Cuando en 1924 don Ramón María del Valle-Inclán publicó Luces de Bohemia nos regaló  a los españoles algo más que un género literario. Sin el Esperpento es imposible explicarnos nuestra historia en el último siglo. De lo que tengo dudas es si España es quien se refleja en los espejos del callejón del Gato, los espejos, la calleja en sí o todo el conjunto. Si hay que elegir personaje, yo me quedo con el punto de vista del ciego Max Estrella, escritor, vagando por la noche y descubriendo las miserias de la sociedad entre tiento y  tiento que le da al vino, que no es sino la metáfora perfecta de la anestesia sin la que sería imposible sobrevivir en este país. La bohemia es el único espacio que queda en España para existir y expresarse en libertad, por eso, supongo, nuestro país siempre ha sido un gran criadero de escritores.

Ayer nos enteramos de que Carlos Mulas, el número dos de la oficina económica del presidente Zapatero y actual director de la fundación socialista Ideas, se inventó una escritora, Amy Martin, a la que le encargaba artículos y estudios a 3.000 euros la pieza. Podría ser un heterónimo, como los del portugués Pessoa, pero el autor del Libro del desasosiego no cobraba doble por sus invenciones. Lo que hace valleinclanesco este episodio es que la deformación de la realidad llega al punto de que Carlos Mulas, en un escrito que firma con su nombre real, agradece a Amy Martin la ayuda prestada para la realización del mismo. Y si no teníamos suficiente deformidad, Carlos Mulas, nos cierra el círculo creativo con un libro que tiene publicado contra la corrupción. De los espejos cóncavos a los convexos. Mulas lo copa todo. El escritor total, como el fútbol de la Holanda del 74.

Max, borrachín pero lúcido, que se introduce en ese viaje ondulado por un Madrid nocturno, se lo explica así de sencillo a don Latino de Hispalis: “Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento”. La España actual no es sino una nota al pie de las famosas acotaciones poéticas que Valle-Inclán hace para la representación de su obra de teatro.

Cuando baja el telón no sabes ya si indignarte o reírte con lo que acabas de presenciar sobre las tablas. Si todo esto se hiciera con dinero privado, piensas, yo sería el primero en aplaudir la representación, lo malo es que en este gran teatro del mundo, las subvenciones públicas vuelven a tener un papel protagonista.