El histrión era en Grecia un prestidigitador, acróbata o persona que divertía al público con disfraces, igualmente el término hace referencia a las máscaras de los actores del teatro griego, a la excesiva teatralidad y el dramatismo empleado en el arte de la interpretación escénica. En el caso que nos ocupa la capacidad interpretativa de John Joseph Nicholson, tan criticada y elogiada habitualmente por su tendencia al histrionismo, por esa capacidad para llevar sus actuaciones al límite, nos muestra la genialidad de un actor capaz de portar mil disfraces gestuales en su rostro. Su naturaleza de genio porta la máscara de Wilbur Force, Jack Torrance, Randle McMurphy, Joker, Melvin Udall, un sinfín de personajes bordados a la perfección desde hace cinco décadas con la extravagancia y expresividad de Nicholson, maestro que consigue dibujar los diversos rostros de la psique humana, pues Jack Nicholson es el loco más maravilloso y perfecto que ha conocido el séptimo arte.
Nacido el 22 de abril de 1937 en la localidad estadounidense de Neptune, ubicada en el estado de New Jersey, su infancia estuvo marcada por un abandono y un engaño, el abandono de su padre Don Furcillo Rose, un hombre muy aficionado a la bebida que ya estaba casado, y el desarrollo creyendo que su verdadera madre June Nicholson (show girl que tenía 17 años) era su hermana y su abuela Ethel su madre. Lo supo 37 años más tarde y reaccionó con una de esas frases de vida y genialidad que se acumulan en la excéntrica y privilegiada cabeza de Jack: "¿Hermana, madre? Sencillamente, hay que añadir un guion”.
Comenzó su carrera desde lo más abajo, siendo botones y chico de los recados para la Metro Goldwyn Mayer, oficio con el que se ganó el dinero para las clases de actuación con los Players Ring Theater. Su destino comenzó a cambiar cuando fue descubierto por Roger Corman, que tras una representación teatral, le preguntó si deseaba incorporarse al reparto de una película que estaba produciendo. La película se tituló "The Cry Baby Killer" (1958). Con sus colaboraciones en las grandiosas películas de serie B de Roger Corman, el alambique del talento puso en ebullición la materia prima de este actor, poniendo en funcionamiento una destilería que tamizó preciadas gotas de genialidad, ese veneno solo identificable en su figura, la cicuta con la que ha conseguido emocionarnos, sin duda el gran objetivo de su carrera. Su personalidad interpretativa se fraguó durante aquellos años como actor secundario, aprendiendo junto a grandes como Vincent Price, Peter Lorre o Boris Karloff. El molesto histrionismo 'nichlosiano' se instala entonces en la crítica como una forma más de interpretación y vehículo para emocionar al espectador. Quizás por ahí, pese a que surgen informaciones no contrastadas que apuntan a problemas de memoria, encontramos las razones por las que Jack se deja ver cada vez menos en la gran pantalla: "El negocio del cine es el mayor negocio, pero yo solo quiero hacer películas que emocionen a las personas, películas sobre las emociones y la gente. Tengo la escalofriante idea de que quizás la gente de entre 20 y 30 años ya no quiere emocionarse. Es posible que solo quieran ver bombas, más explosiones, porque eso es con lo que han crecido. Y yo nunca voy a hacer ese tipo de películas".
Durante aquella década de los sesenta alternó su trabajo como actor con el de guionista, pero fue en el año 60 cuando Jack realizó un pequeño e insignificante papel que acabó marcando para siempre su brillante carrera. En el filme La pequeña tienda de los horrores, dirigida por Roger Corman, Jack consiguió ese segundo de fama necesario para demostrar su genialidad. En esta película, un prodigio de rodaje ultrarrápido (tan sólo dos días) y barata (27.000 dólares), interpreta a Wilbur Force, un paciente masoquista de un dentista con el que nos deja ver la infinita gama gestual que posee en el rostro imprevisible e inabarcable de su majestad histrión.
Jack en términos descriptivos es Baudelaire y su poema La Máscara, ese rostro de mohín exquisito y ojos burlones, las miles de personalidades que se ocultan tras una cara que miente y en la que no existe una solo arruga que no exprese intención y emociones. Lo curioso es que no logró un amplio reconocimiento hasta 1969, cuando interpretó con tremenda fortaleza al abogado alcohólico George Hanson en 'Easy Rider', de Denis Hopper, una película que dividió la sociedad estadounidense e incendió a la crítica con la siguiente frase promocional: “Un hombre buscó Estados Unidos, pero no lo pudo encontrar en ningún lado". Por la citada interpretación recibió la primera de sus doce nominaciones a los Oscar (Mejor Actor de Reparto).
Con sus sólidas interpretaciones en “Mi vida es mi vida” de Bob Rafelson, “El último deber” de Hal Ashby y “Chinatown” de Roman Polanski se consolida como uno de los mejores actores de su época junto a De Niro y Pacino. Pero si hubo un papel que cambió para siempre la carrera de Nicholson, es el que permanece inalterable en las troneras de nuestra memoria, allá donde prevalecen sus gestos, la metamorfosis que escenificó convertido en Jack Torrance en El Resplandor. Lo más puro de Jack revelado es esa escena que tanto le costó cerrar, ese rostro de ojos desencajados y la sonrisa maquiavélica atravesando una puerta de madera. Durante el rodaje de El Resplandor, Jack que sufría graves dolores en la espalda acababa tan extenuado que llegaba a casa directo a dormir. La citada escena en la que dice la improvisada frase: "¡Aquí está Jack!", Kubrick mandó repetirla hasta 157 veces, basta con esto para hacerse a la idea de la magnitud de la interpretación y el rodaje.
Nicholson es pura historia del cine, son incontables producciones firmadas por el rostro del histrionismo: Tallo de Hierro, El Resplandor, Alguien Voló Sobre el Nido del Cuco, Chinatown, El Honor de los Prizzi, Mejor... Imposible, La Fuerza del cariño, El Cartero siempre llama dos veces. Batman, Easy Rider, Cuando Menos te lo esperas, A propósito de Schmidt, Las Brujas de Eastweek, el magnífico thriller Infiltrados, de Martin Scorsese… Porque Jack es el Joker de Tim Burton, villano de una sonrisa dibujada perfecta, la representación más maravillosa del histrionismo en la historia del cine. Un joker que nos hizo bailar con el demonio a la luz de la luna, inolvidable, y único, tanto que no hubo otro igual. La excentricidad sublime de Melvin Uwall en Mejor imposible y aquella escena inolvidable en la que Melvin le dice a la camarera Carol Connelly (Helen Hunt), you make me wanna be a better man…
Por eso Nicholson es único, porque además de ser el loco perfecto, es capaz de regalarnos un giro escénico solo al alcance de los intérpretes más incomparables, puede quedarse tan ancho con un maravilloso soliloquio como el que nos regala en A few good men, pues quién no recuerda ese, ¡You Can't Handle the Truth! También porque una mesa de cocina jamás representará lo mismo para ninguno de nosotros, después de la intensa escena protagonizada por Nicholson y Lange en El cartero siempre llama dos veces. Nicholson es Randle McMurphy, posiblemente su mejor interpretación un clamor a la libertad, bien llevado con trazos irónicos sobre la locura y la cordura. Todos hemos volado en alguna ocasión sobre el nido del cuco y la interpretación de Jack en esta película que recibió 5 oscar's, entre ellos el de mejor película, director y actor protagonista, fue realmente sublime. Durante el rodaje de la película las diferencias creativas entre el actor y el director checo Milos Forman, fueron profundas, al punto de que Nicholson abandonó durante dos semanas el rodaje, pero el resultado como pudimos comprobar fue realmente maravilloso. Dos estatuillas le llegarían unos años más tarde con, 'La fuerza del cariño' (1983) y 'Mejor... imposible' (1997).
Posiblemente conocer al actor en este caso es conocer a la persona, cada segundo de su vida ha influenciado en su intensa forma de interpretar. A Jack no le ha quedado nada por hacer en esta vida, el excéntrico genial que vemos en el cine es el que puso patas arriba Hollywood con sus salvajes fiestas de sexo y drogas junto a sus amigos Warren Beatty y Dennis Hopper. Su reputación en este sentido era tal, que su residencia se llegó a conocer como “la más salvaje en Hollywood”. Su vida sentimental fue tan prolija como la de su carrera cinematográfica, Sandra Knight, Anjelica Huston, Rachel Ward, Michelle Phillips, Candice Bergen, Janice Dickinson, Joni Mitchell, Rebecca Broussard o Lara Flynn Boyle pasaron por ella.
Jack es ese tipo que vemos en el Staples Center, la cancha de Los Lakers con sus gafas oscuras, gesticulando apasionadamente y lanzando su sonrisa maquiavélica por doquier. Lo cierto es que en su caso jamás podré identificar donde comienza Nicholson y donde Joseph John, cuando deja de actuar, pues aunque en lo que le quede de vida no dedique un solo minuto más a la interpretación en el mundo del cine, su rostro por y para siempre será, puro Baudelaire.
Foto1: www.jacknicholson.es