Rostros anónimos. Paisajes bucólicos. Silencios que dicen mucho más que las palabras. Metamorphosen narra las consecuencias actuales que generó en 1957 una explosión en la central nuclear de Mayak, en la región rural del sur de Rusia. Dicha central continúa en funcionamiento, lo que dice mucho acerca de las cuestionables legislaciones medioambientales. La intención del documental es presentar al mundo este desastre, silenciado mediáticamente y comparable a los muy vendidos de Chernóbil y Fukushima.

Su director, Sebastian Mez, opta por imprimir un ritmo lento a la película. Utilizando únicamente algunos carteles informativos para contextualizar y las voces de algunos vecinos de la zona narrando sus experiencias pasadas y presentes, Mez consigue introducirnos en esa atmósfera de aparente paz, de fingida calma y normalidad. La metamorfosis a la que hace referencia el título late en el fondo, en cada río, árbol o persona del lugar.

Pese a que todo parece lo mismo de siempre, todo ha cambiado. Los vecinos siguen con su rutina, cultivando, cuidando a sus animales, haciendo las labores del hogar y gastando un pequeño tiempo de ocio en distracciones livianas. Pero nada es igual y ya no lo será jamás. La resignación de los ciudadanos de la zona es total. Y esto precisamente denota que saben que todo ha cambiado en ellos. Son personas humildes, saben que no pueden aspirar a mucho, así que continúan con su rutina mientras sufren en silencio los dolores de la devastación.

La película nos sorprende con una espectacular labor de fotografía en blanco y negro. Su director está francamente empeñado en inmortalizar cada rincón de la zona con toda la lírica visual que consiga, así que se afana en conseguir de cada plano algo singularmente hermoso. Esto hace que nos encontremos ante un film de incuestionable belleza, pero lastrado en algunos fragmentos por el esmero del director en mantener una estética apabullante al margen del tema central.

El espectador no puede evitar contener el aliento aterrado ante un hipnótico plano donde una mano que porta un medidor de radiación se acerca al río Techa, uno de los lugares más contaminados de la zona. El ensordecedor sonido que emite el medidor a medida que el cámara se acerca al río es toda la banda sonora que necesita la película para erizar los pelos del que asiste a tan macabro documento.

El fallo del jurado

El jurado de la reciente edición del festival Documenta Madrid decidió otorgar el segundo premio a Metamorphosen, según sus palabras, "por considerarla una proeza en cuanto a tecnología y valor, aprovechando con maestría unos recursos financieros y humanos muy escasos para ofrecernos un relato cinematográfico muy bello de las consecuencias de una catástrofe nuclear".

La cinta se hizo con un trofeo y 5.000 € de premio que sin duda servirán para su distribución, así que quizá el gran público pueda disfrutar de ella próximamente en las carteleras.

En definitiva, Metamorphosen ofrece un hermoso punto de vista de una de las catástrofes nucleares más tristes acaecidas en el último siglo y lamenteblemente silenciada e ignorada. No está de más introducirse en el paraje que nos presenta Sebastian Mez para conocer un poco más acerca de un rincón olvidado que, como los rostros anónimos de esos ciudadanos humildes, busca su voz para que nada de esto se vuelva a repetir.