La producción francesa de Rémi Bezançon y Jean-Christophe Lie llega a nuestro país el próximo viernes 19 de julio. Una apuesta animada que quiere transmitir los valores de la amistad, la compasión y la lucha por la libertad desde la más pura inocencia.
Los niños de la aldea se reúnen bajo el gran baobab, donde el anciano del lugar les cuenta la historia de inquebrantable amistad entre Maki, un niño de 10 años, y Zarafa, una jirafa huérfana que se convertirá en el regalo del Pachá de Egipto al Rey de Francia. Hassan, príncipe del desierto, tendrá que cumplir la peligrosa misión de llevar a Zarafa hasta Francia, pero Maki está decidido a traer a la jirafa de vuelta a su hogar aun arriesgando su vida. Durante el largo viaje que les llevará de Sudán a París, pasando por Alejandría, Marsella y los Alpes nevados, se enfrentarán a grandes peligros. Maki y Zarafa descubren que manteniéndose unidos, siempre los superarán.
Lo mejor
Desde el inicio del largometraje (78'), Zarafa se adivina con gancho. Una historia con un trasfondo histórico y bien documentada. En 1826, Bernardo Drovetti (un piamontés que representa a Francia como Cónsul en Alejandría) sugiere al Pachá de Egipto, Mehemet-Ali, que se envíe una jirafa a su país. La idea no era suya: Uno de sus servidores se la había propuesto, un Nubio llamado Hassan. El animal regalado a Carlos X, Rey de Francia, permitiría enriquecer la Casa de Fieras Real del Jardín de Plantas, recién abierta en París. El Sultán acoge esta propuesta con alegría, ya que buscaba una manera de mejorar sus relaciones con el Reino de Francia.
He venido a buscarte Zarafa. Volvemos a casa
Un hilo histórico que te conduce hasta hasta el siglo XIX y te hace ponerte en la piel de Maki, un niño esclavo africano con una inocencia y bondad inigualables. Un niño que no tiene conciencia de que es la libertad y por ello, no la busca pero que sin embargo, es capaz de arriesgarlo todo por salvar a su compañera y amiga, Zarafa.
Un film que recuerda a la animación de hace años, con un estilo cuidado y una fotografía que evocan el desierto, África, Alejandría o Francia con un realismo mágico. Colores vivos, mucho sol y un cielo muy azul para los paisajes de África y el mediterráneo, mientras que se hace plomizo el cielo en el zoo de París y chillones los rostros de la corte.
Lo peor
Con un ritmo lento y de poca acción, no puede compararse con las grandes producciones vivaces que suelen verse en verano. El gran argumento y lo cuidado de la imagen no terminan de suplir la falta de música durante la proyección, sin duda, la melodía final se echa en falta en algunos momentos de la cinta. Aunque se intuye esa música ténue y étnica en algunos momentos, hubiera resaltado mucho más algunas escenas una buena banda sonora.