Una vez más Juan Antonio Bayona ha hecho lo imposible, tras su éxito con El Orfanato ha demostrado que el cine español está a la vanguardia mundial cinematográfica en cuanto al talento humano y creativo se refiere. Nunca tuve duda alguna de que el talento siempre vence, pero si este recibe el apoyo financiero que merece puede llegar a competir ferozmente con las más distinguidas superproducciones norteamericanas y cautivar al público de todo el planeta. Eso es lo que en definitiva ha conseguido y va a conseguir Bayona y su equipo, atravesar el corazón de la gente con una historia real que te atrapa desde el minuto uno de la misma.
Así es Lo imposible, la película española más esperada del año, un tsunami emocional que llega para arrasar en los cines de todo el planeta con una historia real que trepa vertiginosamente por nuestros sentimientos y produce urticaria emocional a los críticos. Lo imposible es una forma de poner cara y ojos a una tragedia, a un film de catástrofe natural que para algunos puede que siga las pautas de las célebremente conocidas ‘disaster movies’ de la factoría norteamericana, pero que bajo mi punto de vista nos agarra por la solapa del dolor y los sentimientos para acompañarnos en un viaje emocional extremo.
Con un presupuesto de 30 millones de euros, 25 semanas de rodaje, cinco años de reproducción, producción, postproducción y exteriores filmados en Tailandia, Bayona ha llevado a las grandes pantallas la tragedia que María Belón y su familia vivieron en carne propia a finales de 2004, cuando el tsunami más devastador de la historia registrado asoló el sur y el sureste de Asia. Una historia imposible que se comenzó a gestar cuando Belén Atienza, productora de Apaches, escuchó un día a María Belón en la cadena SER (que llamó al programa La Ventana para agradecer a Luz Casal la fuerza que le habían insuflado sus canciones en aquellos duros momentos) contar la trágica odisea que le tocó vivir y cambió para siempre sus pilares existenciales. Atienza se la contó a Bayona y este entró al despacho de Vasile y le dijo: “Quiero hacer lo imposible”…
Y a fe que lo hizo, pues el director barcelonés emprendió un viaje extremo hacia la tragedia, obviando el esperado ataque de la crítica, que reclama la ausencia de intelectualidad de un filme, en el que no encuentra nuevas ideas, nuevas reglas o un aire renovado de las ya conocidas. En cualquier caso me parece un craso error el dejar de valorar la inteligencia emocional, y el torrente de emociones precognitivas que se desbordan por una historia tan vívida y real como la que se cuenta. Básicamente lo que los críticos con gran parte de razón definen como sentir antes que en pensar, pero que en una experiencia tan brutal como la narrada construye los cimientos emocionales de la misma. Pues en una tragedia como aquella, no hay tiempo para pensar sino para sobrevivir, para que las imágenes hablen, para que niños maduren precozmente y adultos lloren como niños. Para mostrar la solidaridad del que lo ha perdido todo y el egoísmo del que sigue aferrándose a su móvil en una situación extrema.
La desaparición de las clases sociales, que engullidas por el barro y el tsunami no sirven para nada, una situación en la que el ser humano encuentra iguales en los ojos que devuelven la mirada del horror y su insignificancia con respecto a la naturaleza. Un horror que nos arrasa horizontalmente y un dolor emocional que nos atraviesa perpendicularmente, jamás tanto cariño doloroso… El azaroso destino del desastre en el que unos metros te colocan en la ruleta de la supervivencia, la dolorosa dignidad de una segunda oportunidad.
Todo ello cuidado al máximo detalle con un excelente equipo de colaboradores que en materia de fotografía, decoración, edición de imagen, sonido y efectos visuales han hecho posible ‘Lo imposible’ en un enorme tanque de agua construido y ubicado en los estudios de la Ciudad de la Luz de Alicante, donde las dos estrellas que iluminan la película hicieron un trabajo fantástico para hacer llegar a los espectadores la brutal crudeza de lo vivido: Naomi Watts, extraordinaria y Tom Holland, que con una actuación tan brillante como sólida acaba convirtiéndose en el protagonista del relato.
Posiblemente las ideas de la crítica estén en absoluta disonancia con lo anteriormente expresado, que encuentren en este texto a una víctima más de la lágrima fácil, pero aun reconociendo en mi corta cultura cinematográfica defectos que me impiden valorar desde un punto de vista profesional el filme, quisiera recomendaros esta película que para nada merece ser tratada, ni creo que pretenda serlo, como obra maestra, pero que os transportará emocionalmente hacia un sinfín de preguntas y situaciones que a la salida de la sala de proyección seguro que os hará reflexionar sobre los valores verdaderamente importantes de nuestras vidas…