El martes, el festival cumplió ya siete días desde su apertura,  sobrepasando el ecuador del certamen francés. Aun así, siguen llegando largometrajes que sorprenden tanto a críticos, como a público.

Los protagonistas del día han sido Sorrentino y Soderbergh, con sus respectivas cintas.

En competición

Una de las proyecciones que ha sorprendido el martes en Cannes ha sido Behind the Candelabra, de Soderbergh. No solo ha impresionado la calidad del filme, también la interpretación de Michael Douglas y Matt Damon en la cinta. Michael Douglas encarna a Liberace: pianista virtuoso, artista exuberante, habituado a la escena y los platós de televisión. Liberace apreciaba la desmesura y cultivaba el exceso, dentro y fuera del escenario. Un día de verano de 1977, el joven y hermoso Scott Thorson entra en su camerino y a pesar de la diferencia de edad y del medio social, los dos hombres empiezan una relación secreta que duraría cinco años.

Steve Soderbergh que tiene una larga carrera como director, y que cosecha ya en su haber varios premios por su trabajo, entre ellos la Palma de Oro por, Sex lie and videotape en 1989. Soderbergh, ha comentado su posible retirada temporal del mundo del cine: “Me gustaría hacer una pausa. No puedo decir que es mi última película o no. Behind The Candelabra está directamente relacionada con mi primera película: las dos presentan personas que vivían en su mundo. Creo que mi estilo ha evolucionado: la puesta en escena es más clara y más directa que antes”.

Douglas, tuvo una palabras para el director y el equipo, haciendo mención a su pasada enfermedad: Fue justo después del cáncer, y Steven me dio un regalo formidable con este personaje. Estoy muy agradecido con el equipo por haberme esperado”.

Toni Servino: "Fellini observó a Roma desde una barandilla tranquilamente. Sorrentino lo ha hecho desde cerca"

La otra clara protagonista del día fue La Grande belleza, del italiano Paolo Sorrentino. El director italiano, que cosecha reconocimientos desde 2001, se adentra en la historia de aristócratas, arribistas, políticos, criminales de alto vuelo, periodistas, actores, nobles decadentes, prelados, artistas e intelectuales (verdaderos e impostores) se entremezclan en una danza de humanidad hueca y deprimente. En segundo plano, Roma, el verano. Espléndido e indiferente. Haciendo de cuadro perfecto a una extraña tragicomedia. Desde algunas butacas la comparan con la Dolce Vita, a lo que Toni Servino, su protagonista añadió: “Me da la impresión de que Fellini observó a Roma desde una barandilla, tranquilamente. Por el contrario, Paolo la observó de cerca. Creo que en términos de lenguaje, Paolo hace referencia al maestro que le precedió. Fellini se alimentaba del entusiasmo de la posguerra. En cambio esta película se concentra en las oportunidades perdias. El tono es melancólico”.

Algunos críticos ya la encumbran como una pieza que no puede dejar de verse. Una crítica de Luis Martínez del diario El Mundo, la califica así: No es tanto melancolía como lucidez; no es dolor, es belleza. Comenta Martínez entusiasmado. Sin duda, una obra maestra. Y bella. Profundamente bella, finaliza. Una película destinada a crear bandos, parece. De obligado visionado. Otros difieren más extensión y no en la forma, como Shaun Munro, de Film School Rejects, apunta que el filme de Sorrentino tiene mucha calidad pero que es demasiado indulgente y extenso.

Una cosa está clara, ambas son grandes candidatas a la Palma de Oro y han sabido conquistar a la crítica de forma casi unánime.