra un imperio y La Reina de Bollywood.
Bollywood, ¿en pie de guerra con Hollywood?
¿Pero en qué radica su éxito? Bollywood es una fábrica de sueños en constante crecimiento y que debe parte de su éxito a unos valores que le motivan a salvaguardar su industria por encima de todo y de todos. Tan solo un 10 por ciento de lo que los indios ven en las salas son películas internacionales, casi todas norteamericanas (se podría decir que casi inexistente si hablamos de películas europeas o latinoamericanas). Para ello no dudan en aplicar una férrea censura de los títulos de Hollywood que aterrizan en cartelera.
Hace escasos días, lo nuevo de Woody Allen, Blue Jasmine, saltó a los titulares debido a la censura que India había ejercido sobre ella. Las autoridades exigían al realizador neoyorquino ilustrar en las escenas en las que los personajes aparecían fumando rótulos donde se advirtiera de los peligros del tabaco. Indicaciones que Allen ha dejado caer en saco roto, lo que ha provocado finalmente que la película no vea la luz en los cines indios.
A David Fincher también le pasó algo similar con su remake de Millenium: Los hombres que no amaban a las mujeres. Tras ser sometida al filtro de la censura india, la adaptación americana de la obra de Stieg Larsson tampoco pudo disfrutarse en las salas indias tras negarse su realizador a eliminar las escenas de tortura y violación que les exigía las autoridades del país asiático.