Debemos salvar el primer escollo antes de empezar la película. La traducción del título es pésima, no eran necesarias muchas dosis de ingenio para traducirla como “Juego de niños” del francés “Jeux d´enfants”. Pero si obviamos este obstáculo, rápidamente nos sumergimos en un largometraje muy entretenido desde la primera alocada enumeración. La "voz en off” y por tanto la perspectiva de un niño, nos permite acercarnos a factores crudelísimos con cierta distancia e inocencia. En los fotogramas iniciáticos, el guión deja varias píldoras de crítica social e incluso una parodia bíblica, un tanto deslucidas por una ambientación pueril, un defecto que, sin generalizar, suele afectar más si eres francés.

Crecemos junto a los protagonistas, sintiendo los celos de Sophie en las entrañas y con la carcajada de Julien brotando del interior. La película es un aprendizaje de la vida que no se lleva a cabo. En el primer tercio de rodaje se comete el acierto de mostrar un beso que cayendo en el tópico hubiera sido la escena final. Es quizá la parte más trepidante a un nivel superficial, conducida por un “capaz o incapaz” en forma de leitmotiv que martillea los oídos de manera incesante y en ocasiones innecesaria.

Crecer sin madurar

Después los personajes evolucionan, crecen aunque nunca del todo, y empiezan los problemas. La diversión se trunca, en una asimilación de que crecer es corromperse digna de una novela de Ana María Matute. Los delirios en los retos van “in crescendo”, dejando atrás la pretensión y aterrizando en una verdadera transgresión. El juego se va haciendo implícito, gran acierto, pero sigue marcando cada fotograma, en un punto de conexión con “Jumanji”, en la que también es un juego inevitable el hilo conductor.

Además de algunas escenas estéticamente potentísimas –no olvidarán el tren– y algún guiño al espectador despierto –en forma de flecha–, Yann Samuel no se olvida en ningún momento de sacudir nuestra realidad. Crea una metáfora realmente espectacular de la vida comparada con la velocidad de un coche, demostrando el poder cínico en una nueva enumeración inolvidable y la ironía de la música de fondo, una recurrente “vie en rose”.

Lirismo extremo

Esa misma canción hace que la historia se pierda en una lírica extrema. Sin embargo y de nuevo en el terreno de la enumeración, el texto deja otro recuerdo imborrable a lomos de un coche a toda velocidad y unas palabras atropelladas.

En definitiva, la película es un escenario para que Sophie, escalofriante de niña, se convierta en una Amélie perversa y junto a Julien lleve su “amistad” muy lejos, traspasando con soltura las obviedades de una comedia romántica facilona. O la amas o la odias, ¿capaz o incapaz?

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