Me despierto esperanzado leyendo un titular: “España pide ayuda internacional”. Por fin, alguien ha tomado cartas en el asunto y clama al mundo para pedir justicia, para declarar culpables a quienes usurparon casas, puestos de trabajo, derechos, cajas de ahorro…

Desconfiando de la fuente por considerarla cooperadora necesaria del desfalco, continúo leyendo. La súplica, proveniente del ministro de Asuntos Exteriores, viene precedida de una amenaza del ministro de Industria “La hostilidad traerá consecuencias”.

Alarmado, salgo a la terraza para buscar refugio ante un previsible ataque. En principio, Lanzarote está en calma, continúa siendo una isla pacífica. Diviso personas de distintas nacionalidades, sin hallar en sus rostros hostilidad alguna. En algunos casos, la falta de previsión en cuanto a la protección solar es evidente. Necesito una explicación oficial.

La calma precede a un mar de dudas: ¿quién nos ataca?, ¿con qué motivo?, ¿cuándo pasó Aznar de profesor a ministro de Industria?, ¿quién le aconsejó que se afeitara ese varonil bigote? Necesito más información.

Pues resulta que nadie nos ataca. El problema es que el gobierno argentino, que no Argentina (tengo un amigo argentino y me jura que nadie le preguntó), ha decidido nacionalizar la filial de una empresa española. Esta empresa multinacional petrolera se llama Repsol y obtuvo 2.193 millones de euros de beneficios en 2011.

Se lamentaron entonces por el descenso de un 53% en su beneficio, achacándolo al conflicto en Libia. Mientras unos intentaban quitarse el yugo dictatorial que les oprimía y el resto del mundo pensábamos que quien perdía en este asunto era Gadafi, como representación extensible a todos los tiranos que alguna vez han sembrado el terror en el mundo, quien verdaderamente redujo sus beneficios fue Repsol. El año pasado, sus accionistas, apenas pudieron sumar poco más de 2.193.000.000€.

Con la posible nacionalización de YPF (siglas que corresponden a Yacimientos Petrolíferos Fiscales, nombre de la empresa pública argentina antes de la privatización de 1992), el gobierno español no ha podido esconder el plumero y han optado por defender los intereses de la multinacional petrolera con todos los recursos disponibles.

Sin apretarse el cinturón, pusieron la maquinaria diplomática, la propaganda mediática y la caja pública al servicio de una empresa privada. Rompieron incluso los lazos de relación fraternal entre Argentina y España. Sin sonrojarse, hicieron lo que no pudo hacer siquiera Goikoetxea. Entre hermanos, los problemas se resuelven dialogando, no rompiendo relaciones por la televisión. Desde luego, no son formas.

Si su empresa fracasó y ningún ministro pidió ayuda internacional no intente resistirse de forma pasiva, podría usted estar cometiendo un delito de atentado a la autoridad, penado con hasta cuatro años de prisión.

Por si no hubiera tenido bastantes sorpresas por hoy, continúo leyendo que el PSOE ofrece su apoyo en el conflicto con Argentina. “Si el Gobierno estima que en algo podemos ser útiles, sabe perfectamente que puede contar con nosotros”, ha dicho esta mañana Soraya Rodríguez, portavoz del PSOE en el congreso. La gran mayoría de nuestros representantes puestos al interés de una multinacional petrolífera en unos momentos especialmente delicados. También me enteré de lo de Froilán.